NOLAN, BATMAN Y EL (DES)ORDEN DEL MONTAJE

NOLAN, BATMAN Y EL (DES)ORDEN DEL MONTAJE

por - Críticas, Ensayos
16 Ago, 2012 01:59 | comentarios

El caballero de la noche asciende

Por Santiago Gonzalez Cragnolino

En 1929, en el número 27 de Detective Comics salió publicada la historieta El caso del sindicato químico. Aquella edición presentaba un nuevo personaje: Batman, el hombre murciélago. Ochenta y tres años después el cómic sigue siendo editado y ha pasado por incontables redefiniciones por cientos de guionistas e ilustradores. Como sucede con todos los cómics de superhéroes exitosos, Batman ha trascendido el medio de la historieta, para convertirse en protagonista de dibujos animados, videojuegos, series televisivas y películas. Todas estas reformulaciones implican distintas lecturas del héroe. No es lo mismo aquel Batman originario que el de la serie en clave pop de los 60 protagonizada por Adam West, así como éste es diferente al Batman de las películas de Tim Burton. La actual versión del hombre murciélago, y la que ha alcanzado mayor masividad, es la lectura que hace un director y guionista inglés, Cristopher Nolan, responsable de una trilogía de películas dedicadas al héroe.

Batman Inicia (2005) es la primera de la saga y muestra en Nolan a un cineasta torpe. Para empezar la película está mal montada. Un ejemplo: un recurso que usa recurrentemente el director es el de realizar secuencias que saltan velozmente de espacio y tiempo, compuestas por fragmentos unidos solamente por el discurso hablado de un personaje. Sin este elemento que le da un mínimo punto de cohesión a lo que sucede en pantalla nos perderíamos completamente. Ante tanta brusquedad en estos saltos espacio-temporales, y por la absoluta falta de sentido rítmico que poseen, podemos creer que estamos en presencia del trailer de la película. Tampoco es Nolan un director que muestre mucho talento para la puesta en escena, ni deslumbra su manejo de la cámara. De hecho su impericia como director a menudo se ve enmascarada por una modesta habilidad como guionista. En Batman Inicia hay cierta inteligencia, vueltas de tuerca interesantes y una idea particularmente ingeniosa. Lo más interesante en la primera parte de la trilogía es que Batman es una suerte de semiólogo: el protagonista no sólo se ocupa de combatir el crimen, se preocupa también de cómo son leídos e interpretados sus actos y las marcas que deja a su paso en su lucha con el hampa de Ciudad Gótica. Todo, desde su vestuario, pasando por su forma de hablar, hasta los instrumentos y armas que utiliza, son símbolos pensados y construidos. Sacando esto, Batman Inicia sería otro ejemplo anodino de cine-espectáculo.

La segunda película, El caballero de la noche (2008), fue recibida con bombos y platillos. Como se señaló recurrentemente en ese momento, en la saga de Nolan los villanos actúan como terroristas. Estas figuras cristalizan el miedo y la paranoia con la que viven los ciudadanos norteamericanos después de los atentados del 9/11 de 2001. Se hace difícil desmentir esta lectura, cuando el director filma planos que replican filmaciones de los noticieros que mostraban la labor de los bomberos y los equipos de rescate en el Ground Zero, las ruinas de las Torres Gemelas. El guión indica Ciudad Gótica, pero las imágenes dicen Nueva York, Estados Unidos. Así, el director juega con íconos que nos sacan por momentos de la fantasía y nos meten de lleno en el juego de la representación del mundo histórico. En el caso de El caballero de la noche, el supervillano devenido terrorista es el Guasón, interpretado por Heath Ledger. Se trata de un personaje absolutamente carismático y una interpretación genial. El problema fue las lecturas que suscitó. Muchos quisimos ver en este personaje algo que no estaba ahí: un contrapeso ideológico para el custodio del orden, un elemento que dotaba de cierta ambigüedad a la lectura que realizaba Nolan de su mundo. Pero, quizás seducidos por el carisma actoral de Ledger, lo que vimos fue un espejismo. En un momento, al hablar del Guasón, el mayordomo Alfred dice a Bruce Wayne: “Quizás usted no entiende a este hombre”. Y prosigue: “Algunos hombres sólo quieren ver al mundo arder”. En otra escena el personaje de Ledger se autodescribe como “un agente del caos”. El que no entiende finalmente es Nolan, que realiza una alegoría reduccionista y limitada de algo tan complejo como son los fenómenos geopolíticos y culturales que pueden conducir a las personas a cometer actos violentos de semejante magnitud. Así, el terrorista pierde todo espesor histórico: se trataría de un sujeto simplemente movido por el afán de destrucción, a causa de vaya uno a saber qué tipo de psicosis. En el mundo de Nolan, para combatir a estos tipos necesitamos un héroe como Batman, que con el correr de la película pasa de ser un vigilante que hace justicia por mano propia a una especie de Gran Hermano. Todo se justifica por la situación desesperante y el miedo que ha tomado posesión de su ciudad. Un universo moral gris que finalmente decanta en una tonalidad mucho más parecida al negro, una nueva fábula estadounidense de cómo el fin justifica los medios.

El caballero de la noche asciende

En la tercera película los problemas se agravan. Con el correr de los años, el director no ha mostrado ninguna señal de crecimiento como realizador, ni se mueve en arenas nuevas. Una de las pocas marcas reconocibles de su estilo, las enormes tomas aéreas de paisajes o rascacielos, un tipo de plano que aparece recurrentemente en sus películas anteriores (desde Batman inicia a El origen), muestran sus limitaciones como artista y su postura frente a la disciplina que desempeña. Tienen como único objetivo deslumbrar al que mira. La sucesión de explosiones, implosiones y catástrofes recreadas por la tecnología digital persiguen el mismo fin y hacen evidente la función que cumple la imagen para Nolan. Son vehículos para el golpe de efecto, aún cuando después del impacto inicial no queda nada en el espectador. Las imágenes se suceden, casi se apilan, hasta dar como resultado ese artefacto pesado que es El caballero de la noche asciende. Del otro lado un espectador pasivo, súbdito de un régimen audiovisual en el que los estímulos hiperbólicos y el aturdimiento constante son la ley. Lo que se legisla es la pasividad del espectador, lo que se administra es su inmovilidad frente al discurso. En El caballero de la noche asciende definitivamente no hay grises en ese discurso y aquí los espejitos de colores no pueden ocultar un guión defectuoso, tramposo y pueril. Vemos nuevamente cómo un villano-terrorista, en este caso llamado Bane, asedia Ciudad Gótica, toma control de la ciudad e impone una suerte de Estado totalitario. La descripción del estado de cosas en la ciudad es confusa. En medio del caos, Bane habla en términos de revolución, se convoca a los ciudadanos que menos tienen a “tomar lo que es suyo”, hay  borrosas referencias a una lucha entre pobres y ricos, hay penas de muerte y ejecuciones varias. En una escena escandalosa, el temeroso Nolan nos muestra cómo Batman guía a un ejército de policías contra el ejército de Bane, formado tanto por terroristas fanáticos como por muchos de los desposeídos de Ciudad Gótica, ahora reclutados por el villano. Los marginales, parece, son un enemigo en potencia. En un planteo maniqueo, en el que hay que elegir entre la ruptura total del contrato social, la muerte de miles como moneda corriente y el terror como modo de vida; o el estado actual de cosas (incluso con sus desigualdades inherentes y sus relaciones de poder asimétricas), será más fácil erigir a Batman como héroe. Él viene a restaurar el orden, la ley, la democracia que conocemos quienes podemos pagar la entrada al cine.

Dicho todo esto, ¿Que es Batman para Christopher Nolan? Batman es el protector de la Ley y el Orden, es el preservador de una ideología, el custodio de un régimen audiovisual que modela un espectador sobre-estimulado y embrutecido. ¿Qué es El caballero de la noche asciende? Es la expresión nefasta de modelos (cinematográficos y de otras índoles) que debemos abandonar. Necesitamos cambios profundos en nuestra realidad para poder hacerlo, es cierto. Pero por suerte no necesitamos héroes para comenzar. Por lo menos no si se parecen remotamente a este Batman.

 Santiago Gonzalez Cragnolino / Copyleft 2012