SHUTTER: IMÁGENES DEL MÁS ALLÁ

SHUTTER: IMÁGENES DEL MÁS ALLÁ

por - Críticas
05 May, 2008 06:11 | comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

PERDIDOS EN LA TRADUCCIÓN

Shutter: Imágenes del más allá, EE.UU., 2008.

Dirigida por  Masayuki Ochiai. Escrita por Luke Dawson.

° Sin valor

Un bodrio, un ejemplo de cómo apropiarse de lo ajeno sin entender lo que no es propio, otra película más que se estrena en este programa organizado y sistemático por acabar con el cine en las salas de estreno.

El género de terror, a menudo sospechado o ninguneado por los amantes del buen cine y algunos críticos, desde la prehistoria del arte cinematográfico ha sido un género ideal para pensar el medio y experimentar, por ende, sobre el lenguaje del cine. Tan solo recordar títulos como Nosferatu o El gabinete del doctor Caligari, para corroborar que, incluso en tiempos del cine mudo, el terror ya había sido explorado por maestros como F.W. Murnau.

Tal vez agotado por la sobreexplotación de efectos especiales y fórmulas narrativas desgastadas, el público occidental prestó atención a otras latitudes, y descubrió así el denominado J-Horror, una vertiente proveniente de Japón, cuya tradición cinematográfica es de las más ricas y variadas del mundo. Pero Hollywood fagocita todo y traduce lo extraño en sus propios términos. Así, bajo el concepto de remake, se colonializa el J-Horror. Es una nueva hamburguesa, aunque sea de Tofu.

Si bien Imágenes del más allá es una remake de un film tailandés, Están entre nosotros, la estética general es la del J-Horror. Una pareja de recién casados se van de luna de miel a Japón. Ben es fotógrafo; Jane es esposa. Un llamado local altera el plan de viaje, pues Ben ha trabajado en la nación del sol naciente, de tal modo que los tortolitos se instalarán por un tiempo en Tokio. Previamente, un raro accidente automovilístico rumbo a una cabaña cerca del monte Fuji, anunciaba ya una estadía complicada.  

La felicidad es un sentimiento fugaz. Será por eso que fotografiarla es un hábito frecuente. Así, cuando Ben y Jane revelen algunas fotos de su viaje notarán unas manchas extrañas. No se trata de un problema técnico, sino de un karma metafísico que la cámara fotográfica puede captar: los espíritus deambulan, a veces se pegan a sus seres queridos (y en este caso, a cocochito) y es un modo de comunicarse. Lo que esta alma errante tiene para decir no es precisamente una salutación de felicidades.

Eisenstein decía que «una cucaracha filmada en primer plano parece en la pantalla cien veces más temible que un centenar de elefantes tomados en un plano de conjunto».  En efecto, la elección de planos, el uso del fuera de campo (sin mostrar sugerir), la búsqueda de encuadres que desestabilicen el orden de lo cotidiano, permiten compaginar el terror. Pero aquí Masayuki solamente trabaja sobre el diseño de sonido, como si los ruiditos sumados a la constante aparición de un espectro fueran suficientes para asustar. Excepto por un pasaje que transcurre en la oscuridad mientras un flash insinúa lo que está ocurriendo, la pereza es la regla.

En cierto momento, Masayuki homenajea a Psicosis, de Hitchcock. Lo que debería saber es que el gran Alfred encontraba la esencia del terror en el misterio y la monstruosidad del psiquismo y no en la postulación de un mundo suprasensible de espíritus malignos. Pero en un tiempo tan oscurantista como el nuestro, duendes, magos, profetas y fantasmas son nuestros nuevos superhéroes.

Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza

 Esta crítica fue publicada durante el mes de mayo, con otro título, por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.