SKINAMARINK, EL DESPERTAR DEL MAL / SKINAMARINK

SKINAMARINK, EL DESPERTAR DEL MAL / SKINAMARINK

por - Críticas
30 Abr, 2023 10:41 | Sin comentarios
Anomalía de la cartelera cinematográfica vernácula, ópera prima notable de un joven cineasta canadiense.

Terror inclasificable

El terror comienza donde el lenguaje trastabilla o enmudece. El cine de terror puede sacar provecho de ese límite que imponen las situaciones que se resisten a la simbolización. La falta de palabra, la dosificación de información y el ocultamiento de la fuente del terror son las variables que pueden embozar algo que sucede en la realidad y que, experimentada sin el recurso de la palabra, desordena la psiquis y la estremece. El terror se manifiesta haciendo sentir la falla de la lengua; produce un hiato entre el fenómeno y la palabra.

Lo que pasa en Skinamarink, el despertar del mal es una proeza. El terror y la incomodidad son absolutos porque no solamente faltan palabras, también se ausentan los rostros y nada de lo que pasa es susceptible de organizarse en un relato. La fuerza de la ópera prima de Kyle Edward Ball reside en resistirse a ordenar el conjunto de sensaciones que suscita no saber qué está pasando con los dos niños. De ellos solo se consigue reconocer, con intermitencias desesperantes, los pies y las piernas, a veces las manos, y muy ocasionalmente la figura completa de sus cuerpos. El sonido perceptible es el de sus voces que repiten frases breves y susurradas. La única identificación con los niños estriba en el sonido de sus voces. Buscan a sus padres, eso se llega a inteligir, y no mucho más. Quizás es suficiente. Como sea, los cien minutos son tan incómodos como elocuentes, porque la desesperación ascendente de los niños fagocita la experiencia perceptiva. Irse de la sala es una acción previsible. Lo que molesta es exactamente el meollo del terror. La estrategia de Ball consiste en hacer que el observador sea lo observado.

Pasan cosas, pasan muchísimas cosas en Skinamarink, el despertar del mal, pero pasan de otro modo. En primer lugar, el régimen visual de la película tiende a un grado cero de visibilidad. La penumbra es esencial: lo que se llega a divisar es por breves reflejos, en especial el de un televisor que siempre transmite dibujos animados. Hay juguetes reconocibles, hay también muñecas. En ocasiones, se desconoce la fuerza de la gravedad. Es que las leyes de la física no son del todo confiables en Skinamarink, el despertar del malTampoco la cognición suministra datos seguros. ¿Las puertas y las ventanas desaparecen? Los objetos tienden al movimiento, pero no significa que alguien los mueva. La casa cobra vida, o los objetos ya no son producciones humanas. El peligro es inminente, de inicio a fin. ¿Hay sangre? ¿Hay espectros? Indicios menores pueden apenas permitir una conjetura. Apenas.

La táctica de Ball es desordenar la percepción hasta desquiciar el concepto de espacio y continuidad. ¿Cómo es posible? A la luz casi inexistente se añaden registros en contrapicado que impiden concebir el centro de los planos. El tiempo en sí opera como un continuo en la noche que no tiene fin; el espacio representado pretende huir de su condición euclidiana. Skinamarink, el despertar del mal es una pesadilla formal capaz de plasmar sin mediaciones una intensa experiencia de pesadilla a secas.

Poco importan los quince mil dólares que costó la película y el millón y medio que recaudó. Esos datos pertenecen a la lógica de la mercancía, poco tienen que ver con la estética.  Más relevante es saber que el cineasta admira a colegas como Stan Brakhage y Maya Deren, cineastas experimentales de la modernidad cinematográfica, aunque esta primera película, si bien prodiga algunas señas dispersas de esas filiaciones, no pertenece a ese orden de representación. ¿Qué es Skinamarink, el despertar del mal? Es mejor no arriesgarse a decir más. Solamente parece pertinente recalcar que ha de ser el estreno más inclasificable del año. Y es una de terror que honra al lenguaje cinematográfico como muy pocas películas de su género lo hacen en el presente.

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Skinamarink, el despertar del mal / Skinamarink, Canadá-Estados Unidos, 2022.

Escrita y dirigida por Kyle Edward Ball.

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*Publicada en La Voz del Interior en el mes de abril.

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Roger Koza / Copyleft 2023