RETRATOS DEL FUTURO

RETRATOS DEL FUTURO

por - Críticas
05 May, 2022 04:27 | comentarios
Virna Molina dirige su primera película sin compartir la responsabilidad final con Ernesto Ardito. El discurso político se mantiene intacto, los riesgos estéticos son ostensibles y la actualidad de la película es indesmentible.

La materia de mi futuro está en la ficción de sus historias

“Nada divide los recuerdos de los momentos habituales. 

Más tarde exigen el recuerdo cuando muestran sus cicatrices”

Chris Marker

“Ante la acumulación de representaciones, el cine mostró que es 

la más política de todas las artes, porque en tanto arte de la puesta en escena, 

sabe poner en evidencia las puestas en escena de los poderes dominantes, 

pincharlos como insectos, subrayarlos, desinflarlos y “deconstruirlos”…”

Jean-Louis Comolli

“Contra lo que pretende el negacionismo de exterminios y genocidios, 

sus inquisiciones no son sobre el pasado sino sobre el futuro…”

Alejandro Kaufmann

I

¿Cuántas películas puede contener una película? ¿Cuántos tipos de puesta en escena y de registros sería capaz de reunir? ¿Cuántos acontecimientos sociales y años de historia política llegaría a abarcar un solo relato de noventa minutos de duración? ¿Cuántas referencias y autorreferencias implicaría un proyecto semejante? 

Así como dispara un sinnúmero de interrogantes y reflexiones críticas heterogéneas, Retratos del futuro, la última película de Virna Molina (aunque la primera dirigida en solitario) los formula, desde la primera imagen, en la voz de la realizadora y mediante una batería de recursos narrativo-visuales, incluso, de lenguas y puntos de vista. “Toda imagen de futuro es un espejismo” sostiene la hipótesis que abre la serie de notas y especulaciones que, a su vez, irán configurando la constelación de problemas cinematográficos, políticos, colectivos y personales que desplegará y pondrá en relación el filme.

II

La circunstancia de la pandemia y el impedimento de salir a la calle a filmar son los resortes aparentes de un recorrido que, paulatinamente, irá develando y enlazando otros asuntos. En el relato (en off y a través de placas), va a prevalecer la primera persona singular; en las imágenes, el ojo recurrente en primerísimo primer plano de Virna, su imagen filmando en distintos escenarios y tiempos, plantará su punto de vista al anunciar: “Voy a hacer un documental que se cuente como una ficción, en el que no se pueda desentrañar dónde empieza uno y termina el otro”.

En términos de representación realista, la atribución de espejismo pensada en tiempo futuro, bien podría aplicarse a la ontología del cine tomando en cuenta, no sólo la teoría cinematográfica moderna, sino los límites que la directora propone: ¿se pueden filmar imágenes del mundo real en el futuro? Y por otro lado, ¿es factible rastrear el presente en las imágenes del pasado que, en ese momento, “funcionaron” o expresaron, de alguna manera, su propio porvenir?

En todo caso, Retratos del futuro está lejos de proponer una charada temporal fraudulenta a lo Nolan. En cambio, explora planos de la realidad y los modos de representación que impuso la pandemia (incluida la percepción subjetiva del tiempo y su duración) aunque también los que la precedieron, respecto de la memoria histórica Argentina (entre 1975 y 2020), del sentido y la posibilidad de la imagen documental producida bajo determinadas condiciones y en contextos específicos. 

Ahora bien, a partir de estos presupuestos Retratos del futuro brinca sobre la idea del documental/ensayo para apuntar más lejos, dando cuenta de los obstáculos que se interponen entre una cámara/ojo y el registro de lo real (“desde esta ventana es difícil mirar el mundo”), para subrayar la certeza de que el tiempo es la materia del cine y también de la vida humana (“vivimos en un tiempo lineal que avanza irreversible hacia el futuro: la muerte… pero hay otro tiempo, que permanece capturado en la cámara”), y que todo eso se vio alterado por un acontecimiento histórico imprevisto que tuvo consecuencias de distinto tenor. Constancias y derivas que podrían rastrearse en el pasado tanto como poner en riesgo el presente, es decir, subordinar el futuro a un desenlace no deseado.

El rodaje interrumpido de un documental sobre les trabajadores del subte y premetro de la ciudad de Buenos Aires, será la segunda excusa para volver a dos apuntes característicos en la obra de Virna Molina y Ernesto Ardito[1]: las luchas obreras y la resistencia militante. En este caso, la referencia directa es la privatización de las empresas del Estado por parte del gobierno de Carlos Menem.

III 

A lo largo de la película, Virna reformula la pregunta (o la afirmación, lo mismo da) en torno al futuro: “El futuro pertenece al imaginario de la ciencia ficción pero siempre está inspirado en piezas documentales”. Esta intermitencia le facilita agregar eslabones a un relato que se dilata con voluntad de mostrar, aunque asumiendo de antemano, que el cine no abre ventanas a lo real y que, aunque lo intente, carece de la facultad de mostrarlo todo. Se trata aquí de la mirada (el ojo insomne, sensible y contundente de Virna Molina), de la cámara que, sistemáticamente, exhibe el parpadeo que la constituye, incluso, explicitando a partir de qué herramientas ideológicas, cinematográficas, familiares e instrumentales eso sucedió a lo largo de los años.

Así, un collage visual y sonoro (compuesto por fotos familiares, fotos de rodaje, fotos de acontecimientos históricos, capturas de pantalla de sitios de noticias, mensajes/respuestas de WhatsApp, la voz del Asistente de Google, posteos en las redes sociales, archivos documentales propios, placas gráficas, relatos en inglés, entre otros materiales y formatos), habitado por la belleza y la inquietud, comienza a “materializar” la voluntad anunciada de disipar la frontera entre ficción y documental hasta volverla irreconocible. 

Al mismo tiempo, hace estallar una paradoja: el mundo real va acaparando la pantalla a medida que “los recuerdos pierden un orden”, que los materiales y tiempos del relato se superponen y ceden su lugar al crudo testimonio de las imágenes. De las calles despobladas en Buenos Aires, a las salas de terapia intensiva repletas de enfermos. De las reuniones de trabajadores argentines y chilenes en la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro, al estallido social en las calles de Chile durante 2019-2020 (“la furia desmedida que moldea a golpes el tiempo”) que abortarían las expectativas reelectorales de Sebastián Piñera. De Darwin y Spencer, a Rockefeller. De Marx al Che Guevara. De las Madres pidiendo por sus hijes desaparecides en 1977 a las marchas de los feminismos reclamando la legislación de la IVE. De Julieta Lanteri a Marielle Franco. De Rodolfo Walsh a Raymundo Gleyzer. De la mesa de edición a los recuerdos de infancias desfasadas (la de Virna que nació en 1975, la de sus hijes Nika e Isadora Ardito). Del cine político a las políticas del cine. De la vida a la muerte. 

Por esas vías cruzadas, Retratos del futuro concluye en su inconclusión objetivista porque, al fin y al cabo, “el cine casi no sabe hacer otra cosa que fabricar relaciones, anudar cuerpos, pensamientos, emociones, intensidades; en una palabra, relacionar sujetos los unos a los otros”[2]

IV

“Nunca hubiera elegido ser protagonista de esta película… Pero la pandemia lo cambió todo. No tengo opción. En el montaje el universo de la película se expande hasta volverse infinito”, afirma Virna Molina promediando el que, acaso sea, su filme más potente, más desgarrador y menos convencional. La condición de “infinito” le calza, además, por la proliferación de reenvíos cinematográficos, explícitos o implícitos, que en vez de habilitar un rompecabezas para cinéfiles, cementa la perseverancia crítica con que la directora razona el conjunto de temas abordados.

No hay muchos documentales argentinos que hayan tenido (y logrado) una ambición estética y política semejante. Caprichosamente, mencionaré tres que lo hacen por vías, en momentos y a partir de motivaciones muy diferentes: La hora de los hornos (Pino Solanas, 1968), Diablo, familia y propiedad (Fernando Krichmar, 1999), y Tierra de los padres (Nicolás Prividera, 2012).

Sin embargo, llegando al final de Retratos del futuro, Virna Molina, pone en discusión cualquier tradición documental para resituarse respecto del origen del cine, su razón de ser y su carácter especular: “Nuestra parte más política se esconde en lo que nunca mostramos”. Todo el resto, es o será lo que le pase a les espectadores.

***

Retratos del futuro, Argentina, 2021.

Escrita y dirigida por Virna Molina.


[1] Esta vez, productor del filme.

[2] Comolli, Jean-Louis (2002). Filmar para ver. Escritos de teoría y crítica de cine. Simurg y FADU-Cátedra La Ferla, Buenos Aires.

María Iribarren / Copyleft 2022