CANNES 2009: ¡LATINOS AL ATAQUE!
Hasta el día de hoy, la presencia latinoamericana en el festival era fantasmal y dispersa. Solamente se había visto tres películas latinas en las muestras paralelas: la chilena Huacho, de Alejandro Fernández Almendras y Mal día para pescar, de Álvaro Brechner, película uruguaya, ambas exhibidas en la Semana de la crítica. Y otra en la Quincena de los realizadores: la mexicana Daniel & Ana, de Michel Franco.
Huacho es un seguimiento exhaustivo sobre la cotidianidad de una familia de campesinos. La virtud del film de Fernández es mostrar la interacción de esa familia con diversos miembros de la sociedad chilena, ostensiblemente polarizada. Hay una secuencia en que la madre del grupo familiar en cuestión está vendiendo unos quesos que prepara en la ruta. Los que tienen mejores automóviles siempre piden descuento. No es un apunte cualquiera, y como ésos hay muchos.
En cambio, el uruguayo Brechner, a quien se le podría haber acusado de plagio si no fuera porque su proyecto llevó 4 años, hizo una película que bien se podría haber llamado El luchador, ahora en Uruguay. Desde ya, aquí no es Rourke el titán, sino un finlandés ignoto, Jouko Ahola, que debutó en el cine con Herzgog, en el Invencible.
Mal día para pescar transcurre en un pueblo de Uruguay, en donde un luchador decadente y su representante, un chanta querible, inventan una gran pelea para recaudar fondos. Se trata de una comedia menor, en la que se destacan los personajes y el compromiso de su elenco. Simpática, el film es un poco como sus personajes: están perdidos, pero son dignos. Como todo film uruguayo, su historia podría ser de hoy o de hace 50 años. Uruguay siempre parece detenida a mediados del siglo XX.
En la Quincena ya se había exhibido Daniel & Ana, de Michel Franco, un film basado en un hecho real, más frecuente de lo que se cree pero silenciado: el secuestro rápido de personas para filmar pornografía y venderla en Internet. Aquí, los rehenes momentáneos son dos hermanos pertenecientes a una familia aristocrática. Pasado el hecho traumático, Franco intenta mostrar las consecuencias psíquicas y el comportamiento de una clase específica en su afán de cuidar las apariencias, sin dejar de sugerir el incesto como una práctica no ajena a una clase. Hay cierto tono circunspecto, depurado en el tono de su drama, que puede molestar a más de uno. Es una elección pertinente.
Pero es recién en el último segmento del festival cuando las películas latinas se hacen sentir y transmiten eso que tanto gusta al europeo curioso: la famosa bondad parrandera del continente. La prueba más convincente fue el heterodoxo protocolo durante el estreno mundial de Los viajes del viento, la película del colombiano Ciro Guerra, un realizador a tener muy en cuenta, pues se trata, evidentemente, de un talentoso director de 28 años.
En el teatro Debussy, a las 16.30hs, la comitiva colombiana subió al escenario y tras unas breves palabras de Guerra, el protagonista de la película, Marciano Martínez, empezó a tocar su acordeón y hacer rimas, como después se repetiría en la película. El público estaba feliz y hasta el mismísimo Frémaux, el director artístico de la competencia oficial y de Una cierta mirada, bailaba al compás del beat colombiano. Imprevisible y auténtico prólogo para un filme singular sobre el viaje de un músico y un posible discípulo por territorios diversos de Colombia con una misión concreta: devolver un acordeón especial a un viejo maestro.
Cinematográficamente prodigiosa, en esta película Guerra, por momentos, está a centímetros de haber hecho un filme de exportación, aunque el honesto encantamiento que produce la belleza de casi todos sus planos (los travellings son soberbios, los planos generales sobre los paisajes son admirables, y el deslumbrante trabajo sobre la luz remite un poco a lo que hizo Néstor Almendrós en Días de Gloria de Mallick) y la pequeña historia que el filme propone conjura cierta proclividad al pintoresquismo y a la antropología de manual turístico.
Ciro Guerra puede ser una de las sorpresas de Cannes 2009. Extraño destino el suyo: su primera película, La sombra del caminante le costó menos de 3000 dólares realizarla. Ese mismo dinero debe haber pagado el festival por la habitación del hotel en el que se hospeda.
La otra gran sorpresa vino de la mano de Chile. Navidad, de Sebastián Lelio, infinitamente superior a su filme precedente, La sagrada familia (un film dogma 95 no reconocido); aquí Lelio explora la subjetividad adolescente chilena de clase media en una noche previa al festejo de un 25 de diciembre. Tres personajes bastan: dos amigos casi novios y la aparición inesperada de una joven que busca a su padre al que jamás ha conocido. No será una noche de pan dulce, sino más bien de una arriesgada indagación física y simbólica sobre la libertad, los deseos e incertidumbres, propio de una edad. Es un filme honestamente provocativo, y si se sostiene en su metraje es porque hay un cuidado inmenso en la construcción de los personajes. La autenticidad es su secreto.
Navidad es una de esas películas que un pasaje determinado resignifica la totalidad de los planos precedentes y posteriores. En efecto, hay una ménage à trois adolescente de una intensidad erótica y, paradójicamente, de una ética incuestionable, si se entiende por ética un cuidado del otro sin renunciar al cuidado de sí, que habrá de vigorizar la totalidad de la trama. En esta ocasión Lelio no apela a la irritación barata de la barra de von Trier, algo que sí padecía su opera prima. Su puesta es precisa, y hay un trabajo verificable en la escritura del film, que en parte se le debe a Gonzalo Maza, un excelente programador del festival de Valdivia.
La decepción latina vino por el lado de Brasil. La película Á deriva, de Heitor Dhalia, tras un promisorio comienzo en su carrera con Olor a caño, se ha pasado del lado de los directores como Meirelles, productor del film: busca su lugar en Hollywood. Su ridículo y ahistórico drama familiar a las orillas de Buzios, protagonizado por el francés Vincent Cassell, es su carta de admisión para seguir la carrera en Los Angeles. Su película compite en Una cierta mirada. Y está sí es para extranjeros interesados en vacacionar en Brasil.
FOTOS: 1) Ciro Guerra; 2) Los viajes del viento; 3) Navidad.
Este artículo fue publicado por La voz del Interior bajo otro título y en una versión simplificada.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
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