
VERSIONES DE LA CONQUISTA
Por Nicolás Prividera
I.
Acaba de editarse en castellano Conquista de lo inútil, el diario que Werner Herzog escribió durante el rodaje de Fitzcarraldo, un film excesivo y (como no podía ser de otro modo) excesivamente sobrevalorado, que fue saludado posteriormente como la última cumbre de Herzog (visto que luego vendría el traspié de Cobra verde y una larga decadencia, de la que lo rescataría su nueva incursión en el documental). El equívoco (para la crítica y para el mismo Herzog) fue justamente creer que Herzog había llegado a la cumbre con Fitzcarraldo (su megalómano proyecto sobre un megalómano proyecto), y no con Aguirre (su megalómana crítica a una conquista nada personal). Fitzcarraldo fue más bien la conversión de Herzog en Aguirre: del conquistador inútil a la conquista de lo inútil.
Dice Quintín comentando el libro y el film: «La obsesión por lo inútil como divisa, como eje de la libertad humana cuya culminación es la literatura parece demostrar que esa cinematografía titánica de Herzog no es un acto fascista.» También se podría decir lo contrario: porque la obsesión por lo inútil (es decir: el arte por el arte) terminó de algún modo en los campos de concentración. Y aunque el anarquismo de Herzog lo salva del nihilismo, no deja de constituir un “triunfo de la voluntad”: esa guerra de un solo hombre no deja de ser una sublimada voluntar de poder convertida en un tánatos suicida. Es el lado de Herzog que expresa lo más oscuro de la adorniana “dialéctica del iluminismo”.
Hay un lado más luminoso, aunque igualmente trágico, y es el del héroe irredento, aun cuando esté alienado (Kaspar Hauser) o aislado (País de silencio y oscuridad): en su batalla con el mundo, ese héroe se afirma en su sola voluntad (más allá del triunfo). Ya no desde la megalomanía y la riqueza, sino desde la carencia (aunque su destino final parezca un terrible chiste de Groucho: “Llegué de la nada a la mas absoluta pobreza”). Son seres que no sueñan (a través de otros) con lograr que un barco cruce una montaña, sino con dar un solo paso en medio de las tinieblas: la contracara del conquistador siempre insatisfecho, los que se han conquistado a sí mismos (aun habiendo “nacido pequeños”).
II.
En el luego simbólico ’68 francés, Truffaut filma El niño salvaje, basado en la historia real de un «niño-lobo», según la cuenta en su diario su «educador», un pedagogo del siglo XVIII. Por supuesto, toda la izquierda francesa se le fue encima a Truffaut, que en su película seguía fielmente el diario y además se había reservado el papel del maestro: haciendo una lectura foucaultiana, sus detractores decían que el film era reaccionario, ya que mostraba el modo en que el saber ejercía su dominación, etc. (probablemente se hubieran sentido más a gusto con el Kaspar Hauser de Herzog, y su reivindicación del “buen salvaje”). Truffaut estaba desolado: para él, la película hablaba de la educación como acto amoroso, y explicitaba de algún modo la relación «filial» que lo había unido a Bazin (quién lo había rescatado de ser un «niño salvaje» gracias a la escuela de Cahiers).
Recordaba yo esto hace un tiempo, hablando con la directora de un instituto de menores (que está haciendo un gran trabajo para lograr convertir ese depósito de cuerpos violentados en escuela), porque me decía que no sólo tenía que luchar con el afuera (la criminalización de la minoridad), sino con el adentro: algunos «progresistas» que trabajan en el Instituto se resistían (desde su universitaria educación foucaultiana) a «imponerles la ley» (paterna y estructurante) a los chicos a su cuidado, optando más bien por potenciar la desestructuración del “sistema”… ¡Sin comprender que esos chicos vienen de un medio (familiar y social) totalmente desestructurado! Por lo que la “desestructuración” no representa ninguna novedad, ni mucho menos liberación alguna: por el contrario, para encontrarle un sentido a la rebeldía, necesitan primero incorporar una «estructura», un orden que los oriente y que también les de herramientas para liberarse o pensar (contra) ese orden: eso que siempre seguiremos llamando “educación”.
Y es que tanto ella como yo sabíamos (como Truffaut) de lo que hablábamos, porque crecimos en medio de una violenta desestructuración (producto de la época, no de la clase), de la que sólo nos salvó (entre otras cosas) el amor por el saber (eso significa la palabra «filosofía», que no tiene nada de académica) o, para decirlo mas llanamente, la pura curiosidad intelectual (que se puede estimular o adormecer, desestimar o favorecer).
III.
El cine y la educación siempre fueron de la mano. En principio porque el cine es una continuación del iluminismo por otros medios (desde su misma concepción por los Hermanos “Lumiere”). El cine no sólo fue adoptado como entretenimiento: también fue pensado como escuela. Y (uniendo los dos términos: entretenimiento y escuela) como medio de adoctrinamiento y propaganda (desde la primera guerra mundial a la guerra fría, y luego reemplazado en parte por la TV).
El documental mismo fue creado como “género” a partir de esta reducción didáctica (cerrando la escuela documentalista de Grierson lo que Vertov había abierto como posibilidad: pensar en un cine que fuera un más allá –y no un más acá- de la ficción). Pero así como hubo un cine didáctico, también hubo films sobre el didactismo: films sobre la escuela (como representación del mundo).
Dos de esas últimas representaciones de lo escolar vienen de Francia, pero son diversas (y divergentes): Una es Entre los muros (la película de Cantet que ganó la Palma de Oro en Cannes), y la otra es Ser y tener (el no menos famoso pero mucho menos visto documental de Philibert): si bien ambas trabajan sobre una base “real”, la distancia que las separa es la que media entre la ficción sociológica y la libertad documental. Cantet filma con sujetos reales en un espacio real (una clase multicultural en una gran ciudad), pero a partir de un libro previo y largos ensayos: su film logra así parecer un documental, pero al final (al caer en la inevitable “resolución del conflicto”) muestra sus costuras dramáticas (más rígidas aun cuando la moraleja es tan oscura como “políticamente correcta”). Philibert es más modesto, y a la vez más profundo: al filmar las clases (de un maestro rural en un pueblo del interior de Francia) sin forzar las situaciones, deja que las situaciones hablen por sí mismas, y que la moraleja pueda ser más luminosa, sin por ello caer en la “corrección”. Y esa es finalmente la gran lección del film (y de todo gran film): así trabajan los maestros.
Fotos: 1) Aguirre, la ira de Dios y Póster de Fitzcarraldo; 2) F. Truffaut; 3) Ser y tener.
En este blog se puede leer más sobre La conquista de lo inútil
Copyleft 2009 / Nicolás Prividera
Daniel Salzano (escritor mediocre si los hay pero persona más que interesante para sentarse en un bar a tomar un café) dijo hace poco en una entrevista que «el problema de los intelectuales argentinos es que siempre andan sospechando de la felicidad. Por eso es que se vuelven patéticos amargados». Bueno, Privadeira, creo que esa «sospecha» en vos se ha transformado, justamente, en una suerte de «estética de la crítica». Y por eso te has transformado -al menos en cada uno de los artículos que escribís- en un triste amargado moralista atrofiado por moralinas (con demasiado tufillo afrancesado de facultad de humanidades más que predecible: me mató cuando usaste el concepto de «micropoder» en Gran Torino de Eastwood jajaj). FIJATE LA INCREIBLE ESTUPIDEZ (y conste que la dijiste vos, eh) QUE ESCRIBÍS: «también se podría decir lo contrario: porque la obsesión por lo inútil (es decir: el arte por el arte) terminó de algún modo en los campos de concentración». Como notarás, mi apellido no es Sánchez, ni López; la mitad de mi familia se escapó de campos de concentración y muchos más de la misma quedaron por allá en alguna fosa común. Hitler, NO HACÍA EL ARTE POR EL ARTE -no conquistaba «lo inútil»- MATANDO JUDÍOS (Heidegger tampoco y la mala interpretación de Nietzsche mucho menos aún si por estos lados quisiste encarar tan desafortunada cita). ¿Cómo podés ser tan estrecho para meter semejante «también» tan forzado a algo que dijo Quintín y que en el cine de Herzog es más que evidente; en especial en Fitzcarraldo? Porque, justamente esta estrechez (¿amargura no había dicho al principio?) que tenés no te hace ver que «la conquista de la inutil», el «Herzog vuelto Aguirre» según vos culmina (la película culmina) conque LOS INDIOS SON LOS QUE TIRAN EL BARCO POR EL RÍO… LOS QUE REALMENTE PASAN EL BARCO POR LA MONTAÑA Y LO TIRAN AL RÍO (FIEL A SUS CONSTUMBRES RELIGIOSAS, POR LO TANTO NO HAY «INUTILIDAD» EN SU HAZAÑA SINO TODO LO CONTARIO) SON LOS INDIOS PRIVADEIRA, ¡LOS INDIOS! Y por ello es que a modo de redención, Fitzacarraldo termina consiguiendo lo que se propuso: ¡la opera!: el barco por la montaña es la metáfora de «algo más» tal como el mismo herzog lo dice en su libro. La película termina con los indios triunfando contra sus demonios ancestrales y con Fitzcarraldo escuchando su ópera (como sea, arriba del barco) en Iquitos.
Párrafo aparte para el mejunje que metiste con lo de la «educación». ¿O sea que Herzog conquista «lo inútil y los franchutes -y vos con tu am iga en una cárcel- con sus realizaciones «super realistas» sobre el sistema educativo, «lo útil»? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? -si esto fue lo que torpemente intentaste decir. Las búsquedas estéticas de uno y otro no tienen nada, pero nada que ver. En fin.
Y un detalle más: sí, re interesante (y «útil») la película de Cantet sobre la educación en Francia y bla bla bla: pero, pequeño detalle: mmmm, esa escuela donde los maestros son los «verdaderos, reales -como sé que te gustaría decirles- héroes» y desarrollan su épìca moderna, urbana y tangible y bla bla bla, ¡es una escuela llena de inadaptados que justamente se caracterizan por ser ÁRABES, NEGROS, AFRICANOS, CHINOS, EMOS y todo lo que la sociedad francesa (racista si las hay a pesar de tu adorado Michel) cataloga como «la mierda» en su sociedad justamente!… No hay golpe más bajo en esa película (que la desenmascara además) cuando festejan el embarazo de una de las maestras y ésta en sus deseos con champagne pide que su hijo salga «tan inteligente» como uno de los chinos esos que salen en la película y a cuya familia terminan deportando. O sea, DEMAGOGIA PURA (y no me hagas comparar con M estos mecanismos demagógicos).
Por eso esa «palma de oro» me hace acordar al oscar que ganó Denzel Washington cuando interpretó a un negro corrupto, adicto y mala leche que termina perdiendo contra el lindo rubio ojos celeste de Ethan Hawk y no cuando interpretó a Malcom X por ejemplo. O ni que hablar cuando Whitaker lo ganó por interpretar a uno de los peores genocidas de África.
Saludos y no uses a Herzog (a los verdaderos maestros) para estas tonteras maralistas tuyas.
Bueno, esa diatriba (y no crítica hacia la nota de Nicolás) parece demasiado personal. Como admirador del cine de Herzog (y más aún cuando se trata de Fitzcarraldo, una de mis películas favoritas) no comparto la idea que tiene Nicolás sobre Herzog, ni sobre la película, pero aún mas, no encuentro nada constructivo lo que dice Gustavo F. Gros sonre Prividera. Es cierto que el texto tiene un giro demasiado contundente de Herzog, a Tuffaut y de ahí inexplicablemente hacia el sistema educativo y la película de Cantet y Philibert. Quisiera saber por qué ese viraje. No leí el libro pero creí que el tema era Herzog y su diario de filmación. Gracias
Pablo, todas las críticas (y más aún las diatribas, y ¿por qué pusiste diatriba: por qué suena sofisticado?) son personales! ¿Qué sería una crítica «despersonalizada» sino? Y no hay nada «constructivo» en lo que digo: pues, NO QUIERO CONSTRUIR NADA, sino por el contrario, en todo caso quiero «destruir» el ñoñerismo intelectual de Privadeira o «Nicolás» como coordialmente lo llamás vos por meterse de esta forma tan torpe con Herzog (tipo al que admiro demasiado). Y sí, el tema del libro es Herzog y su diario de filmación; más bien, Herzog y sus demonios internos -como su libro anterior- «conquistados» (de allí que el nombre: «conquista de lo inútil» no sea más que una INMENSA IRONÍA que Privadeira no supo entender).
No hay nada inútil en esa Conquista; todo lo contrario.
Y al «giro contundente» (¿giro contundente?… jaja, ¿cómo es un giro «no contundente»?) lo da porque al no ser un lector de grandes metáforas, prefiere las pequeñeces políticamente correctas: onda León Gieco poniendo mogólicos en un escenario para que los aplaudan luego de no poder ni entonar media nota, perooooooo, ¡qué valientes y qué valiente León por poner mogólicos en el escenario sin poder entonar media nota!
Prefiero pasar un barco por una montaña.
De nada.
Pablo:
Yo no me preocuparía por lo que dice Gros (de hecho, ya ni siquiera leo sus comments, porque no hace más que repetir barbaridades, y no me refiero solo a sus insultos). Es solo uno de esos (in)estables comentadores de blog siempre a la espera de descargar su bilis negra (actividad que parece ser la única satisfacción que tienen en la vida): se hunden solos en su propia miseria con cada intervención. Mejor no detenerse en ellos.
Respecto a Herzog: está claro que fue (y a veces es) un gran cineasta, sobre todo en la (para todo el cine alemán) prodigiosa década del ’70, etapa que justamente termina con «Fitzcarraldo» (y para Wenders con «El estado de las cosas», y para el cine alemán en general con la muerte de Fassbinder). «Aguirre» es sin duda su mejor película (y no es casual que sea de algún modo la contracara de «Fitzcarraldo»).
En cuanto al resto, no se trata de un «giro demasiado contundente» (y mucho menos «inexplicable»). Las relaciones se desprenden del texto. El «viraje» es más bien un viaje (personal, como el que propone toda visión subjetiva). Y si hay un maestro en esto es el mismo Herzog (sobre todo en sus documentales). Pero quien mejor lo resume en el cine contemporáneo es Chris Marker («Sans soleil» es su obra maestra, y una muestra de las posibilidades ensayísticas del cine: la demostración de que no hay material heterogéneo al pensamiento).
Privadeira, siempre, es, un, placer, descargar, mi, «bilis, negra,» con, vos… Sos, mi, Receptáculo, de, «bilis, negra», favorita. Y, tu, viaje, desde, Fitzcarraldo, a… ¡el, sistema, educativo, en, las, cárceles, argentinas, y, de, ahí, al, sistema, educativo, francés,: todo, un, logro, de, la, creatividad, y, el, talento, y, todo, eso, que, seguro, creés, que, tenés, sin, dudas, y, que, Derrida, o, alguno, de, esos, estaría, de, acuerdo, que, tenés, además.
Y fijate, este «comments» (decí «comentario», Privadeira, ¡»comentario»! que te queda más acorde a un pseudo coherencia ideológica anti colonizadora que decís tener) lo escribí lento y corto así lo entendés. Al menos leés.
Me voy a ver River: ¡ahí sí voy a descarbar bilis y de todos los colores! Chau.
PD: espero a los dos últimos párrafos no haberlos escrito muy rápido.
PD2: clarísimo ahora lo del «viraje al viaje», jaja
Gracias Nicolás por responder la pregunta que hice. Desde ya muy agradecido. Saludos
Con respecto a lo último que escribiste Gustavo me parece que no comprendes la verdadera función de la crítica (ya sea de una película, de un libro de cine, de un director o cualquier otra forma artística). Yo no soy crítico de nada, pero lo que creo entender es que dicha función puramente intelectual (como realmente es) trata mas de abrir la discusión sobre algún tema, no cerrarlo como vos crees con tu comentarios personales. Y si me parece poco constructivo lo que planteas es porque tu discurso cerca mi conocimiento de lo que se discute acá, ya que vos tambien cambias el rumbo del tema hacia algo personal con los intelectuales y Prividera. Y como verás he dicho que no he leido el libro y lo que busco es ampliar mas mi conocimiento. Un comentario (no crítica) como el tuyo no contribuye a nada. O por lo menos a mi no me ayuda. Gracias, Saludos.
«La función de la crítica es puramente intelectual y tiende a abrir discusiones y no a cerrarlas contribuyendo al no cercamiento discursivo…»
¡¡Te quiero de muñequito de torta -con frac y corbatín- en mi próximo cumpleaños!!
Gracias por la Enseñanza De Lo Que Es La Crítica Puramente Intelectual y Constructiva; planeo tenerla muy en cuenta cuando vuelva a «no-criticar».
Y es una lástima que no te pueda ayudar… ¡Lástima!
Hola. Me extraña la conexión forzada de algunos temas del ensayo que ya ha sido señalada por otros arriba. Y al exceso de mala predisposición de algunos comentarios lo encuentro medio grotesco.
Pero me quedo con algunas ideas interesantes de la primera parte del artículo donde se habla de megalomanía y con otras del Sr. Gros.
Sin adherir a la opinión sobre Herzog tal como se manifiesta en el artículo (debo admitir que no soy ferviente admiradora de su obra como algunos que conozco, aunque me gustan varias de sus películas y reconozco su gran talento), me parece acertado el uso del concepto de megalomanía para hablar de su obra, porque mucho de ella a mí personalmente me hace pensar sobre esto… Es el esfuerzo por la afirmación de la voluntad personal un acto megalómano (o tal vez podemos decir fáustico) Creo que la megalomanía no tiene nada que ver con lo social y prosaico, no se puede ver desde la perspectiva «relación con el prójimo» como la idea de la caridad cristiana, va en otra dirección pienso… En todo caso, se puede hablar de megalomanías útiles e inútiles? Y entonces, qué hay de valioso en la megalomanía? El artista es un ser autocentrado, a menudo debe serlo para llevar a cabo su obra, me parece… Esta idea de megalomanía esta muy presnete en la obra de Herzog, como en Grizzly Man por ejemplo, mi favorita… Creo que el Herzog viejo me gusta más porque se relaciona de otra forma con la idea del yo centrípeto, al estilo Nieztche, tomando una idea de Stefan Zweig… A Herzog le apasiona la historia de Treadwell por las mismas razones que compone personajes como Fitzcarraldo… Algo así como locos enceguecidos por una idea que los lleva a perseguir empresas titánicas a cualquier precio… Juzgar esas proezas o locuras es natural a nuestra humana condición pienso, más cuando se trata de personajes únicos y extraordinarios. Tal vez sea una reacción natural para los comunes mortales, entre los que me incluyo (para criticar se debe partir de la sinceridad me parece), querer comparar un estándar de vida ordenado al que nos acomodamos (porque vivimos bien en él de alguna manera, o sea, hemos hallado un lugar para desplegar nuestra actividad) con la vida épica y digna de narración de seres que no encuentran en absoluto su lugar en este lado del mundo…
En el comentario que envié arriba me falto cerrar la frase: «Es el esfuerzo por la afirmación de la voluntad personal un acto megalómano (o tal vez podemos decir fáustico)?» con el ahora agregado signo de pregunta. Saludos.