LA FRANCE CONTRE LES ROBOTS

LA FRANCE CONTRE LES ROBOTS

por - Críticas
11 Abr, 2020 11:26 | comentarios
Sobre el nuevo y misterioso film de Jean-Marie Straub

Otra intempestiva de Straub

Nadie podría haber dicho, no en el siglo pasado, sino aun en este, y tan solo unos años atrás, que una película de Jean-Marie Straub habría de estrenarse en un sitio de cine online. Ni siquiera el último gran festival celebrado en Berlín contó con La France contre les robots, el cortometraje que retoma un texto de 1945 de Georges Bernanos, el último film del realizador.

El texto es preciso y tiene señalamientos directos; son líneas propias de una época y su fecha se irradia completamente en él. El argumento expresa distancia sobre una exégesis del término revolución y de sus presuntas encarnaciones recientes (en 1945), experiencias concretas de la historia del siglo XX que insinuaron ser vehículos de ese concepto o lo que ha sido enteramente el contrapeso necesario de este: la experiencia socialista de 1917 devenida en Imperio marxista, la pretérita democracia soñada por Whitman defraudada como plutocracia democrática o la encarnación mejorada del imperialismo inglés a mediados del siglo XX

Le France contre les robots, Suiza, 2020.

Escrita y dirigida por Jean-Marie Straub.

En ese texto, Bernanos también dirige sus invectivas a la cuestión de la técnica, una desconfianza comprensible en el momento de enunciación y asimismo característica de algunas posiciones filosóficas de su tiempo. El problema de la técnica vuelve misteriosamente ante nuestros ojos, y no faltaron las especulaciones de los pensadores de moda en torno a ella. El Kim Ki-duk del logos vaticinó, con algo de encanto y poca elegancia discursiva, la llegada inminente de la vigilancia total. Todo esto encierra la imagen de los robots, los enemigos.

En el corazón del texto se defiende una cierta radicalidad abstracta sobre la implicancia de la idea de revolución, un gesto que tal vez desocultó tímidamente su potencia en un episodio histórico en la historia de Francia en el siglo XVIII, una contingencia quizás, porque tampoco se trata, ni en el texto ni en el film, de una invocación apologética de una nación, cuya propia historia no fue menos imperialista ni cruel que la de Estados Unidos, el Reino Unido o la Unión Soviética.

Unos años atrás, Straub, ya sin Danièle Huillet, hizo otro film no menos enigmático que este y lo llamó Comunistas. Duraba más que una hora y retomaba viejas películas del dúo. Como sea, el empleo de ese vocablo que hoy encoleriza hasta a los críticos de cine, humoristas y peluqueros de barrio (norte) tampoco evocaba la experiencia soviética. ¿Por qué insistir con esa palabra, no menos recargada semánticamente que este otro concepto, el de revolución, acaso pareja indisociable respecto de su sentido cabal?

El día del estreno de La France contre les robots es como mínimo inactual. Llega en un momento de devastación, de tristezas infinitas, de un odio desatado en el discurso público, liberado en ocasiones de todo esfuerzo racional, ante la desesperación de perder un estilo de vida. Las certezas de siempre se ven amenazas por una indomable percepción de lo incierto, y esto es por momentos intolerable. Frente a esto, el deseo de hablar y responder a todo es concomitante al resquebrajamiento de un orden simbólico que cobijaba tanto a los pudientes como a los necesitados. Hay que decir algo ante la angustia.

Y llega entonces este film, demasiado breve, también hermoso e incómodo, en el que nada se afirma como respuesta, sino en el que más bien se prodigan los materiales necesarios para disponerse a pensar antes de hablar y actuar. La clave de film no reside en lo que dice, sino en lo que calla y también en su consciente decisión formal: la repetición.

El film no es otra cosa que un hombre que camina junto a un vasto lago entonando el texto de Bernanos. El recitado es el característico de los films de Straub-Huillet: nada de matices e interpretaciones ligadas a modulaciones del volumen de la voz, sí una dicción cristalina que busca que el texto mismo se apodere del cuerpo que le da su expresión sonora. Como suele suceder, el espacio elegido para la escena no remite a la Historia. La naturaleza no es indemne al paso del tiempo, pero los signos de este no adquieren la evidencia que sí transmiten una ciudad o un pueblo. En ese ecosistema, que sí puede remitir a varios films de Jean-Luc Godard recientes, a quien está dedicado el film, el texto resuena sin un tiempo que lo aprisione. Viene de 1945, se repite en el 2020. ¿Qué tiene para decir hoy?

Y he aquí, en ese concepto no dicho pero sí escenificado, en la repetición como tal (porque el film repite la única escena en el mismo escenario, primero en la tarde casi de noche y luego en el día), que La France contre les robots envía su propio mensaje en la botella, como lo imaginó Adorno muchas décadas atrás. La advertencia tiene algo de esperanza. Hoy, como en 1945, podemos volver a preguntar cómo se quiere vivir y qué significa hacerlo junto a otros. Puede ser que una gran mayoría desee recobrar los placeres discretos de la democracia liberal, una ilusión que solamente puede albergar aquellos, demasiado pocos, que han conocido las delicias del consumo. Dejemos el otro termino que tanto enfada a los bienaventurados del bolsillo y quedémonos por un rato con el sonido de esa palabra temible que Straub reenvía desde el siglo pasado a nuestro presente y puede aún resonar para el porvenir: revolución, incluso sin mayúscula, para no dejar de sentir el clamor de este canto civilizatorio.

Roger Koza / Copyleft 2020