TEMPLE DE ACERO / TRUE GRIT

TEMPLE DE ACERO / TRUE GRIT

por - Críticas
12 Feb, 2011 03:22 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LA NOCHE DEL CAZADOR

https://i0.wp.com/www.awardsdaily.com/wp-content/uploads/2010/12/TrueGrit1a.jpg?resize=432%2C248

Temple de acero / True Grit, EE.UU., 2010

Escrita y dirigida por Ethan Coen y Joel Coen. 

** Válida de ver

La película más amable de los Coen neutraliza su desdén por nuestra especie gracias a un elenco magnífico; este supuesto gran regreso al western, evaluación dudosa e hiperbólica, más que una película de cowboys es una comedia sobre la decadencia con ráfagas de ternura y apuntes críticos sobre una idiosincracia.

Lo primero que se lee en Temple de acero es una cita bíblica del libro de los proverbios: “Huye el impío sin que nadie lo persiga”. Posteriormente, en un travelling hacia adelante, que paulatinamente va alcanzando nitidez, la cámara se va acercando a un cuerpo que yace en la entrada de una casa; una voz en off de una mujer acompaña el plano advirtiéndonos que quien está en el suelo es su padre y que su asesino jamás hubiera pensado que una niña de 14 años saldría en búsqueda de justicia.

Es un relato personal de venganza, y el contexto (y el género) es preciso: es el nacimiento de una nación, violenta y religiosa, todavía con territorios “incivilizados” y recién “pacificada”, tras una guerra civil. En efecto, esta remake de un western de título homónimo de 1969 que le valió un Oscar a John Wayne (y que ahora tiene diez nominaciones) no es otra cosa que un relato fundacional y una exposición acabada de una filosofía social aún vigente: la venganza concebida como justicia.

Mattie Ross (Hailee Stenfield, una joven actriz que parece provenir de un Hollywood mítico) llega a Fort Smith para llevarse el cadáver de su padre, pero su agenda es otra: atrapar a quien le quitó la vida. Debido a que el sheriff tiene otras prioridades, la niña contratará a Rooster Cogburn (J. Bridges). Este viejo aguacil, mentiroso y temerario, amante de las recompensas, es quien demuestra tener un temple de acero, como la niña: es capaz de cruzar un río peligroso a caballo y ganarse las espuelas, como le dirá un texano llamado La Boeuf (M. Damon) que se unirá a Cogburn y Mattie en un viaje a través de territorio indio tras las huellas del asesino.

Sin bien “no hay nada gratis excepto la gracia de Dios”, y el dinero define los comportamientos de los hombres y los muertos se acumulan a medida que avanza la trama, la característica misantropía de los Coen y la ironía cínica permanecen atenuadas y en suspenso. Bridges, que parece canalizar a su personaje de El gran Lebowski, le impone un toque humorístico al filme, y entre Damon y Stenfield, y el resto del elenco, aportan un discreto humanismo, heterodoxo para las coordenadas simbólicas de los Coen.

Los planos abiertos típicos de los westerns llegan a mitad de película. Los indios prácticamente están fuera de campo, aunque el desprecio del hombre blanco por los pobladores originales de América es subrayado por un breve plano general en el que tres hombres, uno de ellos indio, serán ahorcados públicamente. Todos pueden decir algo antes de morir, menos el “salvaje”. Otro indio tendrá una aparición breve en una de las mejores escenas del filme, que incluye una vez más a un hombre colgando de un árbol. La combinación de planos generales y subjetivos resulta aquí magnífica, como también en una secuencia en la que Cogburn y Mattie le tienden una trampa nocturna al asesino y otros forajidos, aunque el plano más elegante incluye la aparición misteriosa de un hombre-oso montando un caballo en la nieve.

Desde el comienzo los Coen establecen un diálogo secreto con un western que no es el True Grit de Henry Hathaway. Un motivo musical suena desde un principio y anticipa el desenlace casi expresionista del filme. La travesía nocturna en donde el viejo cazador cruzará galopando el desierto con la niña herida no es otra cosa que una apropiación legítima de una de las grandes películas de la historia del cine, La noche del cazador, de Charles Laughton. Los Coen, que aquí impugnan sutilmente la ética y épica de la venganza, consiguen un instante de cine extraordinario. Es una cabalgata memorable que remite a un pasaje inolvidable del filme de Laughton en el que dos niños escapan de un demente dejándose arrastrar por la corriente de un río subidos a un bote. Es también una de las pocas secuencias en el cine de los famosos hermanos en la que el desprecio es sustituido por la ternura.

* Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de febrero.

Roger Alan Koza / Copyleft 2011