EL ENCUENTRO CON LA VERDAD

EL ENCUENTRO CON LA VERDAD

por - Entrevistas
22 Jul, 2025 11:43 | Sin comentarios
TardeS de soledad se estrenó casi un año atrás en el Festival de Cine de San Sebastián. Despertó polémicas, también algunas objeciones y acopio elogios; no es una película que pasará al olvido. ¿Es sobre muchos toros y un torero? El punto de partida no es el punto de llegada. Una conversación con Albert Serra.

Tres escenarios: un hotel, una pequeña combi y una plaza de toros. Bastan tres espacios que no tienen ninguna otra función que la de cobijar al personaje principal, un joven torero temerario junto con su cuadrilla, hombres todos. 

Cuando la escena es en el hotel lo único que se puede apreciar es la preparación de la vestimenta del torero. La combi suele ser el lugar del después. Si Andrés Roca Rey está ahí significa que ha sobrevivido una tarde más, otra más entre tantas, después de mirar de cerca y sentir la presencia a centímetros de una bestia colosal y majestuosa que en cada encuentro es mucho más que un animal. Es la criatura que le puede dar su muerte. El tercer escenario es prioritario e irremplazable. El territorio en sí en el que se dan cita un hombre y un toro, quienes siguen un conjunto de procedimientos que retoman un viejo ritual y una forma acaso pagana de religiosidad. En Tardes de soledad, la muerte no es una abstracción; es el contracampo fáctico de respirar y ser una criatura con conciencia.

Tardes de soledad

Albert Serra debuta como documentalista, lo que no significa que Tardes de soledad constituya una singularidad absoluta respecto de sus películas precedentes. El gran cineasta catalán puede filmar las peripecias del Quijote, el llamado místico de los Reyes Magos, el encuentro tenebroso entre Casanova y Drácula, los últimos días en la Tierra de un rey francés decadente y una enigmática conspiración política en la Polinesia, pero todas tendrán la marca de su gesto artístico: precisión de ritmo, distancia consciente y cambiante respecto de los personajes y un laborioso aura de misterio sobre una experiencia trascendente pero nunca solemne, que no se deja reconocer de inmediato. Cada película es en sí un acontecimiento, porque ninguna pacta con las leyes diarias que sostienen el funcionamiento mecánico del mundo. Serra siempre está en silenciosa contienda con la generalidad, con todo aquello que somete la expresión de lo singular a un rol, una función o un estereotipo.

En Tardes de soledad la puesta en escena exige una concentración inusual. Se revela un rito y con él una época y asimismo un arcano ineludible al que nadie sabe responder con total certeza: la razón de una vida, la sinrazón de una muerte. Los increíbles movimientos del torero, los distintos toros que nunca se comportan del mismo modo y mueren de igual forma, el vocabulario de la cuadrilla para hablar sobre lo que viven en el momento del rito, los colores de las vestimentas, los silencios y la relación afectiva de ese equipo masculino, paradójicamente no reducido a un machismo tosco, cuyos integrantes asumen en la tarde la soledad, son la recompensa que se prodiga al espectador de una experiencia límite. 

Es que Tardes de soledad no es una película entre otras. Es una de las grandes películas de la historia del cine, aunque se haya estrenado en septiembre de 2024 en San Sebastián.

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Roger Koza: En principio, hay una novedad, algo que le resultaba ajeno: la condición documental. Su trabajo estaba signado por una poética específica ceñida a la ficción. Tardes de soledad añade algo nuevo a su obra. 

Albert Serra

Hemos hablado en otras ocasiones sobre su método de trabajo en el registro de la ficción. La presión es una categoría operativa. Los actores son llevados a una situación límite y extenuante; nunca saben qué están haciendo y qué organiza los actos que ejecutan. Gracias a eso se produce un efecto de verdad. En este caso, eso ya sucede en el punto de partida. El torero y su cuadrilla ya forman parte de una experiencia de lo imprevisto. ¿En qué benefició esto a su método de trabajo? 

Lo que debe haber sido un hallazgo, y en esto hay que insistir en su habitual inteligencia para sacar provecho de los pequeños avances técnicos, es que el registro del sonido permite incorporar lo que dicen el torero y su equipo en pleno momento de confrontación con el toro, algo inaccesible de otro modo. Lo que dicen importan tanto como el modo en que se expresan. Una tradición lingüística asoma inesperadamente en esos diálogos. 

Tardes de soledad

Es cierto. También tienen otro semblante. 

Justamente en esa vida inesperada de la lengua y la experiencia que la precede, Tardes de soledad encuentra su retórica, notable en el empleo de la palabra “verdad” o en esa especie de aforismos escritos en el aire por la oralidad de los miembros de la cuadrilla, como cuando se afirma, una y otra vez, que “la vida no vale nada”. 

Tardes de soledad

Esto explica un poco un procedimiento estético en la puesta de escena que tiende a la abstracción, como si fuera un requerimiento necesario para poder captar la verdad de esa experiencia límite. La escala de los planos depura la experiencia, una forma de filmar capaz de hacer visible la concentración del torero y del propio animal. Las reacciones del público casi permanecen en fuera de campo

Supongo que debe haber visto muchas películas precedentes sobre el tema. 

¿En qué sentido no se puede? 

Sobre esto me gustaría que nos detengamos. Por un lado, está el azar. Eso obliga a prepararse para acopiar todo lo que pueda ser orgánico a la película que proviene de lo imprevisto, pero el montaje es exactamente intervenir en el azar. ¿Cómo se trabaja sobre el montaje en una película de esta naturaleza?

Fin de la primera parte

*Publicado en otra versión por Revista Ñ en el mes de abril.

Roger Koza / Copyleft 2025