SEIS RESPUESTAS ACERCA DEL CINE CORDOBÉS

SEIS RESPUESTAS ACERCA DEL CINE CORDOBÉS

por - Entrevistas, Varios
11 Nov, 2014 11:56 | comentarios
Tres-D

Tres  D

Por Roger Koza

Hace unos días atrás, recibí un cálido mail de María Fernanda Mugica, periodista de La Nación, con un par de preguntas destinadas a formar parte de una nota general sobre el presunto fenómeno del cine cordobés. Mis respuestas fueron publicadas parcialmente, como suele suceder en estos casos.

Unos días después surgió un debate en la comunidad cordobesa en torno a la importancia de ese llamado nuevo cine cordobés. Me pareció importante dejar constancia de estas respuestas para ir sumando textos y posiciones a un posible debate que me resulta atractivo y sustancial. No tuve necesidad de responderle a Sergio Schmucler, quien disparó contra el supuesto Nuevo cine cordobés, y que además me atacó con dureza, pero sí me comuniqué con él para invitarlo a participar de una mesa redonda en la que podamos discutir sobre el cine que se hace en Córdoba. Nuestro intercambio fue positivo y es posible que en el mes de abril del año que viene, junto a otros participantes, debatamos sobre algunos temas que merecen ser pensadas a fondo. No podremos hacerlo antes porque Schmucler se encuentra desde el jueves pasado en México y regresa en unos meses, momento en el que yo viajaré al mismo país por un tiempo similar. No obstante, estoy seguro que nos encontraremos en abril.

Aquí van entonces las respuestas completas.

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¿Cuál es el contexto que permitió que en los últimos años surjan varias películas hechas en Córdoba?

Una gran cantidad de cineclubes, tanto en la ciudad de Córdoba como en algunos pueblos de la provincia, el impredecible impulso, aunque fugaz, por parte del gobierno de la provincia respecto de la producción audiovisual en el 2010, el surgimiento de una nueva crítica y los antecedentes de directores como Liliana Paulinelli, Paula Markovitch y en especial Santiago Loza, constituyen el contexto genealógico del llamado “cine cordobés contemporáneo”. Todos estos agentes y prácticas en su conjunto conforman una cultura cinematográfica (en construcción y plena evolución), de lo que se predica una retroalimentación constante entre estas variables de modo que, en la era digital en la que vivimos, los intercambios y la articulación de proyectos conjuntos resultan menos dificultosos y más fértiles que en otros tiempos en los que las condiciones materiales se imponían frente al deseo.

¿Te parece que las películas que se hicieron, con realizadores y técnicos locales, son muestra suficiente para hablar de un «nuevo cine cordobés»?

En el libro Diorama, editado y concebido por el crítico y guionista Alejandro Cozza, una figura clave de este fenómeno a escala humana, Cozza problematiza la idea de un “nuevo cine cordobés” y sustituye dicha nominación por “cine cordobés contemporáneo”. Es decir: existen películas que se filman en Córdoba y que participan directa o indirectamente de esa cultura cinematográfica en evolución. En ese sentido, existe una dialéctica secreta entre escribir y filmar.

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Staff de Cinéfilo y miembros del equipo de El último verano

¿Qué características estéticas te parece que tienen en común estas películas?

No hay al día de la fecha un patrón que conecte el conjunto de películas; se empieza a ver una cierta tendencia a filmar historias de gente joven, que coincide en edad con los realizadores; éste puede ser el primer rasgo en común, y de confirmarse esta tendencia estaríamos frente a un primer escollo, o al menos un límite indeseable para los nuevos directores, pues está bien filmar lo que se conoce, pero eso no suele conllevar riesgo. Es hora de dudar de la frescura generacional. Hay algo externo a las películas que tiene que ver con técnicos que van de un film a otro, y esto no es menor y sí es un patrón en común. La importancia de un director de fotografía como Ezequiel Salinas se puede constatar en varias películas, como Atlántida y Yatasto. Lo mismo con los sonidistas, como sucede en el caso de Martín Sappia: La laguna y Escuela de sordos tienen su impronta. Los jóvenes críticos de la revista Cinéfilo han trabajado detrás y fuera de cámara en Tres D y El último verano. Este intercambio es una variable constante.

El cine argentino tiene, más que nada, una mirada porteña (aun cuando se filme en distintas regiones del país); ¿por qué te parece que cuesta que aparezcan películas de otras provincias, hechas por realizadores locales?

Las determinaciones económicas y culturales que habilitan una experiencia colectiva como la de Córdoba resultan objetivables después de un tiempo y a cierta distancia. Lo empírico es el límite preciso de hoy y es ahí en donde sí se puede verificar una cultura cinematográfica en formación. Ha sucedido en Córdoba y no en San Luis, por ejemplo, incluso cuando en esa provincia se intentó generar un polo cinematográfico a través de una política provincial, que no tuvo su correlato en una experiencia comunitaria concreta. Estas experiencias no se inventan, más bien responden a inquietudes personales y colectivas, algo azarosas y contingentes. Por otro lado, no tengo duda respecto de la diferencia de perspectivas que se dan entre lo porteño y lo cordobés. Hay algo menos clasista en las películas cordobesas en comparación con las que se realizan en Buenos Aires. Las películas cordobesas no son cosmopolitas, pero sí universales. He aquí una distinción. Algo similar sucede con la crítica de cine que se publica en Córdoba. El libro de Fernando Pujato, Hacia lo que vendrá, me parece un caso excepcional de esta universalidad difusa que no se instituye desde una clase intelectual que se siente francesa y se imagina emparentada con París.

¿Cuál es para vos la importancia de los cineclubes, las escuelas de cine y la crítica en Córdoba para el desarrollo de una cinematografía local?

Insisto en que se trata de un fenómeno tan complejo como pequeño, que puede ser concebido como la construcción real de una cultura cinematográfica que se expresa por vías dispares. En Córdoba se ve mucho cine, se discute bastante, se escribe sobre él, se filma y se estudia. Estas acciones participan de esa cultura cinematográfica que he intentado caracterizar, y es la diferencia respecto de otras provincias. No se trata de actividades ni paralelas, ni aisladas.

¿Qué opinás de las dificultades de exhibición que enfrenta el cine argentino y la poca circulación de películas nacionales entre las provincias?

Me preocupa activamente no sólo la falta de pantalla para el cine nacional sino también para otras cinematografías. Es hora de que surjan salas pequeñas y aisladas del circuito de cines de shopping en las que se exhiba cine iraní, argentino, brasileño, kazajo, chino. La proliferación de festivales de cine constituye una respuesta distorsionada a una ausencia estructural de visibilidad de otros cines. El gran cine y el cine en construcción del siglo XXI tienen que salir del multiplex y de la exclusividad de los festivales. Por otro lado, los espacios INCAA, una buena idea, no resultan ser una respuesta suficiente. Funcionan bien cuando hay en estos espacios un programador a cargo y no un funcionario que simplemente obedezca a la grilla enviada desde una oficina situada en la avenida 9 de Julio.

Roger Koza / Copyleft 2014