LA COTIZACIÓN DE UN PLANO

LA COTIZACIÓN DE UN PLANO

por - Ensayos
07 Oct, 2025 06:37 | Sin comentarios
Lo que sudece con Um minuto é uma eternidade para quem está sofrendo es una situación que se repite todos los años en los festivales de cine.

En enero de este año se estrenó una notable película brasileña en la Mostra de Tiradentes. Se titulaba en portugués Um minuto é uma eternidade para quem está sofrendo (Un minuto es una eternidad para quien está sufriendo). En 62 minutos, Wesley Pereira de Castro consigue que la cámara no sea otra cosa que una extensión del flujo de sus pensamientos e incluso de su propio cuerpo. Desde la altura de sus ojos, mirando hacia la cintura, en un par de oportunidades, el pene del (auto)retratado se transforma en un recurso cómico desprovisto de cualquier obscenidad. El protagonista, como lo sugiere el título, está desesperado y solo conoce como consolación el cine y la literatura. Lee a Deleuze o Beckett, ve una película de Ceylan o Queirós, escribe su diario y se filma. Vive con su madre, acompañado por tortugas, patos y perros, uno de se llama Sembène. 

Pereira de Castro no pertenece a la clase media que suele filmar en Brasil, tampoco vive en la miseria; es un cinéfilo de clase baja. Su película no es otra cosa que un diario de supervivencia simbólica, cuya proeza radica en hacer de lo ordinario y doméstico un acontecimiento extraordinario. Es lo mismo que hacía Jonas Mekas, pero diferente. En el desorden y en lo provisional, entre el barro y el techo de chapa, él también vislumbró algo hermoso en el patio de su casa, la cocina, el baño y su cuarto. 

¿En dónde se puede ver una película así en Europa e incluso en otros festivales latinoamericanos? Hay un presupuesto castrador que disciplina el presunto buen gusto de los curadores de festivales cifrado en este misterioso sintagma: valor de producción. No se explicita como criterio, pero modela el juicio. ¿Qué es exactamente? Desde ya, no se trata de una categoría estética; el juicio del gusto es dócilmente fagocitado por una preferencia técnica y una condición material que la película debe reponer. Perezosa tautología: una película tiene que verse como una película. 

En efecto, para que una película pueda verse como tal debe participar de un régimen de nitidez de la imagen, respetar una sonoridad ostensible y codificada para ser escuchada en fragmentos que imitan el desplazamiento del sonido, aparentemente, como en la realidad, incluir mobiliario digno de un encuadre, contar con indumentaria apropiada para el lente y elegir locaciones o interiores que den cuenta de un presupuesto invertido. Una imagen rota, un sonido precario, una película hallada en el azar de un lugar cualquiera no alcanza para cotizar en el mercado de las artes. Si pasa el examen de los doctos es porque el disidente tiene previamente un visado de calidad. El permiso para hacer una película amateur lo pueden tener un francés consagrado, un rumano vindicado y un estadounidense celebrado como autor experimental. Un proletario, incluso con títulos académicos como es el caso de Pereira de Castro, no. 

La palabra portuguesa para amateur es “amador”. En nuestro oído español, el término dice algo más. Es bueno recordarlo, poque en muchos festivales hay comisarios y funcionarios que prefieren el beneplácito de la industria y poco amor demuestran por el cine.

*Nota bene: días atrás, DocLisboa anunció que Um minuto é uma eternidade para quem está sofrendo será parte de la competencia internacional. Uno de los pocos lugares que todavía toma riesgo en su línea de promagación.

Roger Koza / Copyleft 2025

*Publicada por Revista Caimán en el mes de septiembre.