SEMANA DEL 02 Al 08/06 EN CINECLUBES

SEMANA DEL 02 Al 08/06 EN CINECLUBES

por - Cineclubes
02 Jun, 2008 01:42 | Sin comentarios

LA CUMBRE: SALA LUIS BERTI, BELGRANO 470

4 de junio, a las 19.15hs: Ciclo de cine mudo:

 

La felicidad, de Aleksandr Ivánovich Medvedkin, Rusia,  1934.

64 minutos / Apta para todo público

La película más famosa y probablemente la mejor, del último y olvidado pionero ruso, Alexander Medvekin («el último bolchevique» de la película de Chris Marker que lleva ese título). Esta obra maestra surrealista y muda, hilarante y arriesgada, combina el «realismo mágico» de Gogol con lo que se podría denominar una mordaz sabiduría folclórica comunista. Un film que merece ser conocido. (Jonathan Rosenbaum, Chicago Reader).

20.30hs: Película principal:

En la ciudad de Sylvia, de José Luis Guerín, España, 2007.

84 minutos / Apta para todo público

Antes de la película principal se proyectará el cortometraje  Los niños no pierden nada, de Sharunas Bartas, Lituania, 2004. (Cortesía del cineclub La Quimera)

El regreso a la ficción de José Luis Guerín de ningún modo constituye un paso atrás. El rigor de Tren de sombras y En construcción están al servicio de su infatigable búsqueda respecto de la naturaleza del cine, y en ese sentido, la ficción, cuya índole narrativa obliga a contar, no socava la voluntad primera del cine que consiste en registrar lo real para hallar algo que sin la cámara no tendría visibilidad. Un joven, quizás poeta o pintor, está por algún motivo en Estrasburgo. Es un voyeur, le gusta sentarse en cafés y observar, principalmente a mujeres (bellas). Hasta que un día cree ver entre ellas a un viejo amor, a quien seguirá por un rato. Con esta anécdota, Guerín visita un territorio explorado por Linklater (Después del Atardecer) pero desprovisto del bello exceso dialógico y la explicación psicológica, aunque sí comparten cierta curiosidad estética sobre el espacio histórico y viviente de la ciudad. Guerín ha señalado que su película está vaciada (no vacía), del tal modo que el espectador pueda escribir la historia que va descubriendo. Ocurre que Guerín convierte un bar en un microcosmos pletórico de belleza, un mundo repleto de signos que en la mirada del protagonista incluye la mirada de quien mira la película. O compone planos elegantes y cadenciosos, planos secuencia móviles, de tal modo que la «persecución» es literalmente un paseo en la mejor tradición de la literatura de Robert Walser. El trabajo sobre el sonido es un exquisito concierto de elementos ciudadanos. Pero el paroxismo de la hermosura adviene cuando Guerín transforma un viaje en tren en una gran lección materialista de cine: imágenes en movimiento, momento en el que también habrá de postularse una tesis de otro orden: la distancia entre el recuerdo y la imaginación, o cómo la fantasía reviste a la memoria de su propia lógica. (RK)

LA FALDA: RESTAURANTE UGOLINO, 9 DE JULIO 470

5 de junio, a las 20.30hs:

El cielo de Suely, de Karim Ainouz, Brasil, 2006

90 minutos / No recomendada para menores de 16 años

Antes de la película principal se proyectará el cortometraje a 8.944 kilómetros de Cannes, de Walter Salles, Brasil, 2007

La segunda película del director de Madam Satá no posee la radicalidad política y estética de su opera prima, pero sigue demostrando que es el director más interesante de su país. Aquí no se trata de un personaje casi mítico y pretérito, sino de una mujer cualquiera que regresa con su hijo pequeño a su pueblo natal del norte de Brasil, tras un paso poco feliz por San Pablo. Es el Brasil de Lula, que, a pesar de su mandatario, sigue siendo un país desigual. Si ya no se puede avizorar una utopía colectiva, quizás todavía se pueda concebir una utopía privada. Es ese el deseo de Suely: su «cielo» implica irse del retraso regional en búsqueda de algo que trascienda la mera supervivencia, aunque pueda perder un amor, una familia e incluso a su propio hijo. Ainouz tiene un sentido preciso de la geografía, y entiende perfectamente el vínculo entre contexto y subjetividad. Como de costumbre, extrae lo mejor de su elenco, y posee una concepción del tiempo y el sentido del plano que evidencian un cineasta maduro. En ese sentido, el último plano de la película es paradigmático, plano que remite al aforismo de Godard: lo que importa en el cine es saber cuándo y por qué hacer durar y finalizar un plano. (RK)

VILLA GIARDINO: SALA TEATRO-CINE ALEJANDRO GIARDINO

8 de junio, a las 20.00hs:

Voces distantes, de Terence Davies, Reino Unido, 1988

84 minutos / Apta para todo público

Antes de la película principal se proyectará el cortometraje Prólogo, de Bela Tärr, Hungría, 2004 (Cortesía del cineclub La Quimera)

Una de las mejores películas británicas de todos los tiempos de uno de los directores menos conocidos de dicha cinematografía nacional, Voces distantes es una exposición magistral de cómo emocionar en el cine sin apelar a la manipulación ortodoxa y al sentimentalismo kitsch, más aún cuando se trata de retratar autobiográficamente la vida de una familia, católica y proletaria, de Liverpool, durante las décadas del ’40 y ’50 del siglo XX. Un prodigio formal, la historia podrá ser sencilla, aunque no por eso banal. En efecto, este es un film en el que la recolección de los recuerdos (fiestas, una guerra, dos casamientos, un funeral, el amor por la música y el cine) se materializa en imágenes, imitando el funcionamiento de la memoria. Así, la música popular inglesa constituye un sonido emocional colectivo que atraviesa las generaciones y explica en parte la intimidad. Es historia sonora. Tal procedimiento está acompañado por un trabajo en la textura y tonos del film, además de que las elecciones de encuadres y movimientos de cámara también enfatizan el trabajo del recuerdo. Véase el pasaje en el que uno de los personajes, Eileen, tras su boda, extraña a su padre mientras abraza a su hermano. Un paneo lento hacia la izquierda va yuxtaponiendo escenas pretéritas en las que mostrando y no diciendo se explica por qué a este personaje le duele la ausencia de su padre. Esta es una de las tantas secuencias magistrales de esta obra maestra de Terence Davies. (RK)