OLGA, VICTORIA OLGA

OLGA, VICTORIA OLGA

por - Críticas
12 May, 2008 03:40 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

MEDITACIONES METAFÍSICAS

 

Olga, Victoria Olga, Argentina, 2006.

Escrita y dirigida por Mercedes Farriols

*Tiene un rasgo redimible

Desaforada y honesta aunque esencialmente trivial, la opera prima de Farriols pertenece a un nuevo género del cine.

Los géneros cinematográficos son como las especies: nacen, sobreviven,  pueden conocer el peligro de extinción y también experimentar su momento de predominio. Así, desde los ’90, se ha constituido un género difuso pero verificable: Cine espiritual, Cine de autoayuda, Cine de la Nueva Era, un género cuyo fin esencial es despertar la conciencia, abrir las puertas de la percepción a realidades superiores y reconocer la existencia de un plan transcendente que guía la vida sobre la Tierra. El cine aquí es un medio, un mero instrumento (poderoso) para dar un mensaje.

El género cuenta con algunas buenas películas: Sabiduría garantizada, Yo amo Huckabees, Kundun. Hay versiones más populares, como el caso de la sobrevalorada Antes de partir. Y casos que merecen ser desenmascarados en su banalidad sofisticada, como Y tú qué @#!* sabes? En Argentina, Hombre mirando al Sudeste, inauguró el género, y mientras Subiela está por estrenar su No mires para abajo, una suerte de iniciación al Tantrismo posmoderno, existen otros títulos, como Un Buda, o la interesante Samoa.

La opera prima de Farriols se inscribe en este género. Desde el inicio, una voz en off introduce el tópico metafísico a develar, el tiempo y sus efectos sobre los mortales: «¿Cuándo fue que se me pasó la vida?» En efecto, el relato de Olga, Victoria Olga se articula a partir de un episodio traumático: un accidente, la de una adolescente, hija única de un matrimonio en plena crisis, incomprendida por sus padres y comprendida por su abuela, Olga, inmigrante italiana que en toda la película funciona como una suerte de conciencia filosófica. El accidente operará sobre todos los personajes una catarsis generalizada, situación que habrá de contextualizar las meditaciones sobre la vida y la muerte.

Formalmente ambiciosa y conceptualmente pomposa, hay una voluntad férrea por parte de Farriols de visualizar cada idea transcendente que se presenta en la trama. Cada plano debe simbolizar, lo que se dice se tiene que ver. Por ejemplo: cuando dos personajes discuten en una cena sobre la (in)utilidad de la poesía, entonces se intercala una panorámica de un paisaje bucólico. Es un procedimiento acumulativo que le resta oxígeno a la narración, aunque también denota una búsqueda estética atendible: hay planos detalles, cenitales, secuencia, panorámicos, falsos raccords, flashbacks. Farriols apuesta al exceso como virtud, pero el resultado no le favorece: ¿cómo sería esta película sin tanta banda de sonido?  A veces menos es más.

Décadas atrás, los partisanos del esoterismo leían Herman Hesse y Alan Watts. Hoy se lee a Cohelo y Osho. En tiempos del menor esfuerzo, la sabiduría no debe exigirle mucho al tribulado buscador, quien no tiene mucho tiempo para discernir las presuntas verdades eternas. Por eso, el lugar común acecha, y Olga, Victoria Olga, no está inmune a esta pauperización de la filosofía perenne.

Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza

 Esta crítica fue publicada durante el mes de mayo, con otro título, por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.