CARTAS CANINAS (1)
Por Roger Alan Koza
FESTIVAL DE CANNES 2008
Estimados amigos, cinéfilos y lectores:
Alguna vez recuerdo haber leído un texto de Adrian Martin en el que decía que empezó a escribir críticas de cine como si fueran cartas, una vez que un amigo le sugirió tomar ese camino, ya que cuando así lo hacía sus textos poseían una belleza que a veces se perdía en el formato estándar en el que se escribe crítica. Más tarde, Martin participó en uno de los libros más vitales sobre cine, Movie Mutations, un conjunto de cartas sobre las transformaciones de la cinefilia desde los años ‘60 en adelante. Un libro fundamental, astuto, heterodoxo, a veces polémico.
Por tercer año consecutivo estoy en Cannes. No vengo estrictamente como crítico sino como programador del festival de Hamburgo. Veo entre 5 a 6 películas diarias, y la mayoría no las puedo elegir. Pero aún así, participar en Cannes permite obtener una idea precisa de qué ocurre en el cine contemporáneo; es un festival esquizoide, en donde hay dos funciones centrales de Kung Fu panda (film que ya parece intolerable tras meses de aguantar al osito fascista bailarín que dice que tenemos que apagar los celulares previo a todas las funciones), y una de 24 city, el último film de Jia Zhang-ke, la Juventud em marcha de este año, es decir lo que todavía Cannes, aunque sea como reflejo condicionado, incorpora como cine de riesgo, también compensado en parte por la selección de la Quincena de los realizadores y la Semana de la crítica, dos competencias o muestras paralelas en donde el vocablo radical mantiene su valor semántico.
He visto tres películas en el día inaugural. La primera pasa de largo, porque como tantos films españoles de índole comercial, es un bodrio correcto, casi televisivo, típico film español que se exhibe en el Marché du film, en donde se ven casi 2000 películas, al mismo tiempo que funciona las cuatro competencia del festival.
Siete mesas de billar francés, de la española Gracia Querejeta, con el protagónico de Maribel Verdú, puede tener buenas intenciones y ser correcto en su construcción formal, pero es un film impersonal, con lugares comunes varios, en donde un humanismo abstracto intenta redimir un drama familiar implicado por la muerte de un padre-abuelo, y las derivaciones que ello implica para nieto, amante, amigos, mujer, negocio y un equipo y club de villar. No pasa nada.
En donde pasan muchas cosas, y no muy buenas, es en las otras dos películas que he visto durante el día. La última película de Fernando Meirelles, Blindness, basada en un libro de Saramago, expone la tesis del portugués sobre la ceguera del mundo despojándolo de todo comentario político, excepto por una crítica política difusa a todo sistema totalitario y militar, acompañado por un elogio taimado y reduccionista a un comunismo primitivo. Film de catástrofe pero con toque de autor, Blindness es la Babel del año 2008, aunque por momentos remite más a Los niños del hombre, sin la destreza formal de Iñarritú (aunque con todo su sentimentalismo metafísico y oblicuamente cínico) y menos aún al virtuosismo esporádico de Cuarón.
Si Meirelles había logrado deshistorizar la brutalidad carioca en su mediocre Ciudad de Dios, aquí despolitiza el fin del mundo, en esta película apocalíptica que no ocurre en ninguna parte pero que globaliza un estado de desesperación general a través de una metáfora obvia y remanida: miramos y no vemos. Así, una epidemia extraña, en la que la gente paulatinamente empieza a quedarse ciega, no en la oscuridad sino en una suerte de «baño de leche», percepción que Meirelles intenta materializar una y otra vez saturando el fuera de foco y la exposición de la luz, sirve para reclamar por una utopía muy californiana, previo a postular un hobbesianismo generalizado de nuestra especie, en un film en donde se llega a coger por comida y en el que se elige salvar a unos pocos en el nombre de muchos. Julianne Moore parece salida de Safe, y como en Magnolia, no para ni de llorar ni de sufrir. El querible Danny Glover es la conciencia filosófica del film, y por momentos remite al maestro Po de la serie setentista Kung Fu. Y Gael… Está más desaforado que en Babel, y si bien no es mejicano queda en claro que es latino.
El territorio de Babel es también revisitado por Amat Escalante, cuya Sangre, su opera prima, al menos daba la idea de un director a tener en cuenta. Los bastardos, otra coproducción, y que se podría llamar Sangre Reloaded, transcurre en California, y sigue la vida de dos emigrantes ilegales que trabajan azarosamente en la construcción hasta que finalizan su jornada en una noche de catarsis. Si matan o no a una mujer caucásica típicamente estadounidenses, en plena crisis de los 40 y absolutamente dopada, es una cuestión menor, pues el realizador está pensando en otra cosa.
Escalante tiene un buen ojo. El primer plano, de unos 5 minutos, indica que hay un director con una voluntad consciente de proponer una concepción formal específica. La presentación remite un poco a Liverpool, de Lisandro Alonso, a quien me cruce y que con mucha alegría nos dimos un abrazo. Todo rojo, un fundido en blanco, otra vez rojo y unas guitarras saturadas en sustain. Es el anuncio de dos tiros, ambos inesperados, que llevan la película a un espacio simbólico explorado recientemente en Flandres por Bruno Dumont, quién está, entre otros, en la lista de agradecimientos, aunque aquí el estado de guerra está circunscripto al fenómeno migratorio y su violencia concomitante.
Los bastardos no deja de ser interesante, pero es un film sociológicamente estéril, incapaz de revelar las coordenadas socioeconómicas que, eventualmente, puede llevar a dos tipos a realizar actos atroces. Una descripción del estado de las cosas es insuficiente para hacer hablar aquello que calla y es fundamento de toda la violencia simbólica, es decir, visibilizar el sistema estructural de violencia material, intuido pero no articulado, por ejemplo, en una escena en la que uno de los personajes ve un procedimiento policial por la televisión, pasaje que antecede a una de las secuencias que habrá de ser estigmatizada o celebrada, pero que no le será indiferente a cualquier espectador que se enfrente a Los bastardos.
Fotos: 1) Póster oficial del Festival; 2) fotograma de Blindness; 3) Fotograma de Los bastardos.
Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza
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