NOMADLAND

NOMADLAND

por - Críticas
17 Abr, 2021 07:32 | comentarios
Ganadora en Venecia 2020 y gran candidata a llevarse el Óscar principal de la próxima edición, Nomadland es lo más parecido a un emoticón de corazones.

LOS NOBLES TÍTERES DEL CONSERVADURISMO

El emoticón es un compendio de signos sin ambigüedad propio de una cultura de reflejos veloces y juicios sin razonamientos. Se publica un dedo hacia arriba, una cara sonriente, un hombrecito con las manos tomándose la cabeza y el interlocutor cree comprender un sentimiento sin más. La opacidad de cualquier enunciado conoce su derrota; un dibujito alcanza para la ilusión de una comunicación transparente. ¿No es en cierta forma lo que sucede con Nomadland?  Cada uno de sus planos dice qué pensar y qué sentir; he aquí una película emoticón: el desamparo, la libertad, la naturaleza, el amor tienen una secuencia emoticón y solo basta reaccionar para identificar qué sentimiento se invoca y cómo responder a este. 

La historia es sencilla: Fern, alguna vez maestra, perdió a su marido y en un contexto social poco amigable, como se indica en el inicio a propósito del cierre de una fábrica en un lugar remoto de Nevada en el que vivía la pareja. Desde entonces, la mujer interpretada por Frances McDormand viaja en su pequeña camioneta transformada en hogar por distintas geografías de Estados Unidos. Como representante de una vieja tradición estadounidense —al pasar, así lo sugiere su hermana describiéndola como una representante de “los pioneros”—, el nomadismo define su estilo de vida. Viaja, se emplea en donde le den un trabajo temporal, incluso en tiendas multinacionales, “acampa” con su camioneta en distintos espacios y aprovecha para disfrutar en ocasiones de la vida natural. Fern prescinde del imperativo de la codicia y puede subsistir con poco. Y no es la única, como puede comprobarse cuando se une por un tiempo a una comunidad abierta liderada tímidamente por un gurú de los desposeídos. 

Sobre ese esbozo sociológico y a partir de ese estado anímico del personaje, Nomadland añade pequeñas variaciones en la trama, en la que se suman personajes secundarios y nuevos paisajes. Una simpática compañera de trabajo, una mujer moribunda, los familiares de Fern, un apuesto hombre solitario y su familia; a este elenco le corresponde rellenar escenas de intimidad que siempre están al servicio de ilustrar un sentimiento específico. Dicha operación estética se puede observar en todo su esplendor en un pasaje circunstancial en el que Fern se encuentra con un joven nómade y le recita una poesía que afirma la vida frente a la adversidad. A la segunda o tercera estrofa del poema, la directora Chloé Zhao introduce una secuencia que traduce taquigráficamente en imágenes lo que se dice, siempre con la ubicua melodía de un piano melancólico. La misma culmina con la protagonista contemplando la inmensidad de un árbol altísimo, una síntesis formal de una concepción del valor plástico de las imágenes que bien podría ser la de una publicidad de camperas leñadoras o de turismo alternativo. 

El “sofisticado” kitsch de Nomadland, que en el melifluo repertorio gestual de McDormand glosa todo su efectismo dramático, puede ser inocuo e inofensivo, pero deja destilar un conformismo disimulado. La tribu de los alternativos que retrata la película, más que una tribu de luchadores o disidentes en contra del sistema, parece la de los vencidos. La tenue comunidad solidaria que retrata Zhao, con sus reuniones de apoyo mutuo, es enteramente consustancial a la psicología adaptativa de la autoayuda característica de la Nueva Era, una vía espiritual que parece erigida en una retórica de emoticones. Ni un gesto de rebeldía por acá y sí alguna que otra genuflexión a un gigante de la venta online.

***

Nomadland, Estados Unidos, 2020.

Escrita y dirigida por Chloé Zhao

*Este texto fue publicado en La Voz del Interior en el mes de abril 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021