VISIONS DU RÉEL: EL OTRO

VISIONS DU RÉEL: EL OTRO

por - Festivales
20 May, 2020 10:42 | 1 comentario
Ópera prima proveniente de Chile, una indagación precisa sobre la identidad y la soledad. Se estrenó recientemente en el festival suizo. Formó parte de la competencia oficial titulada Burning Lights.

YO ES OTRO

Yo es otro. La vieja fórmula de Rimbaud para nombrar la perplejidad de su autopercepción, fórmula gramaticalmente inestable, podría extenderse a los protagonistas de El otro, ópera prima de Fernando Bermejo. El plural recién empleado no es un equívoco, más allá de que los dos dependen de un mismo cuerpo. La escisión subjetiva del personaje no se explica, es manifiesta, y se sostiene estructuralmente gracias a un laborioso uso del plano y contraplano y al trabajo sobre los reflejos en el espejo. No hay indicios para afirmar que Oscar Garrido Bastías padezca de esquizofrenia, aun cuando la duplicación es el orden rector de la narración y la composición física de los planos. La invención del otro, de un doble de Oscar, es aquí apenas una forma de insinuar la vehemencia de la soledad en un hombre que vive aislado y cerca del mar. 

¿Quién es Oscar Garrido Bastías? Un buzo, un lector de literatura decimonónica, un cazador, un pescador. Reside en algún paraje en las inmediaciones de Valparaíso, probablemente desde hace décadas; escucha radio, canta y habla con otro (imaginario) o consigo mismo. Rezonga, ríe. Es también padre, aunque de su hija solamente existe una fotografía que lo atestigua. Esa foto, como los libros y otros objetos, remite a una historia ya acontecida que al lado del mar y sobreviviendo en ese ecosistema se transforma en vestigios. El tiempo de la soledad y el aislamiento no son los mismos que los tiempos de la vida social.

La aparición de un cineasta en la vida del protagonista no puede haber sido un evento entre otros. Es una irrupción inesperada, un interés de un desconocido en la vida de un hombre que ha hecho de su ser imperceptible un microcosmos. Como sucede en estos casos, los materiales de prensa y las palabras previas explicitan las condiciones de producción y las inquietudes que puede suscitar una película semejante. Sería hermoso encontrarse con este film como quien recoge un libro en un estante de una librería de usados y por alguna razón lo adquiere y al leerlo agradece por la generosidad del azar. Sin conocimiento previo, el film resguardaría para sí un signo indescifrable, porque nada hay en este de documental observacional, y sobre la eventual relación de la vida concreta de Garrido Bastías respecto de su personaje en el film de Ballejo solamente podría prodigársele un voto de credibilidad. “Sí, así debe vivir este hombre”.

Se podría conjeturar que Garrido en el film es ya otro de sí al que se le suma el juego psíquico de un segundo otro imaginario. La ficción subsume los elementos mínimos de lo que se llama lo real y es solamente eso el film: la transformación de lo real en ficción. Al respecto, se podría incluso argumentar que el film propone una conjura provisoria de los efectos sombríos de un solitario a través de la ficción, como si esta última fuera un espacio poblado y el documental, la mera observación, una repetición mimética de la soledad. Cuando Garrido afirma “No solo de pescado vive el hombre”, en ese momento dice sin decirlo, ya no él, sino el propio film: “No solo del documental vive el cine”. Hay aquí, en este intento misterioso por explorar la vida de un solitario, una forma de búsqueda o un deseo de constatación acerca de los orígenes de la ficción. Las citas de Moby Dick, entre otras piezas literarias, la aparición del cadáver de una ballena que deviene paulatinamente en blanca, son atajos hermosos pero demasiado a la mano para adentrarse en el arcano de la ficción. No están de más, pero distraen la atención.

 En este sentido, la película más cercana al film de Bermejo es la notable y desconocida Lamaland (Teil 1), de Pablo Siggs, en la que dos hermanos viven solos y sin decirse una palabra; son los últimos miembros vivos de las comunidades reaccionarias fundadas por la hermana de Friedrich Nietzsche. Es este un intento feliz por registrar algo así como el grado cero de ficción, en el que los actos cotidianos de los hermanos se reproducen frente a la cámara, como si fuera una observación distanciada, pero que no es otra cosa que una puesta en escena concebida como ficción, en el mismísimo instante en el que esta es pura potencia o ya solo un ademán del espíritu derrotado que no puede encenderse. El film de Siggs es sobre el nihilismo, es decir, sobre el reconocimiento de un tiempo sin dirección, una vida sin relato, una no vida. 

El otro, en ocasiones, abusa un poco de la cita explícita y de otros elementos decorativos, como la intromisión del canto de las ballenas en situaciones disociadas de la trama; por eso, es formidable cuando el personaje está en un bosque y desde ahí sí se escucha el canto del mamífero marítimo. El canto no es entonces un efecto de sonido simbólico, un subrayado, sino una aparición, como sucede con algunos planos de las lagartijas de ese ecosistema, austero y monumental, en el que los reptiles no temen a Oscar y conviven con él. La virtud del cineasta es haber filmado casi siempre a una lagartija y, en un momento fugaz y clave, conseguir divisar en un mismo plano dos de estos reptiles. Todo ser viviente en soledad encuentra a su doble.

El film de Bermejo conoció su estreno en un mundo sin pantallas; es un film al que la escala pequeña no le es indiferente. Las panorámicas simétricas lucen en una computadora o en un televisor como un remedo de un film. Ni qué decir cuando Oscar se sumerge en el mar y, en la subjetiva utilizada para contemplar el mundo marino, el mar mismo se transforma en una experiencia estética y una medusa solitaria, en un milagro biológico del Océano Pacífico.

Roger Koza / Copyleft 2020