VISIONS DU RÉEL: HANJIAO YU ERYU / OUTCRY AND WHISPER

VISIONS DU RÉEL: HANJIAO YU ERYU / OUTCRY AND WHISPER

por - Festivales
29 May, 2020 11:53 | Sin comentarios
La película de Wen Hai, Jingyan Zeng, Trish Mcadam tuvo su estreno mundial en la sección Latitudes.

Contra la humillación

China es el signo de los signos; sirve para glosar el horror sin más, demostrar la deformación o intensificación perversa del comunismo o asimismo el perfeccionamiento del capitalismo ya disociado de la democracia liberal. También China está en boca de todos, hasta en la de varios advenedizos sociológicos del telespectáculo, que nos explican cómo en esas tierras lejanas se prioriza un modelo de subjetividad colectivo y no individual. Sobre esto último se suele invocar al viejo sabio Confucio, como si un nombre pudiera resolver el acertijo y la propensión de los chinos a priorizar el nosotros al yo.

Es probable que tome varias décadas comprender seriamente qué es China para un extranjero, cómo se piensa en ese país territorialmente inabarcable y cómo se vive ahí en la actualidad, lo que siempre conlleva inmiscuirse en la Historia; es probable, además, que se requiera aprender los idiomas dominantes de esa nación. China, no obstante, no es un signo indescifrable, más allá de la polisemia que encierra la superficie que invoca y que el cine venido de aquella región lejana vindica. Tan solo reunir algunos títulos recientes de esa cinematografía reafirma las múltiples visiones que se pueden tener de ese país: Better DaysSwimming Out Till the Sea Turns Blue y Outcry and Whisper.

El último de los títulos invocados está dirigido por Wen Hai, Zeng Jinyan y Trish McAdam, y condensa el trabajo de ocho años. El foco explícito es el lugar de la mujer en el universo laboral y político chino y en las formas de disidencia y protesta. La estructura narrativa es coral, aunque la presencia de la activista social Zeng Jinyan, delante y frente a cámara, organiza los materiales dispersos que comparten entre sí casos sobre formas de sujeción estatal y métodos de control y represión. 

Zeng reside ahora en Hong Kong con su hija, ha padecido arresto domiciliario y su marido está detenido en alguna cárcel de China desde 2008 por “incitación a la subversión contra el Estado”. Zeng aparece en el inicio, a la mitad del relato y en el final. Su voz y su rostro ordenan la perspectiva política y asimismo representan un deseado camino de individuación de la protesta. Cuando discurre acerca del derecho a mostrarse desnuda y de la superación de su vergüenza, despunta ahí una posición subjetiva que parece estar en disputa en el seno de una batalla cultural. ¿Qué significa lo personal en lo político? ¿Qué relación se establece entre la insubordinación subjetiva y la obediencia? No son preguntas que el film formule, pero de sus materiales sí se desprenden.

El testimonio de Zeng contrasta dialécticamente con el de las otras mujeres que aparecen esporádicamente en Outcry and Whisper. Todas las mujeres en lucha parecen haber naturalizado la renuncia a sus propios placeres y deseos. La lucha se circunscribe con razón a la defensa de los derechos laborales, un gesto que no siempre está encendido entre las trabajadoras. Una mujer hermosa de 23 años, que lleva siete trabajando en una fábrica textil de Jiangsu, no consigue siquiera llevar a su conciencia la situación de su propia enajenación. Es el primer testimonio ante cámara, y no es bajo ningún punto de vista una elección azarosa. Ella sintetiza una derrota, porque lee su propia vida como un sendero determinado, incluso su destino amoroso, puesto que su prometido, al que apenas ha conocido y ha sido elegido por su familia, la espera en un futuro indefinido para comenzar a construir una familia. El film apunta a corregir esa inconsciencia, y no faltan escenas para observar el activismo social de Zeng y otras precursoras en una pedagogía política orientada a la toma de consciencia.

Como suele mostrarse en muchas películas chinas, es evidente que el Estado es una máquina abstracta y piramidal. Las alusiones al pasado son imprecisas, y aquí solamente existe una referencia ambigua a la Revolución Cultural y un póster que se divisa en una pared de la casa de una cineasta que remite a las protestas de 1989. Que todos desean el advenimiento de la democracia es indesmentible, lo que no significa que de este objetivo se pueda advertir una lectura crítica sobre un sistema de producción generalizado que excede las categorías antitéticas del siglo pasado, las del comunismo y el capitalismo. Es ostensible que la explotación se evidencia como una lógica extendida del sistema en curso: los trabajadores no tienen seguro, trabajan sábados y domingos, los dueños de las empresas son prácticamente dueños del tiempo de los operarios y cualquier atisbo de protesta es interceptado por las autoridades con los castigos concomitantes. En un pasaje notable de Outcry and Whisper se introduce el caso de Xiao Mei, una mujer de Henan de 35 años que no aceptó el yugo de su empresa; por su rebeldía, sus jefes la relevaron del puesto que tenía para trabajar en un sótano ordenando documentos. Aquí el film añade un nuevo ítem en la mórbida astucia de la razón tecnocrática y empresarial. En un bafle de sonido, una cámara de vigilancia registraba su comportamiento sin interrupciones y gracias a las pruebas filmadas la empresa encontró el pretexto para despedirla: llamar por teléfono mientras se trabaja o descansar un poco son acciones inaceptables. 

Outcry and Whisper reúne otras protestas y otros testimonios que presenta con secuencias de animación, alguna que otra performance de artistas conceptuales, no siempre pertinentes respecto de la pretendida didáctica buscada en el film, material de registro tomado en distintas protestas, entre estas, de la famosa Revolución de los Paraguas de 2014. Toda la fuerza retórica está dirigida a la conquista de la libertad y a singularizar focos de resistencia que no pasan más allá de un efecto de contrapeso ante el sistema en vigencia. Nada puede ser más encomiable que filmar en contra de la humillación. Pero como dijo alguna vez un filósofo desobediente, a contramano de su propia época, “los derechos no salvan a los hombres”. Digámoslo ahora con el léxico de nuestro tiempo y aplicado a la lucha representada en el film: “Los derechos no salvan a las mujeres”.

Roger Koza / Copyleft 2020