A QUIET PLACE PART 2 / UN LUGAR EN SILENCIO: PARTE 2
SONIDOS DEL HORROR
La premisa del relato de Un lugar en silencio había permitido una pausa en la habitual estética de los estruendos que es la concepción sonora del cine contemporáneo. Debido a que la familia Abbott podía sobrevivir a las criaturas alienígenas eligiendo el susurro y el lenguaje de señas, única forma de eludir el radar auditivo de las criaturas veloces y voraces, los espectadores estaban obligados a mimetizarse con los intérpretes. La película convocaba al silencio; el oído y no solo la vista importaba. Una anomalía perceptiva, un descanso del régimen sonoro de las superproducciones que consideran al silencio un enemigo.
La segunda parte del filme dirigido por John Krasinski comienza antes del relato precedente. Es el día uno, el momento mismo en el que un orden establecido fenece y se inaugura otro. La familia protagónica está disfrutando de un partido de béisbol. El hijo varón tiene el bate en la mano y cuando está listo para darle a la pelota que le lanzan un fenómeno desconocido altera el firmamento: el cielo en el que anidan dioses y constelaciones se revela como portal de una desgracia biológica y cósmica. De algún lugar desconocido llegan las entidades aterradoras y en pocos minutos se hacen notar. El preámbulo es notable. Es el fin de un estilo de vida.
Después de un año y meses de aquella irrupción, la madre y sus tres hijos sobreviven. La esperanza de encontrar a otros sobrevivientes y restablecer comunitariamente una forma de vida persiste. En una emboscada, se suma sin desearlo a la célula familiar un conocido del pueblo que perdió todo. En cierto momento, la hija mayor y él caminarán juntos en dirección a una señal que guarda una promesa. La madre y sus otros dos hijos (niño y bebé), esperan en el nuevo escondite. Las enormes criaturas dentudas y sensibles al sonido acechan.
Del final del párrafo precedente se predica la novedad de la segunda parte: una ostensible predilección por el montaje paralelo del que se aprovecha elegante y enfáticamente el raccord para determinadas acciones similares que tienen lugar al mismo tiempo pero en espacios discontinuos. El resto se ciñe a la fórmula estética con la que la película hizo una diferencia en la primera entrega, hallando alguna que otra variación sobre las posibles consecuencias de las ondas sonoras en la especie invasora.
Pero Un lugar en silencio 2 llega en un momento distinto a la primera. A ningún espectador le resultarán indiferentes las reacciones de los personajes frente a la amenaza. Estos animales gigantes y sensibles a los sonidos, que tienen algo de blatodeos cósmicos, no dejan de evocar el invisible virus que trastocó desde finales de 2019 la vida planetaria. La distopia del filme de Krasinski prescinde de la distancia y los barbijos, elige sí la alteración de la comunicación verbal como lesión inevitable para sobrevivir y comparte las posiciones subjetivas que despierta la constatación de la contingencia de nuestro paso por el mundo: están los que creen en las acciones comunitarias, están los que piensan en su pellejo y los descendientes directos.
Una catástrofe natural, una invasión extraterrestre o una guerra hipotética o recreada en el cine es siempre una proyección de un imaginario del presente desplazado por la ficción para conjeturar una visión del mundo. En esta ocasión, la ficción y la no ficción apenas se diferencian por matices y énfasis. El terror no existe solamente en la pantalla.
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Un lugar en silencio: parte 2, Estados Unidos, 2021.
Escrita y dirigida por John Krasinski.
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*Publicado en el diario La Voz del Interior en el mes de julio 2021
Roger Koza / Copyleft 2021
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