DÍAS FELICES

DÍAS FELICES

por - Varios
09 May, 2024 03:54 | Sin comentarios
El editorial del mes: anuncios, recuerdos y algunas otras cuestiones.

La imprecación como sustancia discursiva de la vida pública tiene imprevistos efectos perniciosos. El espectáculo se escenifica sin guionistas. En Catamarca, jóvenes libertarios se patean con algunos defensores de la universidad pública, otros jóvenes, sin denominación, pero no simpatizantes de ese partido político; es una coreografía conocida para quien mira fútbol vernáculo, una demostración triste de la degradación social. Esa manifestación es apenas un match preparatorio para desgracias que desbordan cualquier noción de espectáculo. Lo que sucedió en Barracas ya es de otro orden: un hombre prende fuego a cuatro mujeres por ser lesbianas. Hay muertas, hay un autor. También hay un discurso. ¿Hace falta decir que no existe ninguna acción desprovista de una idea? El odio es una emoción que se erige en una visión. En Argentina, se vive así, y quien encabeza el país como su más alto representante es un eximio intérprete de la acción discursiva violenta que permea la mayoría de los actos de habla. El insulto predomina, porque el mandatario desconoce el arte de la injuria. 

En Cosquín, durante la última edición del Festival Internacional de Cine Independiente, se experimentó otro país. Un público fervoroso llenó las salas. Ninguna función tuvo menos de 80 personas. Al mirar la composición etaria de la audiencia era evidente su pluralidad. Estaban los estudiantes, los cineastas jóvenes, los más avezados cinéfilos y cineastas, los críticos de ayer y hoy, los jubilados, los profesionales, los «indefinidos», hombres y mujeres comunes. Era todo tan hermoso. Que Julián D’Angiolillo pudiera hablar después de la proyección de La gruta continua por 30 minutos sobre espeleología resultaba una especie de sueño en el que el ideal de la ilustración parecía encarnarse sin más: el conocimiento interesaba, el conocimiento movía, quizás modificaba perspectivas o debilitaba prejuicios. Un señor de 83 años decía que se levantaba en las noches pensando en las películas que veía en el FICIC; había llegado desde Rosario y señalaba que ningún otro festival lo conmovía tanto. Estaba satisfecho por ver a cineastas jóvenes hablar sobre lo que hacían; también le daba mucho placer tener que pensar las películas. 

Función de El estado de las cosas

Todo eso ocurrió, y muchas cosas más (sala llena viendo El estado de las cosas o Alicia en las ciudades en 35 mm; discusiones ocasionales en los bares y restaurantes; una conferencia de prensa inicial en la que se habló de los cambios perceptivos de la atención; un cineasta citando investigaciones del Conicet sobre anfibios y sobre un estudio acerca de la lengua en Argentina en el siglo XIX para indicar cómo hizo su película). Lo que pasó en esos cuatro días intensos y felices era un contrapunto exacto de todo lo que sucedía en el país en que el biógrafo oficial del presidente se refería a los homosexuales como invertidos y daba a conocer la insidiosa tesis de que esos pederastas que practican una sexualidad indebida y antinatural tienden a suicidarse más que ningún otro grupo humano. Sobre esto último, es recomendable leer «Un placer tan sencillo», de Michel Foucault, mucho mejor que la ironía radial del escritor peruano Jaime Bayly. Empieza así: «Los homosexuales se suicidan a menudo, dice un tratado de psiquiatría. “A menudo” me encanta. Imaginemos chicos altos, delicados, con las mejillas pálidas, que, incapaces de franquear el umbral del otro sexo, no dejan durante su vida de entrar en la muerte para salir de ella inmediatamente, dando un portazo con gran estrépito. Lo que no deja de importunar a los vecinos. A falta de bodas con el bello sexo, se casan con la muerte. El otro lado, en lugar del otro sexo. Pero son tan incapaces de morir totalmente como de vivir verdaderamente. En este juego risible, los homosexuales y el suicidio se desacreditan mutuamente».

Pero lo que pasó en Cosquín es el pasado, y el editorial debe decir algo del futuro. La cosa es así: el miércoles que viene empiezan las crónicas del Festival de Cannes. Haré lo posible por publicar diariamente, como lo vengo haciendo hace años. Debo decir a los lectores que llevo más de 40 días con una pierna paralizada y un dolor incisivo y constante en la parte superior de la pierna izquierda que me impide sentarme y dormir. Es una pena que no pueda escribir y ver películas caminando. Espero que la segunda infiltración que tendrá lugar en el día de mañana ayude a alivianar el padecimiento físico. 

Después de Cannes, vendrá IndieLisboa. Deseo, entre otras cosas, poder conversar y hacer algo bien a fondo con el gran cineasta palestino Kamal Aljafari. Él y yo estamos en contacto hace tiempo; he programado sus películas cada vez que pude hacerlo, pero no nos conocemos personalmente. El festival portugués le prodiga una justa retrospectiva. Él será jurado, yo también. Espero ese encuentro. Espero estar en ese festival en el que intuyo fraternidad. 

No puedo dejar de anunciar: en el mes en curso se sumará con su columna la joven crítica Flavia Dima. Ya hablaremos sobre eso en el momento de su publicación. Trataremos de darle más atención a la cartelera y a la reseña de libros. La nueva sección, «100 años atrás», tendrá su primera publicación, en este mes sucederá. En otras palabras: seguimos activos, comprometidos y misteriosamente con ganas. En momentos como los que vivimos no se trata de resistir. Lo importante es desear y crear. Acá estamos.

Roger Koza / Copyleft 2024