CANNES 2010: PEQUEÑAS ILUSIONES (07)

CANNES 2010: PEQUEÑAS ILUSIONES (07)

por - Festivales
19 May, 2010 02:30 | comentarios

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por Roger Koza

Como suele suceder, el público en Cannes acostumbra a hacer largas colas para entrar a ver las películas. No hay asientos numerados, y excepto en las funciones de gala de la competencia oficial, el resto de las secciones competitivas o paralelas, todo funciona por orden de llegada (y categoría de credenciales). Me resulta un misterio: no es del todo claro por qué les gusta el cine. Cuanto mejor es la películas más gente se manda a mudar. El americanismo también gana aquí: si hay Brad Pitts, Tim Burtons, Naomi Watts, todos se quedan, todo resulta cómodo.

Los Labios, del cordobés Santiago Loza e Iván Fund, tenía su premiere canina exactamente a las 16.30hs de Francia. Desde las 15.10 ya había unas 40 personas en línea, y luego otras 900 almas se harían presentes en la sala Debussy, allí en donde pasó hace días Manoel de Oliveira en la inauguración, y ayer estuvo Pablo Trapero con su esposa. 

Al entrar a la sala, en una pantalla de dimensiones desconocidas para el espectador argentino, se proyecta luna foto con todos los títulos de las películas y los directores correspondientes que pertenecen a Una Cierta Mirada, la mejor sección del 2010. Los nombres de Loza y Fund están ubicados al lado de Godard. El fondo de pantalla es un fotograma de Batman (1989), un homenaje a Tim Burton, quien preside el jurado en la competencia mayor. Una voz anuncia: “La función está por empezar”. Se prenden las luces de escenario y el presentador oficial del festival llama a todo el equipo de producción. La actriz cordobesa Eva Bianco, y Victoria Raposo suben al escenario.

Finalmente, llegan Loza y Fund, quienes dirán algunas palabras y harán un reconocimiento a todos aquellos que han colaborado en hacer el filme. La honestidad en el tono de voz de Fund es inusual para los artistas de Cannes. No hay pose, ni gestos narcisistas. Después, le toca el turno al cineasta cordobés, quien ha sido absolutamente fiel a sus ideas sobre el cine, y que debe vivir este momento como un triunfo y una recompensa por ser coherente en toda su trayectoria. Agradece, como es lógico, pero expresa su asombro, como si estuviera ante un fenómeno extraordinario.

Su asombro es entendible: es que esos hombres y mujeres anónimos quienes se interpretan a sí mismos están a punto de ser vistos y quizás reconocidos por un público cuya realidad es literalmente inconmensurable a la vida de sus intérpretes. Es también por eso que el último plano de Los labios (una vez que las tres médicas han cumplido con su labor frente a precariedad sanitaria en la que viven muchos argentinos) es de una belleza inusitada. Varios niños juegan en el barro al lado del río. Las tres médicas se sumarán al juego y se embarrarán. Descripto es sencillo, pero visto es un instante de dignidad en la pantalla, un momento mágico que condensa la honestidad radical del filme.

Escribía hace un mes y agrego ahora sobre: “En esta ocasión, el hiperactivo Santiago Loza se ha asociado con el joven realizador de La risa, Iván Fund, en esta extraña película cuya mayor conquista es yuxtaponer la ficción y lo documental hasta convertir ambas categorías en nociones obsoletas.

Tres médicas parten de la ciudad de Buenos Aires en micro con una misión galena en varias localidades rurales. Recibidas por un funcionario municipal, la residencia en la que habrán de vivir es una metáfora del país: Argentina es escombro y decadencia; a su vez, las visitas médicas a diversos hogares carenciados condensa la pobreza estructural a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. No son actores, sino víctimas interpretándose a sí mismos. 

El radicalismo formal de Loza parece neutralizado por la agenda del film, aunque su humanismo discreto está más presente que en todas sus películas precedentes. El uso de primeros planos de los rostros reenvía el film a la ópera prima de Fund, pero en este caso, quizás, la predilección por planos cerrados sobre los rostros se justifiquen temáticamente (excepto en la fiesta del desenlace). Algunos planos abiertos airean y liberan la película de su costado estético y conceptualmente asfixiante. La belleza de una tarde tormentosa y el plano final en donde unos chicos juegan en el barro a orillas de un río son algunos instantes que se desmarcan de una atmósfera siniestra. Imperfecta y honesta, Los labios es un legítimo encuentro del cine con quienes no van al cine. Si los franceses y el jurado tienen ojos para ver, Los labios no es una película entre otras. Es cine que deviene en vida y vida que se redime fugazmente en imágenes

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Después de Shirin, una película que ha sido olímpicamente ignorada y subvalorada (quizás se trate de una de las grandes obras de Kiarostami), el debut extranjero de Kiarostami con Binoche y el barítono inglés William Shimell despertaba inquietud. La buena noticia es que Kiarostami es Kiarostami en donde sea que filme.

En efecto, Copy Conforme es una película reconocible como suya para cualquier seguidor de quien ha sido responsable de películas extraordinarias como Primer plano y El sabor e la cereza, aunque el cambio de territorio determina algunas variaciones. En ese sentido, hay en toda la película una secreta indagación y preocupación sobre la(s) lengua(s) extranjera(s), sobre los los efectos que tiene el lenguaje sobre los sujetos y sus comportamientos, de lo que se predica modalidades de argumentación, formas de expresiones afectivas y una musicalidad distinta si el lenguaje se orienta hacia lo poético. 

En efecto, en casi todo el cine iraní los intercambios lingüísticos poseen una riqueza particular. Son otros silogismos, otras lógicas las que ponen en juego. Películas como Primer plano dan cuenta de otros patrones de razonamiento, los que están enraizados en otra experiencia del lenguaje.

Copy Conforme es una larga conversación entre Binoche y Shimell, una mujer vinculada con las artes y un escritor exitoso, quien acaba de publicar un libro de título homónimo al film y que llega a Italia a presentar la versión en italiano. Después del evento, los dos pasearán por la Toscana. Primero en automóvil, en una típica escena de Kiarostami. Luego seguirán a pié y casi nunca dejarán de charlar.

El tema de fondo es filosófico y de carácter estético: ¿qué determina la naturaleza original de una obra? Shimell dará una primera explicación, y será como buen inglés, una solución de índole naturalista (y analógica): la reproducción biológica no es muy diferente de la creación artística. El origen es una copia, o dicho en otros términos, la creación es una derivación insólita de algo heredado, o una combinación extraña de elementos dados.

Kiarostami hace una operación inteligente y arriesgada: sobre el original del vínculo diegético entre Binoche y Shimmel, el director propone, a medida que avanza el relato,  una reinvención lúdica y lúcida de este vínculo. Es decir, en algún momento ellos imitarán y se apropiarán de elementos de sus propias vidas; así copiarán sus experiencias pasadas y jugarán a que éstas son experiencias compartidas. En una de los momentos más felices del film, que transcurre  en una cantina, una matrona italiana los confundirá como una vieja pareja, error de percepción que será tomado por Bincohe al pié de la letra. De ahí en adelante, copiando secretamente datos de sus propias vidas, se establece un juego amoroso, sublimado por la conversación y quizás resuelto en un fuera de campo magnífico que empieza justo cuando finaliza el film.

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Algunos planos de Kiarostami son inconfundiblemente suyos: en una secuencia inicial, Shimell baja por unas escaleras a un sótano repleto de esculturas y cuadros. El encuadre constituye una plano general. El intérprete de a pocos se acerca a la cámara y no viceversa, una concepción estética consciente por parte de Kiarostami desde el inicio de su carrera: esperar, siempre esperar. Por otra parte, cuando se decide sobre un plano y contraplano, son inconfundibles su composición como su método de trabajo.  Es posible que Binoche no esté estar hablando con Shimmel, sino directamente con el propio Kiarostami. L a película transmite una obsesión con los espejos, que suelen cumplir un función específica en el montaje: suelen simular la lógica del plano y contraplano. En un pasaje que transcurre en una iglesia, Kiarostami define magistralmente una escena que incomoda a Shimell. Una pareja se está casando y desea sacarse una foto con ellos. El escritor se incomoda. Kiarostami apela allí a un plano en profundidad de campo:; al fondo,  imperceptiblemente, se puede ver a la pareja y a los novios posando ante el fotógrafo. Es un fragmento genial que sintetiza una posición de cámara.  

Por último: si bien la interacción entre clases sociales constituye una marca de su cine, aquí sus dos personajes pertenecen ostensiblemente a una clase pudiente. No obstante, un encuentro callejero con unos ancianos, el vínculo esporádico con un mesero y el intercambio de Binoche con una mujer mayor sugieren la vigencia de una preocupación verificable en casi toda la obra de Kiarotami. No será una obra maestra, pero el cierre del film sólo puede ser concebido por un maestro.

Esencialmente peripatética y formalmente impecable, la nueva película de Kiarostami es un examen placentero sobre la conversación como una erótica y una estética de sí. Un hombre y una mujer se enlazan en las palabras, y en el intercambio de signos escriben sus identidades.

A la mañana, en la Semana de la crítica, se había proyectado Sound of Noise, una comedia simpática e ingeniosa, cuyo espíritu anarquista quizás resulte políticamente inofensivo, pero no deja de ser una fantasía atractiva y eventualmente reparadora.

Este filme sueco, no tiene nada que ver con la herencia de Bergman y el existencialismo crepuscular de sus películas, aunque la ópera prima de Ola Simonsson y Johannes Stjame Nilsson no renuncia a la filosofía, al menos propone pensar sobre la relación de los ruidos, la música y el silencio en las metrópolis, pero en clave de musical y con un evidente espíritu pop, aunque los números musicales, si se trata de precisión, remiten más a una banda de música industrial como Einstürzende Neubauten.

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En efecto, cinco músicos se proponen hacer una obra musical en cinco partes que concibe sin enfatizarlo una noción de la ciudad como un sistema de ruidos y sonidos. La tarea consiste en  intervenir en espacios públicos inesperadas e interpretar los temas de su obra musicales: las dos primeras, en una hospital y en un banco, son literalmente increíbles y musicalmente formidables. El nudo narrativo es que un policía se obsesiona con atraparlos, aunque indirectamente eso significará la superación de un viejo trauma que involucra a su hermano mayor, una suerte de genio musical. Es un film menor, pero feliz, y a quienes les guste la música, un film imperdible.

Fotos: 1) Kiarostami; 2)Loza y Fund; 3) Copie conforme; 4)Sound of Noise.

Roger Alan Koza / Copyleft 2010