PARÁSITO / GISAENGCHUNG

PARÁSITO / GISAENGCHUNG

por - Críticas
30 Ene, 2020 08:37 | comentarios
No es el mejor film del director del momento, pero es suficiente para apreciar su talento.

EL OLOR DEL OTRO

Entre todos los sentidos que constituyen la experiencia perceptiva del mundo, el del olfato, más abstracto aun que el gusto y el tacto, es quizás el menos filmable de todos. Una mano en primer plano o un travelling cenital sobre una larga mesa de platos deliciosos pueden inducir a sentir lo que la cámara no consigue registrar. La evocación por la vista es persuasiva. Pero con el olor pasa algo distinto, y no basta, para simular su representación, un plano sobre un ramo de flores.

En Parásito, el olor es el concepto que ordena una retenida contienda. La diferencia de clases en tanto percepción del otro se enuncia primero como la aparición de una emanación ajena al orden olfativo al que se pertenece. En una escena de una violencia simbólica temible, el protagonista conduce el auto de su patrón y este reconoce una fragancia que lo incomoda. No es un gag, pero se repite como tal, pues se trata, más bien, de un reflejo de clase que el cineasta consigue escenificar. La pertenencia de clase es mucho más que un conjunto de prejuicios en torno a los otros; es también una configuración olfativa y espacial. En este sentido, la amplitud casi alucinatoria de la casa de los ricos contrasta violentamente con el subsuelo en el que vive toda la familia de Kim Ki Taek. El espacio como categoría siempre es de índole político.

Parásito / Gisaengchung, Corea del Sur, 2019

Dirigida por Bong Joon Ho. Escrita por Bong y Jin Won Han

El argumento es tan simple como el siguiente: todos los Kim están desempleados y sobreviven como pueden. La astucia del hijo mayor lo empuja a hacerse pasar por profesor de inglés de la hija de los Park, familia muy adinerada. De a poco, todos los Kim ocuparán puestos de servicio en la casa de los Park, sustituyendo a los encargados precedentes, a veces transgrediendo los límites morales que detienen a hombres y mujeres frente a la conveniencia y desesperación.

Bong Joon-ho es una cineasta popular. Ha hecho comedia, ciencia ficción, thrillers policiales y dramas. Jamás esquivó la sensibilidad y las convicciones políticas, y aquí, en vez de ser una cuestión lateral, lo político es el centro de todo. Esto explica la universalidad y su inmediata aceptación internacional. Parásito sintoniza con un tema candente, el de la brecha cada vez mayor entre quienes acumulan sin fin y aquellos que solo pueden dispensar su tiempo al servicio de los que tienen. Esto es en Seúl, pero la misma historia podría pertenecer a Bogotá, París, Ciudad del Cabo o Buenos Aires. Al respecto, la inteligencia de Bong consiste en situar la sospecha y el resentimiento de clase como operaciones de un sistema en el interior de las perspectivas de sus personajes. El odio no proviene de la naturaleza humana, sino de una historia política, tesis añadida con perspicacia gracias a un giro inesperado en el último acto.

El problema mayor de Bong es, justamente, cómo poner en escena el gran tema de nuestro tiempo sin apoyarse en explicaciones excesivas, sosteniendo la ambigüedad y por consiguiente haciendo pensar al público sin decirle qué debería pensar. La didáctica tranquiliza y orienta, y también confunde. Y es por eso que la venganza y la culpa, que no son precisamente categorías propias de la lucidez política, son los sentimientos que se imponen en el desenlace, cuando el guion demanda ilustración y menoscaba la indeterminación narrativa. Los subrayados son impropios de la libertad.


*Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de enero de 2020.

Roger Koza / Copyleft 2020