PANTALLA PINAMAR 2017: PARADOJAS FRENTE AL MAR

PANTALLA PINAMAR 2017: PARADOJAS FRENTE AL MAR

por - Festivales
13 Abr, 2017 10:30 | Sin comentarios
En Pinamar, Marcela Gamberini analiza la situación de un festival como espejo de un estado de cosas que involucra a los otros festivales del país, o las paradojaes de la exhibición fuera de la lógica del mercado

Por Marcela Gamberini

Durante el mes pasado, del 11 al 18 de marzo, tuvo lugar el festival “Pantalla Pinamar” en la ciudad balnearia. Este festival cumplió 13 años y como sucede desde su inicio, estuvo dirigido por Carlos Morelli. Suele ser un evento amable, con un equipo de prensa que respeta y cuida a sus invitados – cuestión que a veces no es frecuente en el ámbito festivalero- con conferencias de prensa medianamente interesantes y encuentros de productores e integrantes de la industria del cine; quizás lo más valioso, pues es el objetivo de todo festival, es que cuenta con una gran afluencia de público. La mayoría de los espectadores son lugareños –a los que poco llega el tipo de cine que el evento ofrece- y también hay gente que concurre especialmente combinando unos días de vacaciones con una propuesta cinematográfica al menos novedosa. En este sentido el festival cumple y dignifica. La sala Oasis con sus dos pantallas suele estar repleta de público ávido e interesado. En esta edición, el evento cierra con 35.000 espectadores asistentes, según lo relatado por sus autoridades.

Sin embargo, sobre el final del evento se corrieron rumores de su interrupción, basados en algunos cuestionamientos de gente del medio que legítimamente se preguntan si es factible la realización de un festival de estas características- un tanto fastuosas- en un contexto donde otros festivales, tal vez de mayor calidad cinematográfica, se ven escasos de los medios económicos para su puesta a punto. A la hora de reflexionar sobre los festivales –me refiero a los pequeños como tantos otros que atraviesan el país – es necesario pensar con qué criterio económico se financian. “Pantalla Pinamar” es financiado en un 75% por el Instituto Nacional de Artes Visuales (INCAA), por el municipio y por el apoyo de las Embajadas asistentes quienes aportan las películas exhibidas. No obstate, es lícito pensar en otros casos donde tanto muestras como festivales apenas pueden mantenerse en pie y se llevan a cabo con el gran esfuerzo de sus organizadores y no tienen ese tipo de apoyo. Dejando de lado Bafici o Mar del Plata, los dos festivales más prestigiosos y más “caros” de la Argentina, los demás van languideciendo en las espaldas esforzadas de sus responsables, muchos funcionan a pulmón y muchos otros han desaparecido. Me pregunto cuál es el criterio económico y a la vez cuál es el objetivo de cada uno de estos festivales; sospecho que casi nunca la calidad de programación y la elección de títulos está en consonancia con el componente económico.

Y éste es un punto importante, diría sobresaliente, el que más desconcierta. Las películas ofrecidas por “Pantalla Pinamar”, salvo algunas casos, son de dudosa calidad cinematográfica. Suele ser un festival que no asume riesgos importantes y la proveniencia de sus películas es solamente europea, cuestión que demarca al corpus de films seleccionados, tiñéndolos de un aura un tanto vetusta. La elección de las películas en esta edición, sobre todo, fue por senderos que se supone de antemano no habría de decepcionar a los espectadores. Correr riesgos, demostrar que nuevas formas y modos de contar se avecinan, recorrer filmografías poco frecuentadas, ofrecer obras que demanden espectadores activos, es lo que diferencia a los festivales del cine respecto de lo que se ofrece en cartelera.

Es cierto que el festival tiene dos objetivos precisos: mostrar películas europeas, casi siempre en relación a los premios logrados internacionalmente, y también ofrecer cine nacional en calidad de preestreno. Hay que decir que el objetivo previsto por sus organizadores se cumple pero lo que corresponde cuestionar es el tipo de películas que se seleccionan. Sabemos que la mayoría de las veces los premios significan poco y nada, y corresponden a procesos de la industria o de las productoras. Si el criterio que prima es apostar por películas premiadas o por aquellas que las embajadas ofrecen, esto empobrece la propuesta. En “Pantalla Pinamar” la oferta es aceptada sin cuestionamientos, sin que se esclarezca un criterio estético, político o económico en la selección. Lo que intuye es que “Pantalla Pinamar “ carece de una identidad definida que se sostenga en el tiempo y el espacio. Y no es un tema menor, ya que cada festival tiene y debe sostener su identidad basada en el trabajo de una programación compacta y a la vez interesante, novedosa y a la vez inusual del cine que se estrena mecánicamente jueves a jueves en las pantallas argentinas. Un festival es aquel espacio único que apuesta por acercarle al público películas que sugieran cierta renovación formal o estética, que respondan a poéticas que establezcan un diálogo entre recursos formales y componentes narrativos, donde lo importante es la potencia de la imagen y el poder del cine.

Por todo lo dicho, sigue siendo un dilema el tema de los festivales o las muestras de cine nacionales, porque son absolutamente necesarios –como lo es “Pantalla Pinamar”- para acercar cierto tipo de cine a lugares alejados de los puntos centrales de exhibición (de hecho la mayoría de ellos tienen una verdadera y legitima afluencia de público), pero a la vez el tema de la programación y del criterio con el que se eligen las películas y el componente económico dejan en claro la disonancia e incoherencia entre necesidad y programación.

En esta edición, los títulos más destacados fueron la magnífica Elle. Abuso y seducción, del maestro Paul Verhoeven, la intrigante y valiosa Certain Women de Kelly Reichardt, la sobrevalorada Toni Erdmann de Maren Ade, la decepcionante Polina, de Angelin Preljocaj y La graduación de Cristian Mungiu, además de una muestra pobre de lo que el cine rumano suele prodigar. Muchas de estas películas pudieron verse antes en ciclos o incluso por medios no convencionales.

Dentro de la muestra de cine argentino se pudo ver El auge del humano de Teddy Williams, El ciudadano ilustre, de Cohen y Duprat, El invierno, de Emiliano Torres, película que se llevó la mayoría de los premios (merecidamente), Kékszakállú, de Gastón Solnicki, Hermia & Helena, de Matías Piñeiro y La larga Noche de Francisco Santis, de Andrea Testa y Francisco Márquez, Todas estas películas fueron exhibidas en diversos festivales, algunas estrenadas comercialmente y en su mayoría cuentan con el aval de la crítica local e internacional, lo que garantiza de algún modo su éxito y visibilidad

También en esta edición, uno de los eventos más importantes, sino el más, fue la presentación de la CINAIN – la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional- con la presencia de Fernando Madedo como delegado organizador. En la presentación se hicieron presentes Pedro Roberto Bernardis (ex aprocinain); Maria del Carmen Vietes (Subdirectora del Museo del Cine), Pablo Ducros Hicken, Marcela Casinelli (Presidenta de la Fundación Cinemateca Argentina) y Luis Vainikoff (Coordinador general de programación de “Pantalla Pinamar” y ex dueño del cine Cosmos de Buenos Aires). Todos ellos viene haciendo un trabajo de recuperación de nuestras imágenes y Madedo aprovechó la oportunidad no sólo para agradecerles el incesante trabajo de todos ellos, sino también expresó su deseo de incorporarlos como voces privilegiadas a la mesa de trabajo de CINAIN. El mismo Madedo hizo un recorrido que estremeció a los que estábamos escuchando, cuando se refirió a los períodos y destinos que han tenido nuestras imágenes a lo largo de la historia: las películas se incendiaban, los rollos de películas se convertían en peines y punteras de cordones de zapatos, en los depósitos, que no estaban en condiciones de resguardar semejante material, las películas quedaban en muchas ocasiones bajo el agua. La desidia, a lo largo de la historia argentina, ha ganado terreno; poder pensar en una toma de conciencia de las implicancias de tener un archivo con imágenes “nacionales” es tan necesario como poco habitual en la opinión pública.

Madedo hizo hincapié en el trabajo que tiene que realizar la Cinemateca. Fundamentalmente, la institución debe articular con organismos privados y públicos, a fin de revisar qué materiales se han conservado, y a fin de seguir preservando con las condiciones materiales necesarias las imágenes de nuestro pasado.

Marcela Gamberini / Copyleft 2017

* Fotograma de encabezado: El invierno; foto en texto: Emiliano Torres