DOC BUENOS AIRES 2019 (04): LOS CORDOBESES

DOC BUENOS AIRES 2019 (04): LOS CORDOBESES

por - Festivales
20 Oct, 2019 01:18 | Sin comentarios
A propósito del cine realizado en Córdoba. Una mirada sobre todo aquello que no es ficción.

Es un fenómeno del que se ha escrito bastante, y no por eso se han podido esclarecer las causas de la existencia de eso que con apuro y acríticamente se ha dado en llamar Nuevo Cine Cordobés. Por lo pronto, nadie podría desmentir que desde fines de la década del ’90 hasta nuestros días muchas películas, probablemente más de 100, se hicieron desde una provincia que hasta ese momento no había dado un apellido distintivo.

El cine cordobés contemporáneo se caracteriza por su variedad poética y una cierta discreción en casi todas las propuestas. La tendencia mayoritaria de sus realizadores se ha circunscripto a la ficción, aunque las tres películas más decisivas de esta cinematografía regional son tres documentales: Criada, Yatasto y La sensibilidad.

Esta selección dista de ser exhaustiva. Apenas recoge algunas películas de los últimos meses, pero basta para conjeturar algunas características vigentes en los realizadores que hacen cine desde y en Córdoba, que establecen, conscientes o no, una relación de continuidad con un esbozo de lo que puede llegar a ser con el tiempo una forma de tradición.

En efecto, Construcciones evidencia una filiación con Yatasto, del mismo modo que ambas películas parecen inconcebibles si en el cine contemporáneo no hubieran existido En el cuarto de Vanda y Juventud en marcha. Esto no significa que Hermes Paralluelo y Fernando Restelli imiten a Pedro Costa, más bien han intentado apropiarse de una forma de trabajo, un concepto de la luz y las sombras y una predilección por filmar territorios inhóspitos. El deseo secreto de estos realizadores consiste en delinear un régimen sensible en el que no se desconocen las carencias y las derrotas, pero la estética a erigir no descansa sobre la falta y el nihilismo. En el cine de Restelli no se baja la cabeza; algo se afirma y hay intersticios para el placer.

En Apuntes para una herencia, de Federico Robles, también es reconocible su filiación, porque la aventura “negativa” que emprende el realizador para desterrar una historia familiar ligada al franquismo trabaja en la misma dirección que German Scelso en La sensibilidad. La visión incómoda sobre el terrorismo de estado en Argentina, a partir de la sensibilidad de dos clases antagónicas en el seno de la familia de Scelso, se repite en la familia de Robles, pero con otro rostro del fascismo. Además, los directores tienen una película compartida: El hijo del cazador no es justamente una película que haga concesiones.

El caso de Jazmín Carballo es singularísimo. Su primera película, Los besos, tenía una fuerza documental en el corazón de una ficción. La historia de amor fallida de aquel film estaba circunscripta a una comunidad juvenil flotante, ligada a la música y disociada de las asperezas sociales de todo orden. La protagonista de La cima del mundo parece salida de aquel film, pero no es una actriz sino una joven que aspira a ser cantante. Carballo se limita a observarla en su cotidianidad, y esto es suficiente para retratar la subjetividad propia de una edad, una clase y un tiempo, el nuestro, el de la era del espectáculo como forma de vida. (Roger Koza)

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Construcciones, Fernando Martín Restelli, Argentina-Catar, 2018. 

El cine interpela el presente. ¿Desde qué idea de la historia? ¿Según qué relaciones de poder? ¿A partir de qué política de la representación? Esta ópera prima recrea un encuentro con la alteridad de un sujeto que se entrega y ya no se niega. El protagonista es albañil y, además, se ocupa de cuidar un edificio en construcción. Pero el foco no está puesto en ese devenir fatigado, sino en la intimidad que comparte junto a su hijo pequeño. En las periferias de una ciudad cordobesa, frente a la parafernalia mediática y la imaginación desgastada del gobierno de turno, que perpetran una realidad ilusoria, reinada por el desprecio y el consumo, la película no pretende realzar las peripecias de una vida expoliada, sino construir con el personaje un espacio donde el tiempo es otro: el afecto, el descanso, la noche alerta, la lectura de un cuento, el silencio, la frescura de una escapada al dique. Estos momentos luminosos reciben una atención que está a la altura del compromiso que el film asume: el trabajo de documentar, entendido como obra, proceso, transformación. (Julia Kratje).

Guajiro, Fernando Martín Restelli, Argentina, 2019.

 Un buen cineasta sabe que hay que prepararse para el azar. Quien sienta el deseo de filmar eso que llamamos real puede elegir un tema, encontrar a un personaje y visitar un territorio, pero más allá de la necesaria planificación el documentalista sale a la pesca. En un viaje de estudio, Restelli se acerca con su cámara a los maizales de una zona rural de Cuba y acompaña por un rato a los campesinos recolectando el maíz. El calor traspasa la percepción visual, la alegría de los hombres bajo el sol también. Una canción y el comentario azaroso de un campesino glosa una posición subjetiva que incluye una extensión del yo en un nosotros: “La tristeza para la funeraria; la alegría para los compañeros”, dice. Luego, otro hombre explicará el significado del término “guajiro”. La definición puede resultar un poco im- precisa, pero la pregunta con la que culmina es tan sorprenden- te como intimidante. El film no es otra cosa que el contracampo del lugar del espectador argentino. (Roger Koza)

La cima del mundo, Jazmín Carballo Malem, Argentina, 2019.

Pepi tiene 20 años; desde el plano inicial son ostensibles dos cosas sobre ella: su talento como cantante y su hermosura, en sintonía con un estereotipo juvenil reconocible. Vive con su madre en una de las tantas pequeñas localidades cercanas a la ciudad de Córdoba. Carballo mantiene una distancia mínima frente a su personaje, como si el primer plano fuera aquí una escala fidedigna para retratar la subjetividad de Pepi, cuya forma de estar en el mundo también glosa una época. El film se limita a acopiar situaciones cotidianas de la protagonista: via- jar a la ciudad, ir a la iglesia, ir a trabajar, bailar, probar a un músico y dialogar con la madre constituyen acciones suficientes para poder extraer de esos momentos la radiografía vital de una aspiración inocente: conquistar la escena del mundo, intuido como un espectáculo en el que pocos gozan de éxito. Todo se insinúa, y en ciertos pasajes, gracias a algunos planos cromáticamente hermosos, Pepi luce como una estrella. (RK).

Apuntes para una herencia, Federico Robles, Argentina, 2019.

¿Qué hacer con la “pesada herencia” que viene de la mano de un abuelo franquista? ¿Cómo reconstruir la propia historia si el relato familiar está plagado de silencios? ¿Qué hacer con la muerte del padre y del abuelo? ¿Qué hacer con los restos de lo filmado, con aquello que ha quedado detenido en la cámara y en la memoria? ¿Cómo completarse como nieto, como hijo, asumiendo la responsabilidad histórica de un pasado donde los efectos de la guerra son insondables? Robles se hace estas preguntas, entre otras tantas, y filma con una pausada urgencia íntima, una especie de autobiografía hecha de retazos, fragmentos y de vaivenes en el tiempo a través de diferentes formatos e imágenes de archivo. De ese modo, el cineasta logra resignificarse a sí mismo en el escabroso mundo de lo privado y lo familia, v donde el perdón es lo más razonable; lo que no sabemos del todo es si pudo reconciliarse con esa otra historia que también es propia y a la vez pública, fuertemente política y atrozmente violenta. (Marcela Gamberini).

Fotogramas: 1) La cima del mundo; 2) Apuntes para una herencia; 3) Guajiro

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