NEBRASKA (01)

NEBRASKA (01)

por - Críticas
22 Feb, 2014 11:27 | comentarios

GEOGRAFÍA EMOCIONAL

Nebraska foto

Por Marcela Gamberini

Perfecta perspectiva artificial. Toda la pantalla es imagen pura, a puro blanco y negro. Sobre el punto de fuga, en la línea del horizonte, la figura pequeña de un hombre avanza hacia nosotros. Un enrejado a un lado de la imagen, al otro una carretera, autos que van y vienen. Arboles pelados. Cielo nublado. Carteles representativos de ese territorio. Frio. Nieve. Una camioneta cargada de cosas que se está yendo. Nada más le hace falta a Alexander Payne para situar al espectador. Toda la iconografía necesaria para representar un país, un estado, un espacio geográfico y simbólico. La cámara gira y de nuevo el hombrecito de difícil caminar en escena. Un tren de carga. Luego, unas pocas fábricas humeantes. Y el hombrecito, que lo adivinamos porque Payne nos lo muestra así, terco y obsesivo, sigue su camino, solo, hacia nosotros, hacia el espectador. Sólo la ley, en la figura de la policía, podrá amainar su marcha. Igualmente en esta escena, el hombrecito no se detiene, viene y viene hacia nosotros y nos atraviesa. Payne decide fundir a negro. Ya nos ha conmovido, y nos ha calado hondo, al medio del pecho, al medio del encuadre, allí donde palpita el verdadero corazón del cine.

Después, los créditos de la película, en rabioso fondo negro, letras firmes y claras en blanco. Blanco sobre negro, como toda la película, la idea de contraste la atraviesa transversalmente. Cuando terminan los créditos un raro encuadre aparece: una puerta con cerradura electrónica y una larga y angosta ventanita rectangular a través de la que vemos a un policía y a su lado un hombre joven caminando hacia nosotros. Vemos desde adentro, el espectador ve por los ojos de quien está dentro de la habitación. Encuadre geométrico, las transversales y las paralelas definen la mirada; los límites son previos a los sujetos que aparecen, encuadre de encuadre, límite de límite. Y los límites son físicos, geométricos, espaciales pero también son hereditarios, sociales, la densidad de la tradición; inevitable, venimos de fabrica formateados, limitados, fragmentados. La puesta en escena de Payne está a disposición (o al revés?) de una ideología sobre la imagen, sobre el cine, sobre la existencia, sobre el mundo. El primer encuentro entre padre (genial Padre, Bruce Dern) y su hijo menor está planificado con planos y contraplanos; no pueden todavía habitar la misma imagen, aparecen enfrentados, hablando por turno, el padre sentado y el hijo parado. La película de a poco, en su acompañamiento mutuo los irá juntando, en una road movie que supera al género estallando en melodrama familiar, película de aventuras, drama desatado y contenido a la vez.

Geografía emocional, social, familiar que es el territorio. Cuerpos que viajan a través del espacio, en un auto viejo y desmembrado persiguiendo un sueño que nunca se adelgaza. Nebraska es el punto de llegada, es el corazón de esa América profunda, donde culminan los sueños de hacerse millonarios, donde culmina la ilusión, donde padre e hijo se conocen como nunca, aunados en la comprensión mutua y en las desventuras. Golpeados, malheridos, sangrantes cumplen su objetivo y llegan a como dé lugar, acompañados a veces por la madre y por el hermano. Pero este es un viaje de a dos, del padre con sus tradiciones, con su herencia desvencijada, con su lento caminar que a su vez es también  “el padre América” con sus desvelos de satisfacciones, su iconografía quebrada, sus sueños hechos trizas y también es el viaje del hijo, esa nueva generación perdida, sin casa, sin lugar, sin familia, apaleada y solitaria, desorientada y con un futuro incierto. Heridas sin cerrar, sin suturas; conflictos de razas, de intereses, de dinero. El Padre, tal vez, a través del motor de dinero solo busque la reconciliación con sus raíces, con sus tradiciones; el Hijo sólo busca entender una generación, la de sus ancestros, la de su pasado, la de su historia y a la vez entender este presente.

Mapa de un recorrido de ciudades que se han quedado en el tiempo, donde sus habitantes son viejos, rastreros y pendencieros, estancados en un pasado y alejados de las novedades, de los avances y de la historia, testigos mudos de una clase obrera en decadencia. Estos habitantes son la radiografía de un país amplio en territorio y pequeño en cobijar a los desamparados, a los desclasados, de los olvidados. Tal vez, y no es la primera vez que sucede, Alexander Payne cuente las desdichas de un país sesgado que olvida, que esconde, que no puede habitar los espacios vacíos, que no se hace cargo de sus mayores. Sobre todo en Entre copas el viaje es el mismo, el territorio vacío, las rutas, los márgenes, las fronteras, y sobre todo un mundo que se descompone o tal vez que ya se descompuso y nadie prestó atención, sea el eje de esta emotiva Nebraska.

Payne también ya había ahondado en el mundo de la senilidad en Las confesiones del señor Schmidt y en Nebraska no deja de hacer contacto con Una historia sencilla la magistral y anómala película de David Lynch en la que un viejo obsesivamente viaja en su tractor a la búsqueda de su hermano. El universo de los viejos, siempre con un costado irónico y divertido es retratado con sencillez y a puro gesto. Los ojos semicerrados, el ceño fruncido y la ausencia de sonrisa de Dern pone la dosis exacta que lo hace entrañable.

Sobre el final, padre e hijo son intercambiables, uno ocupa el lugar del otro, como en un juego de rol, ahora son cómplices, ahora son verdaderamente profundos y sinceros. Los planos generales con los que trabaja toda la película, muestran a los personajes en grandes espacios, poniendo de manifiesto su pequeñez y su soledad. Alexander Payne logra mantener esa planificación a lo largo de toda la película y allí donde comenzaba con un encuadre en perspectiva, termina igual, en una perspectiva que hace pivote en la profundidad de campo. Allí donde la carretera se dibuja firme, allí donde las nubes dejan entrever el reflejo del sol, allí donde el cielo se transforma en otro espacio; se muestra la coherencia de un director que es necesario revisar y aplaudir.

Marcela Gamberini / Copyleft 2014