PARAÍSO: AMOR / PARADIES: LIEBE

PARAÍSO: AMOR / PARADIES: LIEBE

por - Críticas
18 Dic, 2013 02:21 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

EL PENE COLONIZADO 

paradise-love-41

Paraíso: amor / Paradies: liebe, Austria-Alemania-Francia, 2012

Dirigida por Ulrich Seidl. Escrita por Veronika Franz y U. Seidl

*** Hay que verla

La primera película de la trilogía sobre el «paraíso» surgida del imaginario de un director como Ulrich Seidl, un exponente contemporáneo del cine de la crueldad, es un logrado retrato de la supremacía blanca en materia de explotación (y economía libidinal global). 

Seidl cuenta la historia de Teresa, una austríaca de unos 50 años que se va de vacaciones a Kenia. En su país trabaja con discapacitados. El plano general inicial es enigmático: un grupo a su cuidado juega en los autitos chocadores; es una introducción a la vida de Teresa que no resultará menor en el contexto en el que se desarrollará la película. Teresa, además, tiene una hija adolescente, pero ella no la acompañara en su viaje. Playa, pileta y sexo. En vacaciones emanciparse del yo es casi un imperativo, una economía secreta y libidinal de la economía.

Seidl impugna en este drama no exento de toques cómicos el turismo en general y el turismo sexual en particular, que aquí no parecen diferenciarse demasiado. La llegada de los extranjeros al hotel sugiere una puesta en escena de alegría colectiva al servicio del visitante. Los clientes llegan y unas mujeres cantan y dan la bienvenida. El bienestar ajeno es una gestión planificada a cada momento. La limpieza de una pileta, la distribución de las toallas sobre las reposeras, los cuidadores: la división del trabajo es perfecta. De lo que se trata es de promover la felicidad en todos sus órdenes: el huésped debe fluir, sentir el “hakuna matata”; las palabras “primitivas” del autóctono se convierten en mantra turístico. La amabilidad y la pulcritud circunscripta al hotel tienen su límite. Fuera de ahí, la mugre y la especulación son la regla.

Hay una escena fundamental que revela la perspectiva del film. Teresa y una amiga dialogan con un nuevo barman y se ríen de él. El plano general es el elegido para desarrollar la totalidad de la escena. Las mujeres se verán siempre de espaldas y el cantinero de frente. La supuesta humillación verbal es contrarrestada por el encuadre. Allí, Seidl, sin juzgar, está del lado de los lugareños.

Pero Seidl ni idealiza a los lugareños ni sataniza a las turistas. El encuentro entre Teresa y Munga, uno de los tantos vendedores y pretendientes callejeros que la acosan, es extraordinario. En un plano medio se verá cómo Teresa va guiando a Munga en el arte de tocarle sus senos gigantes. Es literalmente el encuentro de dos mundos; los placeres corporales no están a salvo de la codificación cultural con la que se vive el cuerpo. La escena es genial: la ternura pasa por los esfuerzos de traducción entre un modo de dar placer y recibirlo. Munga, se sabrá luego, como todos los hombres de su edad, tiene una segunda agenda, pero en ese instante, más allá del cálculo y el objetivo, el placer le pertenece tanto a él como a Teresa, y la clave reside en cómo Seidl registra la existencia física.

Después que Teresa se despache a un par de “negritos”, como en algún momento dice una de sus compatriotas en el resort, sus compañeras de juerga le regalarán para su cumpleaños una fiestita. En el frenesí de las veteranas se evidencia el costado perverso, pocas veces visible, del turismo globalizado. Si los keniatas son salvajes, las damas pálidas de Europa son depredadoras.

Roger Koza / Copyleft 2013