SIN CONTROL / JOHN WICK

SIN CONTROL / JOHN WICK

por - Críticas
15 Ene, 2015 07:43 | comentarios

OTRA HISTORIA VIOLENTA

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Por Nicolás Prividera

Borges contaba siempre la misma película (asumiendo la repetición como lo propio, visto que nos referimos al sketch de Olmedo y Portales, aunque bien podría haber sido durante una cena en lo de Bioy): la historia de un tipo imperturbable al que unos asaltantes le violan a la hija y le matan a la mujer, pero sólo se violenta cuando le cortan los fideos o le rompen su inmaculado huevo frito. Lo que demuestra que esa larga saga ya era vieja en los ochentas, aunque se mantenga incólumne en películas como John Wick, la opera prima del doble de riesgo y director de segunda unidad Chad Stahelski, en la cual el literal disparador para la venganza es el crimen de un perro. (Podría escribirse largamente sobre los perros como curiosos significantes del cine de los últimos tiempos: de Alonso a Godard, pasando por Pinto o Michôd -de hecho The Rover no es más que la versión madmaxiana del mismo tema- pero ahora queremos concentrarnos en esa decadencia del humanismo cínico más que en las metáforas caninas que nos acompañan desde Diógenes -y esta vez no estoy hablando de cultura popular.)

Sin  control, Chad Stahelski, EE.UU.-Canadá-China, 2014

Los retituladores de siempre prefirieron reebautizar a John Wick como “Sin control”, como si por una vez los moviera la culpa: sin embargo, nada más alejado del espíritu de un film en el que todo luce demasiado cerebral, empezando por sus protagonistas (que aceptan su destino menos como declamadas encarnaciones trágicas que como marionetas de un demiurgo saturado por películas de acción): Keanu Reeves pasa así de las coreografías de Matrix a un hiperrealismo estilizado, pero siempre con el mismo gesto impenetrable. Y el guión hace honor a su absurda premisa con una suma de inverosimilidades que sólo se perdonan en la iglesia de Hollywood, tan falsa como la que en el mismo film sirve de pantalla a una bóveda llena de dinero, que el protagonista quema cual ascético Guasón. (Excurso, ma non troppo: ví El perro Molina junto a un tipo que no paraba de reírse, al que imagino en cambio adusto ante John Wick. Sigamos.)

Wick remite a lo “maldito” (que los protagonistas asumen como destino) pero también a la corta mecha, y hasta a echarse un polvo: todo eso resume el John “nobody” del título, enésima encarnación del dictum hollywoodense “se metieron con el tipo equivocado”. En ese sentido, la película es una inversión perfecta de A History of Violence: remite a todos los mitos que Cronenberg. revisaba desde su mismo clasicismo, pero con un cinismo que no deja lugar a la ironía, y mucho menos al claroscuro sobre ese western eterno en el que los Estados Unidos encuentran su ultima ratio, perdida ya toda inocencia heroica. Claro que John Wick no porta la torva pesadez de The Equalizaer (donde Denzel Washington vuelve a ponerse el traje de Hombre en llamas) o las sagas de Liam Neeson (otro curioso last action hero), ni mucho menos la nada asombrosa asunción de la venganza bíblica de Noe o Éxodo. En John Wick, por el contrario, la violencia es la contraseña de un mundo cerrado que la hace circular literalmente como moneda propia, por lo que no deja de destilar cierto distanciamiento en algunos diálogos o situaciones (después de la matanza, finalmente se consigue otro perro…), pero siempre al resguardo de tomarse demasiado en serio: nunca le entran las balas.

No es curioso entonces que las críticas la hayan alabado haciendo de esa ligereza un argumento, que resumo en una sola frase tomada de una de ellas: “filmada con tanta intensidad que lo demás deja de importar”. Me pregunto en qué momento a la crítica dejó de importarle “lo demás”, más cuando una película como esta se estrena la misma semana en que otra imagen intensa parece impedirnos pensar: me refiero a la de hombres ametrallados en una ciudad que prefirió siempre identificarse con la luz y no ver sus sombras, así como los espectadores se dejan ganar por una escena que han visto mil veces repetida en el cine, y que acaso les parece más irreal que la de los habituales vengadores hollywoodenses. (Este era el momento, acaso, de citar el bello modo en que Hanna Arendt retrocede hasta Homero para explicar cómo donde termina el Otro empieza la guerra y acaso termina la humanidad, pero mejor dejamos esa noble cita de¿Qué es la política? para el estreno de American Sniper, la película de Eastwood que bien podría haber filmado Bigelow.)

Nicolás Prividera / Copyleft 2015