POPE FRANCIS: A MAN OF HIS WORD

POPE FRANCIS: A MAN OF HIS WORD

por - Críticas
09 Jun, 2018 12:39 | Sin comentarios
La mirada de Wim Wenders sobre el Papa Francisco.

EL REY DE LOS HUMILDES

La paradoja es inevitable para el orden del discurso religioso. Aquello que se cree desborda el lenguaje, pero sin este ni siquiera puede esclarecerse el misterio de la fe que se enuncia con palabras. La primera paradoja que es intrínseca a cualquier creyente viene de antaño: la relación de la fe con la razón, más allá de la índole de ese vínculo, el cual supone una preeminencia de una respecto de la otra.

No es la única paradoja para el cristiano. En el repertorio de esta antigua tradición hay episodios inexplicables y vergonzosos que no necesitan hoy ser recordados. La crueldad no faltó en las crónicas de una religión asentada en un llamado al amor infinito. La contradicción más irritante y aún vigente es la que evidencia el poder económico de una institución que dirige su misión a los humildes del mundo. La prédica evangélica desestima los excesos y la acumulación de riquezas, pero el Vaticano es demasiado monárquico para no advertir de inmediato las incoherencias entre lo dicho y lo hecho.

El legendario Wim Wenders acusa recibo y empieza su retrato sobre quien comanda los destinos de la Iglesia proponiendo una lectura compensatoria. La apuesta es la siguiente: el religioso argentino retoma la senda de aquel santo de la indigencia que amaba el sol, la luna y los pájaros. En efecto, Jorge Mario Bergoglio sería casi una “reencarnación” de aquel hombre nacido en Asís el 23 de octubre de 1223, una metáfora que Wenders ilustra como si se tratara de una película silente rodada en el siglo XIII. Un par de planos de unos cuadros a propósito de Francisco de Asís adquieren milagrosamente movimiento. Así es como el color se esfuma y algunas anécdotas muy conocidas de este amante fervoroso del Altísimo se representan sucintamente. ¿Un milagro estético? Es una simpática puesta en abismo que protege y fundamenta el legado del papa Francisco. De ahí en más, Francisco hablará a cámara y Wenders buscará contrapuntos visuales diversos que permitan hacerse una idea de la prédica de este hombre de Dios.

Excepto por una misa en la Plaza del Congreso en Buenos Aires en 1999, Bergoglio es solamente una contingencia física para la llegada providencial de Francisco. En Pope Francis: A Man of His Word, la “interpretación” de Bergoglio como papa tiene esa convicción de las grandes estrellas que empuja al intérprete a confundir el papel con su vida. Es por eso que Wenders al pasado de Bergoglio le decreta un fuera de campo radical. El punto de partida es la crisálida o el acontecimiento por el cual un creyente profesional se transforma en el oído directo de Dios.

El tono reflexivo y pausado de Francisco despliega amenamente la orientación que tiene la Iglesia en el siglo XXI bajo su ministerio. La cuestión de la pobreza es la virtud cardinal, y la atención sobre los más necesitados la prioridad política. De no ser así, como Francisco señala ingeniosamente, la Iglesia sería una ONG.

Pope Francis: A Man of His Word, Suiza-Vaticano-Italia-Alemania-Francia, 2018

Dirigida por Wim Wenders. 

Escrita por W. Wenders y David Rosier

Sin duda, la palabra del pontífice goza de un poder que excede su probable honestidad, y el efecto de lo que dice se puede corroborar en los feligreses de todo el mundo. Wenders acopia encuentros cara a cara entre Francisco y los fieles. Ya sea en una visita a Bolivia, Estados Unidos, Filipinas o Uganda, la respuesta es siempre la misma: la presencia de Francisco resulta un inexplicable alivio y una pausa frente al sufrimiento de miles de personas. En esos planos pletóricos de misericordia y esperanza, el kitsch sobrevuela y la lógica publicitaria se apodera de las imágenes. El pecado de Wenders como cineasta ya es indesmentible: trabajar sobre la forma cinematográfica le interesa poco y nada. ¿Serán suficientes un plano cenital sobre un basural o una panorámica desde un avión en la que se observa una multitud reunida en Río de Janeiro para escuchar a Francisco? Las decisiones formales del cineasta denotan pereza. He aquí un pecado estético.

Las definiciones del pontífice suelen ser generalidades articuladas en una retórica de la urgencia global: la defensa de la naturaleza y la figura desesperada del inmigrante son pilares indisociables de la desconfianza del pontífice respecto de un mundo entregado festivamente a la acumulación material infinita. El término “neoliberalismo” brilla curiosamente por su ausencia, y menos aún se pronuncia el vocablo “populismo”, que para muchos condensa el demonio inmanente en la Tierra. Debido a que la figura del papa tiene entre nuestros coetáneos una significación inestable y acaso sospechosa, no faltará el suspicaz espectador escéptico que leerá en la manifiesta alegría de Francisco al encontrarse con Evo Morales o Hugo Mujica un gesto político inequívoco. Tanto para los apologistas como para los detractores, las declaraciones más arriesgadas del protagonista se ciñen a la absoluta condena de la pedofilia y a una cierta clemencia para con los homosexuales. También aquí cosechará elogios y reproches.

Así como Francisco sustituyó a Bergoglio, una conversión similar puede rastrearse en el cine de Wenders. Quien hizo alguna vez Alicia en las ciudades, En el curso del tiempo y Tokio-Ga no parece ser el mismo realizador de películas como Palermo Shooting, La sal de la Tierra e Inmersión. Sucede que Wenders también experimentó una crisálida. Quizás todo empezó con Las alas del deseo, cuya noble metafísica anunciaba un cine propenso a la prédica. Seguramente los ángeles de aquel hermoso y lúgubre filme no son los mismos que los de la angeología de la que Bergoglio debe haber abrevado en su tiempo de seminarista. Sin embargo, el encuentro de Francisco y Wenders tiene bastante de designio vertical. Dos predicadores se saludan. Esta catequesis audiovisual así lo confirma.

Esta crítica fue publicada en otra versión y con otro títulos por Revista Ñ en el mes de mayo 2018. 

Roger Koza / Copyleft 2018