EL SACRIFICIO DEL CIERVO SAGRADO / THE KILLING OF A SACRED DEER

EL SACRIFICIO DEL CIERVO SAGRADO / THE KILLING OF A SACRED DEER

por - Críticas
17 Feb, 2018 06:57 | comentarios
El huevo kinder es un chocolate de medio pelo bien envuelto con un juguete de plástico en su interior no menos ordinario que la propia golosina. Si el sexto film de Lanthimos fuera una golosina sería exactamente eso: un huevito kinder con el animalito del título encapuchado.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

LA MISANTROPÍA MECÁNICA

El sacrificio del ciervo sagrado / The Killing of a Sacred Deer, Irlanda-Reino Unido-EE.UU., 2017

Dirigida por  Yorgos Lanthimos. Escrita por  Y. Lanthimos, Efthymis Filippou

° Sin valor

Si no se presta atención la estilización extrema del film puede pasar por genio cinematográfico, y sirve bastante, además, para maquillar la categórica idiotez de la trama.

Los hombres son crueles y perversos y el mundo es una mierda, dice aquí el cineasta oriundo de la tierra de la filosofía y la democracia, que ya ha dejado de filmar en Grecia y como nuevo artista consagrado europeo lleva adelante sus ficciones abstractas ungido por la industria anglosajona. Como era de esperar, en su sexto largometraje Yorgos Lanthimos insiste con la fábula antihumanista; así alecciona y castiga a los personajes, al público y al cine. Cada plano enuncia una presunta verdad: somos una especie miserable.

En este cuento teológico médico familiar, un cardiólogo deberá pagar por mala praxis. El hijo de un paciente damnificado mantiene un enrevesado vínculo con el médico. Quizás quiera seguir el camino de quien le quitó involuntariamente la vida a su padre, quizás busque siniestramente sustituir al padre ausente. ¿Es su mentor? ¿Un discípulo? ¿Son amantes? Más tarde, el joven y la hija del médico se sentirán atraídos, y la madre de este tendrá inclinaciones similares por el médico. Y habrá situaciones aún más extrañas: los hijos del médico dejarán de caminar. En realidad, cada acto es parte de un plan de venganza.

El universo perverso de Lanthimos insinúa el escándalo y eventualmente prefiere la estetización de las depravaciones antes que su goce. El aséptico microcosmos que representa el hospital tiene su correlato en las conductas casi catatónicas de los personajes. La ridícula pose erótica de la esposa del médico para que este se excite y se masturbe es un pico de vitalidad en este paisaje exangüe. El hiperbólico diseño fatiga y fagocita cada acción y cualquier indicio que dé respiración a un plano.

La ampulosa táctica formal de enrarecer todo vía travellings interiores, encuadres heterodoxos y planos generales extenuados por los usos de un gran angular pueden remitir a Stanley Kubrick (al igual que la presencia de Nicole Kidman y algunos acordes musicales de Ligeti), pero todo esto no está al servicio del desborde satírico de un orden social, sino de una chapucera doctrina teológica sobre la expiación. Si causa risa alguna que otra escena no responde tal expresión receptiva a una voluntad del guion. El ridículo es imprevisible y también es inevitable.

Los cineastas graves y sentenciosos están de moda. Los Haneke, Östlund, Zvyagintsev y Lanthimos dominan el cine arte globalizado. Los señores de la sordidez se imponen y en todas las latitudes se los imita y venera.

Esta crítica fue publicada en otra versión por La Voz del Interior en el mes de febrero de 2018

Roger Koza / Copyleft 2018