
DOC BUENOS AIRES 2025 (04): LA TRILOGÍA DE GEORGE
Trabaja solo, siempre viste de negro, luce contrariado porque el sentido de urgencia lo consume y nunca deja de filmar. ¿Cuál es el móvil que no lo deja en paz? ¿Qué quiere dar a conocer? Para el cineasta de 57 años el capitalismo es una monstruosidad sin redención. Lo sabe desde que empezó a tratar de entender lo que lo rodea. Un día decidió que el cine era su modo de decir “así no” y no tardó en orientar todo su esfuerzo hacia una dirección específica respecto de todo lo que es inadmisible. George entrevió sin vacilar quién era el personaje conceptual por antonomasia de este mundo insostenible. El inmigrante. En él se cifra la abyección del presente.
En 2010, hizo su primera gran película, la más conocida, aquella en la que su cuerpo ya era un elemento orgánico de la puesta en escena. En Que descansen en la revuelta (Figuras de guerra) se perfecciona un método: se trabaja en soledad, se asiste a una zona de conflicto y persecución, se observa y, tras un tiempo, se acompaña fielmente a quienes están intentando pasar de un lado al otro de una frontera para desplazarse hacia un destino menos injusto del que vienen.
Clarividencia ganada en la praxis: se puede filmar con la cámara al hombro, y basta un micrófono para realizar una toma de sonido satisfactoria. Tales herramientas de trabajo alcanzan para reunir evidencia y para dignificar al que suele ser tratado como un indocumentado sin rostro, una abstracción peligrosa. El inmigrante es la prueba directa y primera del malestar del capitalismo; es la dimensión microscópica y lainversión correlativa del capital financiero que desconoce fronteras. En efecto, en ese hombre sin lugar, en esa mujer sin hogar, en el que no está en ningún lado resplandece como una explosión atómica miniaturizada el desperfecto de un sistema económico que delinea una forma de vida como si fuera un destino metafísico ineludible. George no hecho otra cosa que seguir paso a paso las variaciones de esa experiencia concreta del desamparado universal, aquel que deposita en otros lados una vida teñida por la decencia.
Las tres películas recientes de George tienen un punto de partida y un eventual punto de llegada. Todas tienen un mismo nombre inicial y un segundo título que indica la diferencia. ¿Quiénes son los protagonistas de cada Noche oscura? Niños, jóvenes marroquíes, siempre hombres, quienes intentan llegar de Melilla a París, quienes creen que ahí les espera una vida mejor. La primera de las tres se circunscribía al intento. La segunda película de la serie culminaba con una poesía rap dicha por un adolescente que merodeaba las inmediaciones del Arco del Triunfo. En la tercera parte, George sigue a los que pudieron cruzar el mar y pisar la ciudad más sobrevalorada de Europa. París no es un territorio utópico. Blanco y negro, encuadres precisos y cuidados, conversaciones ocasionales, un retrato del espacio público y la permanente amenaza de un estado que no perdona a nadie. Termina aquí el trabajo de años. Pero el cineasta ya está filmando. Nunca descansa en la revuelta. Él no, no quiere, no puede. O siente serenidad cuando tiene su cámara en mano.
LAS PELÍCULAS
Nuit obscure – “Ain’t I a Child?”/ Noche oscura – ¿Acaso no soy un niño?, Sylvain George, Suiza Francia-Portugal, 2025.
Los chicos marroquíes que habían intentado tantas veces en Melilla subirse a un barco para llegar a París lo lograron. ¿Era entonces la tierra prometida? Aún creen que todo podría ser distinto, a pesar de que la vida cotidiana lo desdice: pasan los meses y es exactamente igual a lo que vivían antes de partir: caminar de acá para allá, esconder las pocas pertenencias en alguna alcantarilla marcada, jugar con los otros compañeros que están en lo mismo, preparar la comida entre todos, cuidarse unos a los otros y compartir algo de lo que se ha aprendido en el extenuante camino de sobrevivir en Europa sin documentos. Como tienen entre 15 y 20 años, pueden decir que por ahora se sufre porque así es al principio. La única novedad concreta es que en París casi todos tienen un teléfono móvil, artefacto que permite entretenerse y conectarse con amigos y familiares. El resto es pura repetición, lo que no significa que la tercera parte de Noche oscura lo sea también. Repetición, sí, pero con una diferencia. El método de George es el de siempre: compilación de situaciones diarias, incorporación de diálogos tomados en la convivencia, registro minucioso del territorio elegido para vivir, primeros planos de los chicos en los que se puedenreconocer la hermosura y la decencia de cada uno. El blanco y negro persiste, excepto al inicio, en el que se suman fragmentos de videos filmados con el teléfono en el momento que llegaban a Europa en una lancha. Los notables encuadres también son una cifra de la estética de George, que está detrás de cámara como si no existiera nadie y filmara la realidad en sí. Los últimos minutos introducen una enigmática “fantasía”, instante inesperado contrastado dialécticamente después de unos minutos con un desenlace con presencia policial. El veredicto es el siguiente: los niños nómades serán cada vez más y vendrán de todas partes. Segundo veredicto: en la famosa tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad, algunos pueden pagar 5000 euros por una mascota. Tercer veredicto: en ese dato se cifra el delirio y el oprobio del sistema.
Noche oscura – Adiós aquí, adiós en cualquier parte / Nuit obscure – Au revoir ici, n’importe oùSylvain George, Francia, 2024.
La segunda parte del retrato de los jóvenes desesperados que esperan el mejor momento para subirse de incógnitos a un transatlántico en el puerto de Melilla, enclave español en Marruecos, mientras subsisten en la costa en condiciones humillantes se circunscribe esta vez a menores de edad que ni llegan en algunos casos a tener 12 años, lo que constituye, tristemente, la mayor novedad. A diferencia de la película precedente, George concentra el registro en pocos escenarios y situaciones: el puerto, el faro, los emplazamientos rocosos convertidos en pequeños dormitorios, las playas principales; los intentos de abordar un navío, los escapes ante la persecución de la guardia civil, los momentos de ocio, que pueden destinarse a pelearse en broma, tomar drogas, deambular, nadar, pescar, conversar y cocinar juntos, definen la acción. El laborioso registro observacional nunca es distante y siempre acompaña como si la cámara fuera una entidad sensible que extiende su empatía a los niños-adultos que alimentan una difusa esperanza puesta en Europa, donde creen que podrán estudiar y trabajar. Los geométricos encuadres de George, que aprovechan la profundidad de campo y el perímetro total del plano como espacio de información variable, son reconocibles desde el inicio, al igual que su predilección por reconocibles desde el inicio, al igual que su predilección por el blanco y negro, con el que conjura estéticamente la representación periodística. En el método del cineasta, cada detalle disperso es un signo decisivo: un libro abandonado, las estatuas y los letreros de la ciudad, los nombres de los barcos, los escondites elegidos para resguardar las pocas pertenencias de los “harragas” revisten la puesta en escena absorta en un presente continuo diluido en actos de supervivencia.
Noche oscura – Las hojas silvstres (los ardientes, los obstinados) / Nuit obscure – Feuillets sauvages (Les brûlants, les obstinés), Francia-Suiza, 2022.
La figura rutilante de casi todas las películas de Sylvain George es el inmigrante, aquel expulsado por condiciones invivibles en su patria que deposita en un continente la esperanza de un trabajo y un techo, aquel que también glosa en su propio cuerpo las fallas estructurales del sistema económico global. El lugar elegido es Melilla, enclave español en el norte de África que los marroquíes y otros vecinos de la región interpretan como un pasaje ideal para llegar velozmente a Europa y desde ahí subir en un barco rumbo al continente. Por años, el cineasta se involucró con los jóvenes y adolescentes que tratan de cruzar la frontera y filmó la vida cotidiana en las calles, los momentos de ocio y la obstinación por partir. La posición política de la película es indudable, pero esto no agota el tema elegido, porque en las decisiones de puesta en escena la sensibilidad poética es acá otro modo de política: blanco y negro para desmantelar la representación televisiva; inmersión absoluta en los protagonistas, como si la cámara estuviera en los hombros de uno de ellos y el punto de vista naciera del conjunto; decisiones de encuadre que no desestiman la hermosura impensable del mundo circundante y se traducen en planos detalles de las hojas de un árbol a merced del viento o en la atención auditiva dispensada a una pieza minimalista atención auditiva dispensada a una pieza minimalista entonada por grillos. Por tales motivos, la duración no se percibe como un escollo, sino como una condición necesaria para combinar armónicamente política y poesía al servicio de un retrato sin concesiones sobre la situación inadmisible de los inmigrantes, mácula ubicua de nuestra forma de vida.
Roger Koza / Copyleft 2025




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