CULTURA CONTRA COLONIALISMO

CULTURA CONTRA COLONIALISMO

por - Ensayos
17 Jul, 2025 05:14 | 1 comentario
El colonialismo no pertenece al pasado, persiste como perspectiva y siempre es bueno encontrarse con libros y películas que contrarresten una forma inaceptable de ver el mundo.

En un muy instructivo libro publicado en España por la editorial Capitán Swing, África no es un país, el periodista nigeriano Dipo Faloyin repasa los estereotipos asociados a su continente, demasiadas veces retratado como un territorio uniforme siempre subordinado al primer mundo blanco. Más allá de explorar con humor la colosal diversidad étnica y cultural africana frente a los tópicos -vejatorios por únicos- de los paisajes exuberantes y naturalezas vírgenes pero también los conflictos y hambres irresolubles, una suerte de castigo divino inevitable, el autor da cuenta, en un bloque apasionante, del expolio de bienes artísticos ejecutado por las potencias europeas. Es un ejemplo paradigmático el caso del Reino de Dahomey, cuyos tesoros acabaron en museos de Francia después de ser brutalmente saqueado en 1892: el parisino Musée du Quai Branly guarda, él solo, casi el 80% de las noventa mil piezas robadas en el África subsahariana. En la pertinente crítica a la construcción colonial de los principales museos y la urgente necesidad de revisar sus fondos y proporcionar una justa explicación de como fueron obtenidos, el volumen casa bien con otro título imprescindible de la misma editorial, El cuadro completo de Alice Procter, que trata la perversa -y la mayoría de las veces oculta- formación de las más importantes colecciones de arte. “Todo arte es político. Todo lo que alberga un museo es político”, nos dice Alice, “porque está determinado por las políticas del mundo que lo creó”. Y añade: “el arte siempre fue la herramienta de los poderosos y también el arma de los desposeídos: la imaginería oficial controla las narrativas de la identidad y define lo que es correcto, pero estas representaciones pueden subvertirse y destruirse de manera creativa. Hay que conocer las reglas del espacio para sabotearlo. De lo contrario, las generaciones dejan de disponer de un lugar desde el que comenzar, los relatos no se cuestionan y triunfa la nostalgia”.

Atlantic

Recuerda Dipo que en 2017 Emmanuel Macron anunció en un discurso en Uagadugú, Burkina Faso, que “en los siguientes cinco años” deberían darse las condiciones para la devolución temporal o permanente del patrimonio africano a África. El presidente encomendó un informe a Bénédicte Savoy y Felwine Sarr, cuyas conclusiones contundentes exigían la devolución rápida de cualquier objeto tomado por la fuerza o adquirido en condiciones de desigualdad, incluidas las agresiones militares y la apropiación por parte de funcionarios coloniales o por expediciones científicas anteriores a las independencias. Fue un hito teórico de resultados concretos aún modestos, pero con innegable valor simbólico, como la devolución de 26 estatuas al pueblo de Benín. A ese episodio presta atención Mati Diop en un excelente documental de poco más de una hora, Dahomey, Oso de Oro en la Berlinale de 2024. La cineasta pone el foco en esas estatuas para las cuáles “130 años de cautiverio llegan a su fin”, como afirma un texto al inicio, y les da literalmente voz. Es una de ellas, la número 26, la que nos habla: “Alejado de la tierra donde nací, como si estuviera muerto. Hay miles de nosotros en esta noche. Todos tenemos las mismas cicatrices”.

De manera sobria, desde la convicción de que el puro registro es de por sí elocuente, la directora filma la minuciosa retirada de las obras del Quai Branly, las vitrinas vacías, el cuidado proceso de embalaje, la carga en el avión para el viaje de regreso a casa. En Benín la recepción será triunfal, la histórica restitución de un tesoro nacional que para Francia no fue más que un botín. La ciudadanía aplaude, canta y baila ante el paso de los camiones que traen las obras de vuelta. La detallada inspección de las estatuas antes de ser expuestas añade información que las ponen en contexto y las convierte en objetos únicos. “Yo me entrego a esa caricia tropical, al olor de la infancia, un camino hacia mí mismo. No esperaba volver a ver la luz del Sol”, declama, con voz espectral, la figura 26. Como en su primer largometraje, Atlantique (2019), el discurso de Mati Diop admite desvíos hacia el género fantástico.

En la media hora final el film adquiere una nueva capa a través de un debate público en el que participan chicas y chicos. Es la juventud beninesa quien analiza y discute, con espíritu crítico, todo lo que implica la restitución, si es el comienzo de algo más grande o apenas un gesto cosmético de la antigua metrópoli. Será una mujer joven quien exponga una cruel paradoja: toda la gente emplea allí la lengua oficial y común, el francés. “No sé hablar mi propio idioma, no puedo decir todo lo que quiero. Ni siquiera aprendemos nuestra cultura en nuestro idioma. La aprendimos en francés”. Tan lejos de nosotros, tan cerca.

Martín Pawley / Copyleft 2025