ARGENTINA EN LA HORA DEL LOBO

ARGENTINA EN LA HORA DEL LOBO

por - Ensayos
17 Ago, 2023 12:36 | comentarios
Sobre nuestro presente, sobre el pasado, también sobre el cine, la literatura y la crítica.

¿Hay una historia? Así empezaba Respiración artificial, acaso la gran novela de (más que sobre) la dictadura, junto conNadie nada nunca (títulos que ya hablaban de esa vida dañada, bajo la aparente normalidad). Novelas que hablaban en presente, algo que ya no parece suceder ni siquiera con el pasado reciente. ¿Por dónde empezar, entonces, si uno quiere hablar de los resultados de las últimas elecciones, y de las elecciones estéticas que adolecen de política y nos dejan más desamparados a la hora de entenderla? Voy a traer a cuento apenas unos fragmentos, de días atrás y de una década atrás, que dan cuenta de que sólo nos sorprende lo que el arte no sabe predecir, cuando la historia lo revela más certero que las encuestas electorales.

1.

En un libro publicado en 1985 llamado El poder carnívoro (uno de los primeros que analizaba la “comunicación” de la dictadura a través de discursos, hechos e imágenes), Alvaro Abos le dedicaba un capítulo a “El fusilado de la Plaza de la República”, un hombre bajado de un Falcon y acribillado contra el obelisco a mediados de 1976: “Cuando se fusila allí –dice–, la impunidad de la violencia adquiere el carácter de un desafío, de una afirmación de su imperio absoluto. (…) La violencia se civiliza: ha abandonado los parajes desolados, los caminos alejados. Ha conquistado la ciudad (la sociedad). Hecho fastuoso, ceremonial, consagratorio. Pero también su contrapartida: hecho banal. La violencia de Estado se trivializa, se torna cotidiana”. Casi cuarenta años después, aquello que parecía quedar atrás vuelve, como farsa cruel, apenas un par de días antes de las elecciones, en el año en que se cumplen cuarenta años desde las primeras tras la dictadura. 

Recordemos ese hecho también, porque en Argentina la desmemoria amenaza a los hechos apenas días después de sucedidos, no digamos ya tras veinte años (como demuestra la reciente elección, en que la ex ministra de De la Rúa se impuso en la interna de su nueva alianza): un grupúsculo de descontentos protestaba contra las elecciones en el obelisco y (visto que eran de izquierda) fueron reprimidos sólo para mostrar el escarmiento: en una de las ínfimas plazoletas laterales, unas pocas personas fueron rodeadas y reducidas por  los numerosos efectivos de la policía de la ciudad. Algunos celulares grababan la escena: entre los cuerpos aplastados contra el piso, de pronto se hizo evidente que uno ni siquiera ofrecía ya resistencia. Al voltearlo, ante los gritos de los testigos, se lo veía inconsciente, con los ojos abiertos. Ya era tarde (y aun más tarde cuando por fin llegó una ambulancia).

La hora del lobo

Entre los que a borbotones intentaron decir algo sobre ese nuevo, flamante asesinado en la Plaza de la República, hubo un reflexivo tuit de Mariana Pérez: “Voy a pensar en la cara de Facundo Molares cuando me quiera dormir, cuando me despierte, cuando me desvele, en distintos momentos del día, así por varios días, porque así funciona el terror, él es víctima y mensaje, lo que hizo la cana es un castigo y una amenaza”. Como suele suceder en las redes cuando un mensaje circula demasiado, las respuestas no se hicieron esperar: “Qué hijos de puta que son. Matan de una patada en la panza a una chica de once años y silban bajito. Muere de un infarto un gordo integrante de las FARC y empiezan otra vez con el show de los ojos vidriosos y los cartelitos. Métanselos en el culo, hipócritas, berretas”. Quien así respondía no es uno de los habituales trolls de Twitter sino Gonzalo Garcés, uno de los orgullosos “intelectuales” que apoyaron la candidatura de Bullrich. No fue el único (Pola Oloixarac eligió la otra opción: ironizar cruelmente sobre la condición física de la víctima, algo ya habitual desde el caso Maldonado), pero lo notorio de Garcés es que se trata de un escritor respondiéndole a otra, que además es hija de desaparecidos. 

Nada de esto detuvo la brutalidad (que está muy lejos de los modales de Viñás hasta cuando era criticado por su falta: Viñas era un caballero, que conocía las reglas del duelo, en todo sentido). Garcés (una ex joven promesa de los 90, cuando la literatura vivía la misma renovación que el cine) no tuvo ningún problema en insultar del modo más bajo, usando argumentos procesistas (no digamos “negacionistas” porque no niegan, sino –como en este caso– justifican). La coartada fue una vez más establecer una falsa simetría-dicotomía, entre una persona asesinada por delincuentes comunes y un manifestante muerto durante una represión policial. Usando políticamente los muertos cotidianos por la “inseguridad” (sin importar que sea la estadística más baja de América Latina, porque los medios replican cada crimen hasta el hartazgo) para justificar los muertos por venir: pues el mayor discurso “gaslighting” de estos comunicadores de derecha es que ya no soporta(rá)n más “psicopateadas” (consistentes en estas personas que van casualmente a morir –o hacerse matar, como apenas llegan a asumir– en cercanías de fuerzas de seguridad…)

La novedad de todo esto, volviendo a Abos, no es sólo que estemos aun en posdictadura a 40 años del retorno de la democracia (ya Schwarzböck había anunciado en pleno macrismo que la tesis de Fogwill seguía siendo vigente), sino que las imágenes ya no sirvan para desmentir nada (como tampoco los argumentos sirven para desmentir las barrabasadas de varios candidatos). Aunque las imágenes quedarán al menos como testimonio cuando llegue (como ya llegó para esta muerte) el olvido. Pero para que sean algo más que un mero registro contable habría que pensarlas, que es lo que el buen cine sabe hacer. “La crisis causó dos nuevas muertes” es un título de Clarín, pero también el de un documental que nos permite comprender mejor esos sucesos. Del mismo modo, la experiencia del 2001 no sería tan fácilmente transmisible sin la Memoria del saqueo de Solanas (una de las pocas películas que se hicieron en y sobre ese momento clave). La pregunta es entonces qué película pensará esta época, visto que prácticamente desde entonces el cine argentino ha parecido abandonar todo retrato del presente. Para pensar la actualidad acaso haya que remontarse a una película que ya tiene casi diez años: La hora del lobo, de Natalia Ferreyra https://vimeo.com/122715152, que –como ignota contracara de Relatos salvajes– anticipaba no sólo el macrismo sino lo que aparece hoy a cara descubierta: el fascismo que iba volviendo a crecer en las sombras.

2.

El juicio

En el sitio de cine La tierra quema, Mercedes Orden pide “Por una  crítica urgente y antifacista”. Es un manifiesto personal aunque exige una respuesta colectiva, que no sólo la crítica parece lejos de poder dar. Pues si ya casi no quedan asociaciones de críticos, las de cineastas son tan numerosas como silentes, al menos hasta que el terremoto llegue hasta las puertas del Incaa (avísenles que el candidato dinamitador ya anunció su cierre). Algunos cineastas han manifestado su desazón en las redes sociales, e incluso a proponer como “un film para los tiempo aciagos” el que tienen actualmente en cartel, aunque la relación entre ese film (Clorindo Testa) y su “contorno” sea lateral, como desde hace veinte años recomiendan los críticos leer la política en el cine argentino. Los tiempos aciagos requieren hace rato de films que nadie está filmando. Por eso son también cada vez más aciagos los tiempos: no van a quedar ni películas que nos los recuerden.

En estos mismos días el sitio digital Taipei empezó a dedicar una serie de notas al cine argentino reciente y su periodización (que según anuncian les tomarán un año, así que habrá que ver dónde y cómo termina el recorrido…). El editorial[1] que lo enmarca dice: “el título del dossier, “Relatos domesticados”, alude a lo que consideramos una de las principales características, pero también mayores problemas, del cine argentino de los últimos años: el impacto de los modos y circuitos de producción, financiamiento y distribución de la mayor parte del cine argentino a partir del nuevo siglo”. El título podría aludir también a un problema mayor, vista la previa “domesticación” de nuestro cine respecto a los temas más urticantes de la historia política (que le es) contemporánea. 

Del mismo modo, en consonancia con el solitario manifiesto, puede hablarse de una crítica que abandonó sus cuestionamientos, ciega a su propio rol en esa indeterminación. “Uno de los mayores problemas que afronta la crítica de cine argentina actual tiene que ver con los límites a la hora de proponer lecturas que ayuden a pensar el derrotero del cine local desde el declive del Nuevo Cine Argentino”, dice el citado editorial, pero esto no se debe sólo a que “todavía no se ha alcanzado un consenso respecto a la periodización de aquel ciclo de películas”, ni a que la “inusual cantidad de películas realizadas en Argentina durante la última década y media, y la diversidad de modalidades productivas desplegadas, vuelven particularmente hostil al terreno para la investigación”. No son consensos o modos de clasificación lo que dificulta la demarcación de (y en) ese campo, sino la anomia derivada de ese estado paradójico, ya que  esa diversificación productiva no ha generado alguna estética o movimiento como el que encarnó hace ya un cuarto de siglo el Nuevo Cine Argentino, aun a su pesar. 

“Difícilmente el NCA haya fallecido de un día para el otro; es más probable que se haya apagado de a poco, como una estrella. Las fechas presentadas a modo de hipótesis varían. En algunos de sus textos, Nicolás Prividera plantea el año 2008 como nudo histórico, «entre la crisis del campo e Historias extraordinarias», donde habría surgido una segunda generación «en la que el pasado vuelve a tener peso»”. Efectivamente, el NCA se agotó hace mucho, y hoy son las series y las plataformas las que de pronto parecen descubrir, al calor de Argentina, 1985, que cine y política pueden ir de la mano (como en Diciembre 2001, el anunciado proyecto sobre Menem, o El reino, que pareció anticipar el personaje nefasto que acaba de sacar 30% de los votos). Las limitaciones, evidentes en cada caso, no se deben sólo al formato serie y al formateo de las plataformas, sino a las carencias de un cine que perdió hace tiempo los reflejos, clásicos o modernos, que le permitían tomar el pulso de la época sin perder rigor formal. Hoy no hay nada parecido a Tiempo de revancha o Juan, como si nada hubiera sucedido, por tomar dos ejemplos entre las primeras elegidas en la reciente encuesta de cine argentino.

3.

“Esa posible década comenzaría entre el ascenso del macrismo camino a la presidencia y el hito de taquilla de Relatos salvajes”, dice Taipei sobre su periodización, y ciertamente ese fue un momento de quiebre. Tan fuerte como el que hoy estamos viviendo, aunque algunos parezcan no poder salir de la sorpresa. Permítanme sumar entonces una anécdota personal: en noviembre de 2015 (según recuerdo gracias al sitio del aun existente ministerio de cultura) se realizó el “foro Imaginación Cultural”, que en el contexto de ese fin de año eleccionario reunía a “referentes del teatro, el cine, la literatura, y las artes plásticas para debatir sobre el estado artístico de la última década”. El evento se desarrolló en la sala Berni del Museo Nacional de Bellas Artes, y en la jornada dedicada al cine se realizó una charla entre Albertina Carri y quien esto escribe. No recuerdo nada de aquel evento, salvo algo que sucedió después, cuando varios de los participantes confluyeron en una salita interna, amenizada para la ocasión con un pequeño servicio de catering, a cargo de una persona que servía café a quienes rodeaban la mesa hablando del estado de la cultura… 

En un momento los murmullos de las diversas conversaciones se fueron apagando, atraídas por una amable discusión que se había suscitado a ambos lados de la mesa, entre el servidor y algún agente cultural, cuando en la conversación surgió que aquel buen hombre iba a votar a Macri. De pronto todo ese mundo progresista seguro de sí parecía descubrir que había trabajadores dispuestos a apostar por un “cambio”, sin que nadie pudiera convencerlos de lo contrario. El hombre asumía que la situación económica no era entonces desesperante, pero quería estar mejor… Me pregunto cómo andará y a quién votará, aunque no me cabe duda que “mal” en ambos casos. Lo único que me sorprende es que ese docto campo cultural no haya logrado, ni entonces ni desde entonces, entender la profundidad del cambio de época que se avecinaba.


[1] https://taipeirevista.com/index.php/2023/08/12/editorial-coordenadas-para-el-presente/

Nicolás Prividera / Copyleft 2023