FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2019 (14) : POCO PARA RECORDAR DE LO NUEVO Y UNA GRAN RETROSPECTIVA

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2019 (14) : POCO PARA RECORDAR DE LO NUEVO Y UNA GRAN RETROSPECTIVA

por - Festivales
03 Dic, 2019 03:56 | 1 comentario
Una lectura sobre la última edición y un elogio justo sobre la retrospectiva de John M. Stahl

Muchos eran los rumores que circulaban acerca de las dificultades existentes –a partir de la desastrosa situación económica del país y las restricciones presupuestarias- para la realización del Festival de Cine de Mar del Plata. Sin embargo el evento se llevó adelante, con alguna disminución en la cantidad de películas y de invitados, aunque con diez días más que el año anterior. La figura de José Martínez Suárez, presidente del festival durante once años y recientemente fallecido, estuvo presente de manera permanente en el evento, ya a partir de la función de apertura, con la exhibición de Los muchachos de antes no usaban arsénico, una de sus mejores películas. Donde sin duda se sintió el ajuste fue en la ausencia de invitados de renombre, aunque esas restricciones no justifican que no existiera una sala de prensa ni que no hubiera catálogos para vender a los interesados en comprarlo. El bajo costo de las entradas provocó que la afluencia de público a las salas fuera numerosa, con preponderancia de jubilados y estudiantes, los favorecidos con los descuentos y se extrañaron -a pesar de la gran cantidad de películas argentinas y latinoamericanas en exhibición- las escasas referencias a la conflictiva situación del país y del continente.

Una vez más debo mostrar mi desacuerdo con el entusiasmo con que varios críticos elogiaron la programación del festival, ya sea a través de interminables listas de recomendaciones previas o de desmesurados ditirambos prodigados a la mencionada programación una vez terminado el evento, por lo que de nuevo mis comentarios aparecerán en disonancia con las opiniones mayoritarias (Aquí quiero hacer una digresión, con algo de autobombo. Me sorprende que algunas personas que algún conocimiento tienen sobre mis gustos cinematográficos se cuelguen al coro de los que sostienen que “a mí no me gusta nada”. Aquellos que hayan seguido, a lo largo de más de quince años, mis recomendaciones del cine en TV en la revista El Amante, podrán evaluar que en ese lapso he recomendado centenares de películas de todo tipo de los más diversos géneros y épocas. Es probable que mi negativa a sumarme al coro celebratorio de cualquier título que se filme en este siglo ayude a la mencionada caracterización y esta reseña probablemente la fomente, pero realmente creo que hay un enorme facilismo para sobrevalorar títulos que, muy probablemente, casi nadie recordará dentro de unos años. Fin de la digresión). Como mi amigo Roger Koza, Marcela Gamberini y Santiago González Cragnolino han comentado numerosas películas del festival, me limitaré a exponer de manera telegráfica mis disidencias con varias de sus opiniones y sí le dedicaré un mayor espacio al acontecimiento del festival, la retrospectiva en copias restauradas en 35 mm. de varias películas de John M. Stahl, haciendo la salvedad que habiendo estado en Mar del Plata solo seis días, perdí algunos films que deseaba ver. Pasemos entonces a hacer breves menciones de algunos títulos vistos, dejando constancia que hubo varios que no me suscitaron ningún interés y por ello los paso por alto.

Marco Bellocchio es uno de los directores italianos importantes de las últimas décadas, por lo que se aguardaba con grandes expectativas su último trabajo, Il traditore en el que incursiona en el mundo de la mafia a través de la historia de Tommasso Buscetta, el primer arrepentido de la Cosa Nostra. El film, tiene sus momentos pero le falta esa dosis de locura que aparece en otras de sus películas y está lejos de estar entre sus mejores trabajos.

Werner Herzog es uno de los directores del que sectores de la crítica han colocan a sus obras más allá del bien y del mal. Realizador desparejo, con films notables y otros prescindibles, este último, rodado en Japón, está en mi opinión, decididamente entre los últimos.

Portrait de la jeune fille en feu, de la francesa Celine Sciamma narra una historia de amor ente dos mujeres jóvenes, una pintora y su modelo, en un relato de época muy bien interpretado pero que tarda un buen tiempo en entrar en materia y tiene un tono de qualité bastante solemne.

Una decepción fue el documental Bitter Bread, de Abbas Fahdel, director de la formidable Homeland, en el que el director describe la vida cotidiana en un campo de refugiados sirios en el Líbano. La propuesta era a priori interesante pero el film resulta sorpresivamente chato y sin vuelo.

No logré entender que se le dedicara una retrospectiva, incluso haciéndola venir al país, dentro de un festival escaso en figuras, a la realizadora Nina Menkes, una directora independiente desconocida en nuestros pagos. Los dos films vistos, The Bloody Child y Magdalena Viraga (más las opiniones confiables recibidas sobre otros) (me) hicieron difícil justificar la presencia de la muestra y la realizadora en Mar del Plata.

O que arde, del gallego Oliver Laxe, ganadora de la Competencia Internacional, es una buena película, sin más, centrada en el inesperado regreso a su pueblo de un hombre que estuvo en la cárcel, acusado de provocar un incendio y el reencuentro con su madre. Cuando se produce un nuevo siniestro los hechos se precipitan.

No seré yo quien discuta los méritos del portugués Pedro Costa, sin duda uno de los directores más importantes del cine contemporáneo. No obstante, Vitalina Varela, su último trabajo, repite una serie de procedimientos ya utilizados en sus trabajos anteriores, esto es la iluminación oscura y sombría, las calles laberínticas, personajes que se mueven casi como zombis, etc. No hay duda que el film ofrece momentos de gran belleza pero uno tiene la sensación de que eso ya lo ha visto y que no sería mala idea que el director muestre su talento dentro de otro registro.

Hubo en el festival dos films alemanes que produjeron algún ruido, uno Heimat Is a Space in Time, de Thomas Heise, reconstruye un siglo de la historia de la que fuera en la posguerra Alemania Oriental, a través de numerosas cartas escritas por miembros de su familia en diferentes épocas. La discutible decisión del director de no utilizar material de archivo ni noticieros provoca que resulte en la película más interesante lo que se lee que las imágenes que se ven en la pantalla, que no actúan como aporte de los textos, ni tampoco como contrapunto de los mismos. Además, las casi cuatro horas de duración del film parecen excesivas.

La alemana, Angela Schanelec se ha convertido en una de las “vacas sagradas” de algunos sectores de las críticas. Sus primeras películas tenían interés pero ya El camino de los sueños  me había resultado difícilmente digerible. Su último trabajo I Was at Home, But…es tan soprífera como la anterior, con el agravante de una notable pretenciosidad. Además, pretender relacionar a la directora con Bresson por la presencia de un burro al principio y al final de la película no resulta demasiado serio. He leído por ahí que Schanelec está considerada la mejor directora alemana de las últimas tres décadas, Desde este lugar pido humildemente perdón a Christian Petzold por ese dilate.

Alain Cavalier es una figura muy interesante y casi marginal del cine francés y sus obras de las últimas décadas son relatos en primera persona sobre diversos avatares de su vida. En Etre vivant et le savoir el plan original era un film en el que había planificado con su amiga, la escritora Emmanuele Bernheim en el que el director interpretaba a su padre. Sin embargo, una inesperada enfermedad de Bernheim modificó el proyecto y el resultado es una película de un tono profundamente melancólico y que ratifica la originalidad del realizador.

Un indudable hallazgo del festival fue la exhibición de Le cousin Jules, un film rodado entre 1968 y 1973 por el documentalista francés Dominique Benicheti. La película, dividida en dos partes, sigue las tareas cotidianas en su granja campestre de un primo del realizador y su esposa. Con casi nulos diálogos, una notable banda de sonido y muy buena utilización del scope, el director en la primera parte, filmada en verano, muestra las tareas de la pareja en su hábitat. La segunda parte, realizada en un invierno con la mujer ya fallecida tiene un tono mucho más melancólico. Un film desconocido y memorable, que anticipó en muchos años aLa libertad, de LisandroAlonso.

Pero la cumbre cinéfila del festival fue la retrospectiva dedicada al realizador John M. Stahl, curada por el ruso Boris Nelepo y en copias restauradas en 35 mm. Nacido en Bakú, República de Azerbaiyan, en 1886 -aunque aparentemente él lo negaba y decía haber nacido en Nueva York- como Jakob Morris Strelitzsky, de familia rusa judía, tuvo en su infancia una educación en ese país. Ya radicado en los Estados Unidos en su adolescencia y juventud trabajó como actor teatral antes de entrar en el mundo del cine y desde 1914 comenzó a realizar cortometrajes, ingresando en la  MGM en 1924, donde dirigirá numerosos films mudos, la gran mayoría desaparecidos. Fue en 1932, con Back Street, que Stahl consiguió su primer éxito, pero por muchos años, se convirtió en uno de los secretos mejor guardados del cine norteamericano. Fue a partir de la completa retrospectiva realizada e el festival de San Sebastián en 1999 que su obra comenzó a tener el reconocimiento que merece. El hecho de haber realizado tres películas de las que luego Douglas Sirk realizara remakestambién fue una baza que le jugó en contra ya que hay malas lenguas que señalan que la Universal ocultaba las versiones de Stahl para promover las de Sirk. Sobre este particular hay que decir que las versiones de ambos directores son muy diferentes en estilo (el gran Douglas es más barroco y corrosivo) y que si bien Imitation of Life y Magnificent Obsession pueden competir sin desmedro con las versiones de Sirk, en el caso de When Tomorrows Comes es claramente superior a Interlude. Si hay que definir a grandes rasgos algunas características del cine de Stahl, corresponde señalar en primer lugar el carácter independiente y de enorme fortaleza de sus personajes femeninos (De los realizadores del cine americano clásico, Stahl es, junto a George Cukor, el que le otorgó un papel más preponderante a las mujeres en sus películas). También fue un muy buen director de actores y su estilo narrativo realista y directo, permitía compartir sin dificultades los conflictos de sus protagonistas. Y hay que señalar que – a contrapelo de lo que ocurría en esos años en Hollywood- varios de sus films no tienen finales felices. Si bien su reconocimiento mayor surge a partir de sus notables melodramas, hay en su filmografía varias comedias de tanta calidad como aquellos. Pasemos entonces a reseñar las películas de Stahl vistas en Mar del Plata (el no haber estado en todo el festival no me permitió ver algunas que no conocía).

Back Street, 1932, es la primera adaptación de Stahl de una novela de Fannie Hurst, que tuviera luego dos remakes (Una de Robert Stevenson, prolijo artesano, que sigue fielmente la de Stahl con una formidable pareja protagónica, Charles Boyer y Margaret Sullavan y otra muy posterior y mediocre de David Miller). El film cuenta con el primer gran personaje femenino de Stahl (notable Irene Dunne), una mujer libre e independiente que mantiene una relación adúltera con un hombre casado a lo largo de 25 años. El film está dividido en tres actos, con brillantes elipsis temporales y si bien tiene el contrapeso de que John Boles no está a la altura de la Dunne,  tiene un tono general de desencantado romantismo y es muy audaz para la fecha de su realización.

Imitation of Life, 1935, es otra adaptación de Fanny Hurst, en este caso centrada en las compleja relación entre cuatro personajes femeninos y una de las primeras películas que trata en profundidad los prejuicios raciales. Más sobria que la versión de Sirk –que por cierto es formidable- y sin su desmesurada secuencia final, la película cuenta con una escena modélica que la define a la perfección. La protagonista y su criada negra, y también socia en su negocio, comentan animadamente diversos sucesos después de cenar. Llega el momento de las buenas noches y la mujer blanca, sube a la habitación de arriba de su casa, mientras la negra se dirige a la suya en el piso de abajo. Notable momento del film en su exacta síntesis.

When Tomorrow Comes, 1939, adapta un relato de James Cain de tono marcadamente romántico, alejado de sus exitosas novelas noir. Un pianista famoso conoce de manera fortuita a una muchacha camarera, aspirante a cantante y el film relata la memorable noche que pasan, primero en la casa del pianista y luego, sorprendidos por una poderosa tormenta, en una iglesia. Es notable la química que se establece entre Charles Boyer (con su poder de seducción intacto) e Irene Dunne. La cena de inevitable despedida de los personajes es un momento de inenarrable tristeza, que puede compararse sin desmedro con situaciones similares de películas de Leo McCarey o Frank Borzage. Una auténtica obra maestra.

La película más famosa de la filmografía de Stahl y una de las dos que realizara en color (Leon Shamroy ganó un Oscar por su notable trabajo de iluminación) es Que el cielo la juzgue, 1945, adaptación de un novela de Ben Ames Williams. Una película en la que la protagonista femenina (formidable Gene Tierney), aparte de fuerte e independiente es posesiva y perversa, una auténtica femme fatal, en principio ajena a las de otras películas. Sin embargo, podría decirse que representa el lado oscuro de esos personajes en un film que cuenta con varios pasajes inolvidables (la escena del crimen del hermano lisiado de su marido, Tierney esparciendo sobre un caballo las cenizas de su padre, ella tirándose por una escalera para perder su embarazo que interfería con la relación con su esposo. Otra película formidable.

Primera adaptación de una novela de autor afro-americano (Frank Yerby), Débil es la carne, 1947, vuelve a incursionar, aunque de manera oblicua, en la problemática racial. El film, ambientado en Nueva Orleans, a principios del siglo XIX, está centrado en la relación entre un aventurero y jugador algo cínico y una muchacha sometida a rígidas convenciones sociales, algo que provocará un casamiento plagado de conflictos. Lo notable de la película y de su virtuosismo narrativo es la cantidad de situaciones que se producen a lo largo de las menos de dos horas del film, una suerte de variación sobre  Lo que el viento se llevó.

Fotogramas: When Tomorrow Comes; 2) Il traditore; 3) Etre vivant et le savoir; 4) Imitation of Life.

Jorge García / Copyleft 2019