S4D3

S4D3

por - Críticas
20 Jul, 2021 03:09 | comentarios
El cineasta no se detiene. Esta vez eligió como pretexto al marqués de Sade y con eso hizo de todo.

 Resplandor en la decadencia 

El cineasta Raúl Perrone está muy cerca de los setenta años. A esa edad o incluso después, algunos de sus colegas hicieron películas insólitamente libres. ¿Es el beneficio inesperado de haber estado mucho tiempo en el tiempo? Alain Resnais es un buen ejemplo, Manoel De Oliveira también. Solamente un necio (o algún que otro envidioso y resentido colega vernáculo) podría objetar el lugar de Perrone junto a estos nombres ilustres de la tradición cinematográfica. La única diferencia es que, por suerte, el cineasta de Ituzaingó está entre los vivos. 

Han pasado varios años desde que Perrone dio la espalda a todas las convenciones del cine contemporáneo y a las concesiones que suele hacer la gran mayoría de sus pares. Le interesan muy poco el argumento, los diálogos, las reglas de los géneros y las convenciones cromáticas. También descree del tráiler y las sinopsis. Recientemente, por ejemplo, hizo una nueva película de samuráis en la que los viejos guerreros japoneses se pasean por edificios abandonados en un páramo del Conurbano; todavía no se estrenó, y quizás resulte difícil verla pronto. Sucede que los festivales de cine se han autodisciplinado para simular libertad y restringir disimuladamente sus agendas estéticas; las puertas parecen estar abiertas para todos, pero no lo están. Es escandaloso cuántas películas son excluidas por no seguir las gramáticas audiovisuales bien vistas por los curadores. Ostensible injusticia: Perrone tiene tres o cuatro sin estrenar, algo inexplicable para películas que son extraordinarias, inclasificables e insumisas. El precio que paga un cineasta como Perrone por seguir su camino es el ostracismo de los festivales canónicos. El destino quiso que S4D3 se estrene en un festival brasileño de cine experimental. 

S4D3 invoca al famoso marqués cuyo título nobiliario lo define poco, porque fue antes que nada un gran ensayista y un filósofo rabioso. Perrone no se propuso hacer una biopic, tampoco quiso indagar sobre los innumerables temas a los que Sade dedicó miles de páginas. Le bastó restringirse al interés de su personaje por la decadencia. Sade entrevió, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, el inesperado futuro decadente de toda una época que invocó las luces de la razón para conjurar la oscuridad del mundo. Razonó sobre los principios ilustrados, increpó las promesas de la razón y advirtió un destino sombrío y un engaño. Creyó que era un buen momento para liberarse de todas las constricciones que regulan los placeres de la carne y descubrió el poder intrínseco que se juega en todas las relaciones carnales. Con él se instituye toda una experiencia de la sensualidad, y su nombre suele ser injustamente relegado a cifrar la relación del placer con el castigo. Lo que le interesa a Perrone es la fuerza que todavía evoca el nombre Sade.

Perrone se ciñe a dos experiencias decisivas: una atañe al espíritu, la decadencia; la otra al cuerpo, la sensualidad. De este binomio se desprende una serie conceptual, matices indirectos en consonancia con lo decadente y con su inversión vitalista, lo sensual: primero nihilismo y deseo, después violencia y sexo. Sobre ese fondo simbólico combinado compone cinco cuadros en movimiento en los que hombres y mujeres con la vestimenta y el maquillaje barrocos típicos de la época toman, se miran y seducen, se besan y se repudian físicamente. Ninguno es el marqués o todos lo son, porque Sade no es acá un hombre, sino una posibilidad humana y una forma de estar en el mundo. Este modelo de existencia es el que se despliega en las piezas que constituyen esa ensoñación libre de casi 50 minutos llamada S4D3. De lo que se trata es de plasmar una sensación ubicua de decadencia, materializando un estado de ánimo e impregnando cada plano con esta modalidad del espíritu en la que ya no se siente espanto ni asco ante el devenir.

El plano en profundidad de campo con el que abre S4D3 es ya una razón suficiente para el asombro. El contrapicado revela un remedo de la torre Eiffel en algún paraje del Conurbano. Al ser de noche y por la posición del encuadre, la diferencia de escala no se percibe de inmediato y precipitan por un instante la sorpresa y la desorientación. ¿Perrone filmó en París? Después de ese inicio cinematográficamente categórico, comienza la galería de las caras tristes y los cuerpos movidos por el deseo. 

Perrone es uno de los grandes fisionomistas del cine contemporáneo. Sabe muy bien que una cara es irrepetible y que en esa superficie privilegiada se revela la clave anímica de una persona. En P3nd3jo5 intensificó el primer plano a tal punto que los jóvenes protagonistas deben haber descubierto una expresión personalísima a la que no se le puede atribuir lo accidental. La intención estética de aquella película no era otra que la de plasmar algo que ni el propio sujeto sabe de sí. La imagen cinematográfica es heterogénea respecto a la que devuelve un espejo; la fotogenia pertenece a otro orden de lo visual: no representa, devela, porque el reflejo que posibilita un cristal no es lo que se puede ver en un plano. 

Sin embargo, el uso del primer plano de Perrone en S4D3 contiene otra variable, propia de la ficción y el artificio, una potencia que anida en la invención como acto que puede condensar un estado del alma ajeno a quien le toca interpretarlo. En varios personajes de S4D3 el maquillaje hiperbólico trastoca la luz de los ojos que están a salvo del polvo. La mirada es entonces el diferencial del conjunto, la zona autónoma que se desmarca de la costumbre impuesta por la puesta en escena. En esa economía de gestos y adornos, la mirada funciona como una oposición a la utilería y los símbolos, una zona refractaria a toda confiscación estética que la subordine al atractivo de la decadencia. Las miradas de los personajes no admiten así ninguna otra interpretación que la tristeza y el abandono. La única hermenéutica posible es la de las lágrimas. 

Es hora de señalar otras maravillas de la última película de Perrone. En S4D3 Perrone vuelve a apropiarse de cuadros europeos y trabajarlos con la insolencia que le es propia. Acá se trata de Judit y Holofernes de Caravaggio. Al cuadro se lo ve en uno de los episodios como fondo constante de la acción. Luce misteriosamente invertido. Delante de él y frente a la cámara, un rey cruel y caprichoso está sentado acompañado de sus súbditos. Los sirvientes traen la cena y en el momento del postre un error enardece al rey y sin deliberación alguna le quita la vida a un súbdito. No hay una relación semántica entre el cuadro y la escena, sí una continuidad estética. ¿A qué se debe? El empleo de signos de otras culturas y de tiempos disímiles es ya una política de la forma del cineasta. Es lo que hizo antes y recientemente con los samuráis, también con el fantasma de Pasolini merodeando por Ituzaingó y con Caravaggio en Corsario: Perrone ejecuta un arte combinatorio de signos distantes con los que configura un magma poblado por sentimientos primarios que asoman según se requiera en la superficie del plano. Lo mismo sucede con las capas sonoras: ningún género musical se despliega enteramente porque todos se encaminan a un punto donde pierden su pureza y se reordenan en otro magma de índole sonoro que remite al conjunto y los reposiciona en una pista musical sin referencias precisas que también entran en fricción con capas sonoras coexistentes y ya no musicales. Estos son los procedimientos generales del trabajo del último Perrone. 

No es la primera vez que Perrone se interesa por la decadencia. En Cínicos ITUZAINGO V3RIT4, por ejemplo, ese estado del alma y la cultura ya estaba disperso en las acciones desesperadas de una comunidad que sobrevivía y habitaba en los escombros de la civilización o en el oportunismo característico que define el universo de los festivales de cine. En esta ocasión, eligió al famoso marqués francés para volver sobre el tema. No hace falta ser clarividente para detectar que la decadencia está entre nosotros y tiñe con fuerza inusitada la vida de todos los días. El abandono de la razón y el goce obsceno de quienes dan rienda suelta a las pasiones del resentimiento constituyen una prueba entre otras de que la decadencia es cuerda íntima de un mundo horrible. Hay ejemplos más concretos, sin duda. Ante esa calamidad, se debe hacer algo. El cine del último Perrone, cabal y magistralmente encarnado en S4D3, no es un cine de la decadencia, sino exactamente lo contrario: Perrone filma para conjurarla, lucha contra la época filmando otra que refleje mejor la nuestra. 

Roger Koza / Copyleft 2021

S4D3, Argentina, 2021

Escrita y dirigida por Raúl Perrone

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