UNA CASA CON DOS ENTRADAS

UNA CASA CON DOS ENTRADAS

por - Críticas, Ensayos
16 Jul, 2014 12:11 | comentarios
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Tiempos modernos

por Roger Koza

Una cita inmejorable y exacta. Son palabras escritas por un sabio y destituyen de un plumazo una falsa dicotomía entre el cine de culto y el cine popular. Decía el gran crítico Serge Daney: Qué placer admirar a Lang, porque mi portero veía a Lang y porque cuando yo leía a Platón encontraba a Lang”.

Empecemos por una evidencia triste y escandalosa: Jersey Boys: persiguiendo la música, la última película de Clint Eastwood, duró apenas una semana en Córdoba. En todo el país, desde su estreno un par de semanas atrás, sumó unos 11.000 espectadores. Es esencialmente una película popular. La historia de Frankie Valli & The Four Seasons no conlleva complicaciones de recepción. El film no pertenece a un género para entendidos, y si bien se trata de un relato sobre un grupo estadounidense que canta en inglés, sus temas musicales los hemos escuchado miles de veces en las radios y en las fiestas. En efecto: son melodías que tienen un aire de familia con las que interpretaron en ese tiempo artistas como Sandro y Nino Bravo. ¿Por qué entonces no le interesó a nadie? Un film como Bañeros 4, por otra parte, ya fue visto por más de 35.000 personas a tan solo cuatro días de su estreno. ¿Es el film de Rodolfo Ledo una película popular? El conformista apelará al cinismo de las cifras y su veredicto lucirá irrefutable: “Es lo que la gente quiere ver; los números lo demuestran”. ¿Será realmente así?

Lo que hoy se (mal)entiende como popular se inscribe y determina por su relación con el omnipresente mundo televisivo. Una explicación inmediata del suceso de Bañeros 4, al menos en este fin de semana, se puede entender debido a la eficacia de la propaganda televisiva y por el reconocimiento instantáneo que producen sus actores, personajes que parecen existir exclusivamente en la pantalla chica. No está mal entonces repensar la vieja contienda entre el cine y la televisión, una oposición que parecía perimida, pero que resurge del pasado en otras coordenadas.

El llamado cine popular en Argentina funciona como un apéndice de la lógica televisiva. Una estética propia de la representación televisiva se conjuga con algunas poéticas de cine probadas en su eficiencia. Las comedias que produce Adrián Suar y en las que él suele interpretar el papel protagónico trabajan sobre una fórmula que combina ciertas inquietudes generales de clase (media) identificables en las propuestas televisivas asociadas a los unitarios y las series, en las que se invoca una presunta profundidad, con algunos resortes narrativos y conceptos de puesta en escena que remiten directamente a la comedia americana. Son películas que borran sus marcas locales a favor de una exploración del deseo (Dos más dos), el desencanto de la vida afectiva (Un novio para mi mujer) o los reencuentros familiares (Igualita a mí), y que de este modo aluden a problemáticas universales.

Casos como el de Bañeros 4 van por otro camino. En el film de Ledo se alude, tal vez sin saberlo del todo, a la noción de slapstick de la comedia clásica americana nacida en la época del cine silente. Humor físico sostenido en la repetición del equívoco, pero aquí sin ingenio alguno que sitúe el chiste en un contexto general. El gag debe sumar algo a una idea que ordena a la película, de lo contrario, como sucede en Bañeros 4, más que un gag las escenas humorísticas se asemejan a sketches televisivos unidos por el capricho, fragmentos dispersos que se definen por la fuerza del remate veloz. ¿Qué entenderíamos por cine popular si la televisión dejara de existir?

Hubo un tiempo que cualquier film de John Ford con John Wayne pertenecía al pueblo del cine. Esas películas las podía ver un experto en William James, un obrero de la construcción, un niño de un colegio laico y un estudiante universitario. Lo mismo sucedía con varias películas de Leonardo Favio. No es descabellado pensar que si hoy se estrenara Tiempos modernos los exhibidores lo considerarían un film difícil y el público, poco acostumbrado a comedias políticamente inconformistas, temería que el clásico de Chaplin fuera un film para iniciados.

En un hermoso film de Edgardo Cozarinsky sobre la mítica revista Cahiers du cinema, Daney decía que el cine era una casa con dos entradas. Se puede acceder a él por el frente y también por la puerta de atrás. Es que para el cinéfilo la distinción y el enfrentamiento entre cine culto y cine popular constituyen un falso problema, pues sabe que el cine es un arte demasiado amable para rechazar sus múltiples manifestaciones. En esta academia libertaria y plebeya, apta para curiosos y aventureros, vemos cosas inimaginables de la vida humana y del mundo. Para los amantes del cine, películas como No reconciliados, Hechizo de tiempo, Soñar, soñar, Cuentos de la luna pálida y Titanes del pacífico conviven en un pie de igualdad.

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de julio 2014

Roger Koza / Copyleft 2014