LA YEGUA DE TROYA: 292 PALABRAS EN CONTRA DE BLUE JAZMINE

LA YEGUA DE TROYA: 292 PALABRAS EN CONTRA DE BLUE JAZMINE

por - Varios
22 Oct, 2013 03:20 | comentarios

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Por Roger Koza

Nota aclaratoria: en el diario La voz del interior se suele publicar todos los domingos una columna llamada Miradas opuestas. Como el título lo indica eso implica dos perspectivas antitéticas sobre una película. Generalmente, quienes escriben desconocen los argumentos del otro crítico que participa en la columna. Mi querido amigo Carlos Schilling escribió a favor (y aquí se puede leer su defensa). Mi ataque funciona principalmente como una enumeración de argumentos a desarrollar para una potencial crítica sobre el film. Pero me he atenido a la regla: un límite de palabras específicas.

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Cate Blanchet es hermosa, su talento descomunal, y su papel en Blue Jazmine está entre los mejores de su carrera. La composición gestual de su desmoronamiento psíquico en el nuevo filme de Woody Allen es notable, y es por eso que ser testigos de su repentina decadencia predispone a solidarizarse con su desgracia. De la escena inicial en un avión en el que Jazmín le cuenta su vida a una desconocida a la devastadora secuencia de cierre en donde intenta recordar la letra de una canción sentada en un banco de una calle, la empatía es inevitable.

Distracción sublime: Blanchet es un pura sangre de Troya por el cual el demiurgo de Manhattan despliega su aciaga visión de mundo. Sus personajes, más estereotipos que posibles criaturas de una realidad específica, constituyen pruebas de una misantropía elevada a filosofía social: los ricos son sólo chorros, los laburantes primitivos y execrables; todas las relaciones se organizan por un utilitarismo banal y desconocen la ternura.

En los permanentes flashbacks con los que se retoma el pasado de Jazmín para compararlo con su presente el desprecio de clase se revela como perspectiva dominante. Los hijos de su hermana proletaria, como sus pretendientes son deliberadamente patéticos. Obsérvese la fiesta en donde Jazmín conoce a un político (posible candidato amoroso que luego por una maniobra mecánica de guión se le quitará), como explicitación del punto de vista de Allen, no exento de misoginia. Una hembra enfurecida es capaz de todo, incluso de reivindicar con una acción la eficacia del FBI.

El mundo puede ser un chiquero moral, pero no hace falta privarle la dignidad a los personajes para probarlo. En todo caso, ellos son víctimas de un sistema de relaciones, no sus artífices y menos aún los culpables.

Este texto fue publicado con otro título en el diario La voz del interior en el mes de octubre 2013

Roger Koza / Copyleft 2013