FILMFEST HAMBURG 2020: CHACO
LA BATALLA DE LO INÚTIL
“Polvo y silencio”, así glosó Werner Herzog la ópera prima de su colega boliviano, mucho más joven que él, Diego Mondaca. La síntesis es incuestionable, pero deja afuera el mayor logro de la película y quizás su mayor vehemencia material: conseguir filmar la temperatura ambiente, trabajar sobre los vínculos entre la meteorología y la dermatología. En efecto, en Chaco, el sudor es el efecto especial del film, el esfuerzo físico sin sentido, aquel que siempre ronda las gestas militares, incluso cuando estas no son justamente como las que Mondaca se detiene a filmar y recrear. El acopio cuantioso de muertos en las guerras se considera un sinónimo de derrota. La matemática puede ser una ontología, pero no de este modo.
En Chaco el enemigo es más imaginario que real. El pueblo paraguayo y su ejército existen en la Historia, al igual que los litigios sobre ese inmenso territorio llamado Chaco, en el que se han imaginado incluso riquezas escondidas, más allá de la importancia simbólica y estratégica de la posesión de esa inmensa selva. Es 1934. En el film, el ejército boliviano comandado por un extranjero camina en círculos en búsqueda de agua y a la espera del enemigo. El capitán alemán (el film elige no dispensarle un nombre, pero remite a la figura de Hans Anton Wilhelm Friedrich Kundt, sin serlo) y su tropa jamás enfrentan a los suyos del Paraguay, quienes permanecen en fuera de campo, más allá de que existen rastros de estos e indicios de que pueden estar cerca. Es que la lucha no le interesa a Mondaca, sí lo que en los libros de Historia se denomina “teatro de operaciones” y las diferencias de los protagonistas que pueblan la escena en ese teatro; los bolivianos antes de ser representantes de la nación por la que pelean son aymaras y quechuas, cuyos intereses no son necesariamente los de la nación.
Compleja composición la del ejército boliviano, ni la bandera ni el reconocimiento a la autoridad en el pretérito presidente Daniel Salamanca podían amalgamar los sentimientos encontrados de los combatientes, quienes pueden hablar el español para concertar objetivos comunes, pero también evitar hablar con algunos de estos dirigiéndose entre los verdaderamente iguales en un idioma que no es del otro. El mismo uniforme no significa aquí una pertenencia sellada. El multilingüismo del film aporta esa diferencia y también las sospechas entre iguales que no lo son. Es por eso que Chaco es también un film de pequeñas traiciones y asociaciones lábiles. La invención de un enemigo puede congelar los resquebrajamientos internos de un grupo y sus diferencias, pero a falta de la contienda y la gesta de la supervivencia reaniman antipatías. El enemigo es un concepto variable, porque el otro está en casi todas partes.
Sobre ese equilibrio precario del psiquismo de la tropa, Mondaca proporciona el drama y el suspenso, mientras se presiente un destino nihilista garantizado por la hostilidad del clima. Sin dirección, ni combate, el ejército apenas gestiona suspender su eventual derrota, ya no ante el enemigo, sino ante el calor y la sequedad. La escasez de agua y de alimentos es un dato férreo del ecosistema. El final siempre está cerca, por lo que la evolución narrativa es lenta y firme; es así como el relato asume que no puede preparar giros sorpresivos y elige en su lugar beneficiarse de incorporar el peso de la supervivencia en relación a la condición atmosférica como cuestión central. ¿De qué modo?
Hay que aprovecharse del clima trabajando sobre las variaciones de la luz en la piel de los soldados y hacer de esa amalgama un argumento. Ver al cabo Liborio sorprendido por un oficial en la noche, ante la tenue luminosidad del fuego en una noche cerrada, es la exteriorización de una poética en curso. La escena es simple en su exposición dramática, pero sintetiza una táctica. Los gestos y los actos del cuerpo tendrán preferencia dramática: masticar coca, transpirar debajo del uniforme, tomar agua, dormir una siesta, caminar, dejan de ser actos supeditados a un sentido mayor del relato para ser la sustancia. Sobre ese procedimiento visual, el sonido de toda una región levanta la temperatura en su ubicuidad y persistencia. El calor, primero, se escucha.
En esta intersección entre cuerpo y clima se erige el film y es en este procedimiento en el que empieza a delinearse el nihilismo que lo consume. No importa de qué guerra se trate, porque cuando la atención se concentra en lo microscópico de una guerra no hay escena bélica que no demuestra su despropósito. En esta región del mundo, ese velado secreto que los combatientes prefieren ignorar sobre lo inútil de una empresa semejante es indesmentible. Es por eso que todo es ridículo: la jerarquía militar, la obediencia, el uniforme, los ritos, el propósito nacionalista detrás de la épica. Y en casos como este, el talismán ideológico del heroísmo ni siquiera puede ser invocado. No hay oportunidad alguna para apelar a la fe de los grandes actos de sacrificio.
La Guerra del Chaco apiló cadáveres por doquier. En casi tres años, las cifras alcanzaron números de tres cifras en ambos bandos y tras el paso del tiempo aquellas vidas concretas convertidas en osamenta no son otra cosa que polvo y silencio, como estos hombres que reviven en la ficción a casi 100 años de su insignificante paso por el mundo. ¿A quién puede importarle lo que sucedía en 1934? ¿Quiénes son ellos en la memoria de hoy? Misteriosamente, Chaco reenvía su abstracta y condensada revisión de aquella guerra al presente. El sinsentido de antaño pervive, la descomposición de la nación también y los enemigos externos no existen; el presente de hoy, sumido en la superstición y la parodia, no deja de parecerse al destino nulo de los soldados de la película. Bolivia no va hacia ningún lado, como los soldados de Mondaca.
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FILMFEST HAMBURG 2020
SECCCIÓN VITRINA
Chaco, Boliva-Argentina, 2020.
Dirigida por Diego Mondaca. Escrita por D. Mondaca, César Díaz, Pilar Palomero.
Roger Koza / Copyleft 2020
FILMFEST 2020:
1.Virar mar (Leer aquí)
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