TIM BURTON: LA EXCEPCIÓN HONORABLE

TIM BURTON: LA EXCEPCIÓN HONORABLE

por - Críticas, Ensayos
01 Nov, 2012 11:28 | comentarios

Por Roger Koza

Se trataba, quizás, de un mito (que existe un autor detrás de toda obra) que fue, no mucho después de su postulación, debidamente cuestionado. En menos de una década, en la misma comunidad intelectual donde había sido erigida, se despedazaba con bellos argumentos la idea del autor. “¿Qué es un autor?” llegó a ser una inquietud casi irrisoria de alguna gente un poco candorosa o proclive a creer en una superstición literaria y filosófica. Pero el tiempo pasó y hoy, misteriosamente, el concepto de autor ha resucitado. Tenemos desde cine de autor hasta muebles y cocina de autor; los autores proliferan en todas partes.

En el cine, primero en Francia, en la legendaria Cahiers du Cinéma, después en Estados Unidos, a partir de los escritos del recientemente fallecido Andrew Sarris, el autor cinematográfico significó más o menos lo mismo: el último responsable de una película es el director, que a través de la organización de la puesta en escena explora ciertos temas que se pueden ver a lo largo de toda una obra. Así, los críticos franceses de fines de la década del ’50 y principios de los ’60 legitimaron directores como Alfred Hitchcock y Howard Hawks. Ya no eran meros empleados de un gran estudio de Hollywood: se trataba de verdaderos creadores, maestros de la escena en cuyas películas se expresaban una cosmovisión y una visión del cine.

Basta ver Vincent (1982), el primer cortometraje de Tim Burton, para constatar ciertos rasgos que estarían presentes en toda su obra: su fascinación por la excentricidad, su gusto por un expresionismo gótico, una predilección por forjar atmósferas más que relatos, una tendencia tenue a rehuir el presente y una relación amorosa y constante con las anomalías del Hollywood clásico. Sus ídolos nunca fueron James Stewart y Cary Grant, sino Vincent Price y Bela Lugosi. ¿A quién sino a Burton se le ocurre incorporar a Alice Cooper en una película? La aparición fantástica del músico en Sombras tenebrosas (2012) fue mucho más que un capricho; se trataba de un imperativo de un sistema secreto: amar y legitimar monstruos, freaks, marginales y travestis.

Ed Wood

Es por eso que su película más paradigmática es Ed Wood (1994), más aun que El joven manos de tijera (1990). Es que el filme dedicado al “peor” cineasta de todos los tiempos evidencia la posición exacta de Burton respecto del sistema de entretenimiento que lo sostiene y pondera. Ese biopic magistral sobre Ed Wood es mucho más que un homenaje a un cineasta amado por Burton. Es el reconocimiento de un linaje, o un modo de decir que el propio Burton podría haber sufrido el destino de Ed Wood. ¿No es Marcianos al ataque (1996) una película tardía de Ed Wood? O dicho de otro modo: Burton sería un Ed Wood de nuestro tiempo pero con suerte y presupuesto; su rara idiosincracia fue adoptada por esa fábrica de sueños llamada Hollywood, que siempre necesita de criaturas alejadas de su modelo de producción en serie para garantizar cierta respetabilidad en sus productos. Burton es la excepción honorable de una industria que escupe superhéroes, vampiros adolescentes, agentes secretos y fantasmas para el consumo cotidiano. Es el autor del sistema.

Este texto fue publicado en Ciudad X en el mes de octubre 2012

Roger Koza / Copyleft 2012