TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA

TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA

por - Varios
21 Feb, 2019 07:13 | comentarios
Antes de la consagración de la industria, unas palabras más sobre Roma.

No iba a pasar por los cines y finalmente se exhibió en casi todas las salas del mundo. El festival de Cannes la tenía entre sus elegidas, pero la batalla librada desde 2017 con Netlfix la dejó afuera y así fue que Roma tuvo su estreno mundial en Venecia, donde se llevó el León de Oro, máximo premio de ese festival. Roma fue concebida para la victoria, y nada parece indicar que no acopie estatuillas doradas de todo tipo en la próxima ceremonia del Óscar. ¿Es tan buena? ¿Se trata de una maravilla del siglo XXI, a cuya evidencia estética le corresponde la tranquila certidumbre que prodiga una verdad matemática?

A esta altura, todos tienen una opinión, más o menos fundada, sobre el film de Cuarón. Críticos conservadores y progresistas, por igual, la han abrazado; el gran público, por su parte, llena las salas o la mira más de una vez en el living del hogar y luego se expresa en los comentarios de los diarios y en las redes sociales. Una mayoría variopinta se inclina favorablemente al film de Cuarón: es que la apelación universal de su trama despierta empatía y pertenencia. El humanismo hollywoodense tiene aquí su catequesis cinematográfica perfecta.

Películas como Danza con lobos y 12 años de esclavitud, por citar dos mediocres exponentes cinematográficos condecorados en Los Ángeles, glosaban esos valores sempiternos que Hollywood vindica antes de cualquier decoro estético. La ética (y la industria) siempre está por encima de cualquier conquista estética, pues de lo contrario, películas recientes, ni siquiera nominadas en el rubro principal, como Los ocho más odiados o La hora 25, deberían haberse coronado en sus respectivos momentos. En ese sentido, Roma es ideal: expresa una fantasía de reconciliación de clases y asimismo incorpora una suerte de sensibilidad femenina propia del espíritu de nuestro tiempo. No se pueden negar, además, las ambiciones formales de la película, el plus estético a su favor: la escena del incendio, la del cine y aquella en la que se divisa una improvisada milicia haciendo ejercicios a las órdenes de un gurú estrafalario buscan provocar admiración. Cuarón es un cineasta.

Sin embargo, Roma tiene fisuras visibles y otras menos expuestas. La coreografía semicircular empleada por Cuarón para recorrer los interiores de la casa ostenta un virtuosismo de principiante, un capricho de índole juvenil en consonancia con ese presunto “prodigioso” estilo de encuadre para registrar el paso de un avión a través de su reflejo diminuto sobre el agua vertida en el piso del patio de la casa donde vive y trabaja Cleo mientras esta limpia por la mañana. De todos modos, el tema más delicado radica en su seducción fotográfica. El consenso sobre la hermosura cromática de Roma distrae respecto a la imposición tecnológica de las cámaras de hoy, cuya alta definición suele anular, por la prepotencia del dispositivo, cualquier consideración estética sobre la textura de la imagen. Sobre el sonido en Roma se podrían sumar otras cuantas objeciones; los avances tecnológicos absuelven al cineasta de pensar acerca de sus materiales.

Es posible que Roma se lleve la mayoría de los premios destacados, del mismo modo que El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman) será ignorado olímpicamente. Las comedias políticas no gozan del beneplácito de los votantes, y La favorita, el otro contrincante de peso, no es Shakespeare enamorado. Lo curioso es que, detrás de cámara, en ambas candidatas, hay un director extranjero, un mexicano y un griego. Es aquí donde Roma puede estar en inferioridad de condiciones: la cuota de producción estadounidense existe, pero el film en sí es tan poco estadounidense que puede inspirar suspicacias y dudas. El nacionalismo no es una variable desestimable, porque a diferencia de la cinefilia, que no es nunca patriota, Hollywood siempre lo ha sido. ¿Puede un film que transcurre principalmente en un barrio de México, en la década de 1970, hablado en español, llevarse todas las estatuillas? El multiculturalismo estadounidense estará a prueba el próximo domingo.

En la banal fiesta anual de los millonarios “sensibles”, una actriz indígena que ha interpretado a una sirvienta subirá en algún momento al escenario. La irrealidad de la ceremonia y la realidad que está más allá de ese mundo de indumentarias onerosas y joyas resplandecientes entrarán en colisión. Curiosamente, esa coincidencia de opuestos también tiene lugar en el interior de Roma: en cada plano del film se siente el dólar que lo sustenta, incluso cuando Cuarón incluye una larga escena festiva en la que entran en contraste la discreta alegría de los sirvientes y la algarabía de los pudientes.

*Este texto fue comisionado por el diario La voz del interior en el mes de febrero de 2019.

Roger Koza / Copyleft 2019