CANNES 2024 (05): LO QUE QUEDA DE AQUEL SIGLO

CANNES 2024 (05): LO QUE QUEDA DE AQUEL SIGLO

por - Festivales
19 May, 2024 08:31 | Sin comentarios
Godard se resiste a dejar de estar con nosotros. Dos piezas se vieron en Cannes. Jia, por su parte, tampoco abandona su voluntad de dejar los rastros de cómo fue el paso del siglo XX al XI en ese munido inmenso llamado China.

En vez de “tráiler” podría haberse llamado “abreviatura”. Jean-Luc Godard dijo “hasta acá llegamos” el 13 de septiembre de 2022. Ninguna depresión, ninguna enfermedad imposible, solamente la claridad cosechada a lo largo de una carrera en la que la palabra “corte” tiene un significado preciso: no más que esto. En la única proyección que se realizó en Cannes, y en una sala demasiado pequeña (y colmada), la Buñuel, se pudo ver cómo vivió la última noche de su vida. En la cama, con un cuaderno en la mano y en la otra un lápiz, repitió un razonamiento lógico en tono de comedia sobre el principio de contradicción. Es un chiste repetido en los 18 minutos de esta abreviatura: cómo nombrar la afirmación o negación de todos los caballos. En esa última secuencia, Godard se equivoca cuando ordena una premisa respecto de otra mientras anota. En eso se detiene, mira a cámara y dice “ok”. Fue la última imagen en vida. Literalmente. 

Scenarios se llama ese no-film de un cineasta que ya no lo es porque no está entre los vivos, pero sigue estrenando, lo que no puede ser sino la ilusión de muchos, como lo expresó Francisco Ferreira. ¿Se puede extrañar a un desconocido? Sí, y en verdad mucho. Y, tras, la experiencia de Scenarios, todavía más, aunque en el intervalo de visionado la ausencia de Godard mágicamente se atenúa.

El film empieza con un lento travelling sobre un conjunto de imágenes que corresponde al cuaderno en el que Godard trabajó sobre el guion hasta que en un momento la superficie del plano adquiere cierto relieve y la continuidad se fisura como pasa en algunos cuadros de Braque. Hasta ahí solamente se ven un collage y fotos pintadas. Después, escenas de películas y la irrupción de fragmentos musicales cuya duración es mínima y abrupta. La voz de Godard, y la voz de una mujer, repiten algunas frases, a veces al unísono. La más contundente que se afirma es el lugar de enunciación y anunciación: “Desde el fondo de un planeta muerto”. 

Scenarios está dividida en dos segmentos de extensión similar; muchas imágenes se repiten, también algunos fotografías o fotogramas. Las variaciones sobre lo mismo consisten en algún fragmento de un film que se puede ver en la primera parte reintroducido en una sobreimpresión sobre un nuevo fragmento de otro que hasta ahí no se había visto. El más hermoso es el de un hombre que camina en el desierto. Hay otras variaciones visuales y muchas sonoras. La insistente sirena en la segunda parte es un enigma.

El primer fragmento tiene por título: “Elementos constitutivos del ADN”; el segundo, “IRM odyssée”. El trabajo asociativo de Godard no disimula el sistema de enlaces que dicta el inconsciente. Menoscabar esas imbricaciones cercadas por elipsis es entregarse a la pereza. Las abreviaturas de Godard tienen algo de haiku. Faltan las premisas, apenas se esboza una conclusión, pero ningún plano carece de impacto.

Esta última pieza deja en claro algunas cuestiones: la imagen y el sonido, o el plano cinematográfico que los cobija, se reducen a poco y nada si se pegan al unísono e imitan la realidad como emplazamiento homogéneo. La disyunción es una condición de cognición y asombro. Otra evidencia: el color es un placer al que no se debe renunciar. Si el realismo fotográfico ha sido sustituido por una nueva sustancia visual y sonora digital manipulable, habrá entonces que reapropiarse de la evolución técnica para recobrar la pintura y crear pintura en movimiento. El naturalismo cromático perdurará como una memoria resplandeciente del siglo XX, honrada, pero siempre insuficiente, conquista estética que sirve de contrapeso anímico a ciertos archivos sobre todo lo que sucedió y fue atroz. Insistencia: se han acumulado incontables imágenes del horror que este jamás termina del todo –deber de memoria–; por esto mismo, se puede sentir a secas el horror con mayor nitidez si el fragmento elegido de la barbarie institucionalizada en este caso por los lectores de Heine y Hölderlin es una imagen precaria. Godard elige un fragmento roto que transmite ese episodio vergonzoso para la humanidad toda; además, prefiere ralentizarlo al punto máximo de lo posible porque de ese modo, cuando el fotograma está a punto de inmovilizarse y ser solo foto, desprende algo del tiempo que está en él, como si fuese el único modo de llegar a observar lo imposible de retener, lo que jamás se ha olvidar. He aquí un pequeño símbolo del mal extremo materializado tantas veces en el siglo más cercano –ayer mismo–, cuyo prontuario polifacético nos anonada.

Después de Scenarios siguió un material de unos 35 minutos: Godard en su mesa de trabajo con el cuaderno de Scenarios en sus manos. Es una larga conversación. No más que eso. Discute pausadamente con uno de sus asistentes, le explica cómo debería ser justamente lo que minutos atrás se acaba de proyectar en la misma sala. La suerte es inmensa. Poder escuchar a Godard dando instrucciones o permitiendo a sus colaboradores comprender qué tiene en mente para plasmar ese film futuro es una experiencia didáctica, una situación privilegiada.

En esas conversaciones no faltan la ironía ni el humor, tampoco los momentos clarividentes. En un pasaje, Godard observa que su interlocutor no lo entiende. Lo que impide la comprensión no es una cuestión de dos inteligencias que no pueden coincidir en la misma línea en la que un fenómeno cualquiera y una mirada especifica coinciden. Hay un impedimento de otra índole, una cuestión que requiere reconocer un abismo inconmensurable entre la palabra y la imagen. Godard apela entonces a un ejemplo: cuando se lee un libro, con las propias manos se pasa de una hoja a otra. Hay corte, hay pausa, hay un movimiento de discontinuidad. Pero eso que se dice sobre el cuaderno de Scenarios, al filmarlo, ya no está; el cambio de página no es filmable, porque no es similar al cambio que se da entre dos planos. Todos se ríen, pero en ese instante no se está afirmando solamente algo sobre la relación entre la imagen y la escritura, o entre la percepción y el pensamiento. En ese hiato reside una distancia de otro alcance: es la distancia entre el siglo XX y el XXI. Pensar esa diferencia, moverse en su propio misterio es quizás la condición de necesidad para establecer una vía de traducción y un pasaje de un siglo al otro. En eso estaba Godard cuando decidió salir de escena para siempre.

Añadido de último momento: juego de Godard tras citar a Lucrecio y su Natura rerum: los socialistas contra los capitalistas; las feministas contra los socialistas; los niños contra las feministas; los animales contra los niños; la naturaleza contra los animales. Son conocidos esos juegos de JLG. Se lo extraña.

Feng Liu Yi Dai

Como siempre se habla de China sin saber absolutamente nada, al punto de afirmar que todos los chinos son iguales, prestarle atención al cine de Jia Zhang-ke puede ser un remedio contra la ignorancia supina de la que nadie está exento. Desde 1997, con la extraordinaria El carterista, el cineasta más emblemático de la Sexta Generación hizo de cada una de sus películas una especie de testimonio y memoria de las transiciones de su país. Filmó la conversión y mutación geológica y económica de su país, del período después de Mao a este presente confuso en el que ese país es una economía capitalista planificada sin vocación democrática. Su sapiencia cinematográfica fue siempre la misma: articular la vida de los trabajadores en sus relatos observando cómo las fuerzas de la historia los devoraban. 

En Feng Liu Yi Dai (Atrapado por las mareas), Jia emplea distintos fragmentos de sus películas precedentes para ubicar a sus dos personajes principales en una línea de tiempo que va del 2000 a la actualidad. La laboriosa conjugación de esos materiales con escenas nuevas es magistral, lo que permite tocar el tiempo y su paso con los ojos. 

Una evidencia: en el inicio del milenio, todos bailaban frenéticamente en China; era un tiempo propicio, un respiro. De ahí en más, los cambios frenéticos en la economía implicaron para todos desplazamientos por toda la nación. Por esa razón, Bin se va y Qiaoqiao, un poco después, lo buscará por todos lados. Las propias imágenes de Jia son tan elocuentes como conmovedoras: China es una nación mutante, que va del escombro al rascacielos, de la granja al comercio electrónico. Gracias a él habrá un modo de saber siempre cómo sucedió y qué hizo a la marea de la Historia con los anónimos del mundo. 

Roger Koza / Copyleft 2024