MOLIÈRE

MOLIÈRE

por - Críticas
11 Sep, 2007 05:17 | 1 comentario

 **** Obra maestra *** Hay que verla ** Válida de ver *Tiene un rasgo redimible ● Sin Valor

por Roger Alan Koza

El caballero de la risa

Romain Duris, Fabrice Luchini, Laura Morante, Laurent Tirard

Molière, Francia, 2006.

Dirigida por Laurent Tirard. Escrita por L. Tirard y Grégoire Vigneron.

* Tiene un rasgo redimible

Un Shakespeare apasionado a la francesa, es decir un dudoso relato biográfico sobre un exponente mayor de la literatura.

Si se piensa en Shakespeare se evoca a Inglaterra. Si se nombra a Cervantes se recuerda a España. Pero en Francia, ese país en donde escribir es casi un imperativo nacional, los hombres de letras son tantos que buscar el apellido equivalente a su literatura es casi imposible. El argumento pertenece a Harold Bloom, quien ante tal exceso elige a un autor compuesto: Montaigne-Molière.

Un filme sobre Molière es una buena noticia. Literatura mayor y popular, un autor de calibre indiscutible, una biografía no exenta de pasajes proclives a la representación cinematográfica. Si en su epitafio se lee «Aquí yace Molière, el rey de los actores; en este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace bien», ¿cómo no esperar un retrato sobre su vida a la altura de esta broma tiznada de lucidez?

En 1664, un joven de 22 años, Jean Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, queda detenido por problemas con sus acreedores. Seis meses más tarde, el dramaturgo y su compañía dejan París en aras de iniciar una larga gira teatral por todos los pueblos de Francia. Pasarán muchos años, y recién en 1658, regresarán a París, momento en el que Molière habrá de escribir sus obras más notables.

Molière empieza cuando su genio explota: 1658. Pero un abrupto flashback reconstruye imaginariamente el breve período que va desde que el personaje deja la cárcel hasta el legendario tour teatral, punto ciego para sus biógrafos, y momento elegido por el director Laurent Tirard para sugerir una hipótesis difusa: la continuidad entre la vida y la literatura.

Así un «burgués gentilhombre» paga la fianza del dramaturgo como si fuera un contrato. Molière se convertirá secretamente en su asesor en letras e interpretación, aunque públicamente se presentará como «Tartufo», un religioso. Ocurre que su benefactor, Jourdain, padre de familia y rico, está enamorado de una marquesa, Célimène, y cree que podría conquistarla bajo el encanto de una pieza teatral de su autoría. Y si bien el joven escritor cumplirá con el requerimiento habrá también de vivir un gran amor con la esposa de su anfitrión, acaso la verdadera musa de su vida.

Pedagógica y reduccionista, Molière carece de rigor histórico y vuelo literario. Un escritor escribe en un contexto; poco sabemos de la Francia del rey Sol, excepto por una aceptable reconstrucción mobiliaria y edilicia de la época. Y si bien algunos pasajes remiten a los textos del autor de El misántropo, son citas incompatibles con ciertos despropósitos de la trama. Poco se aprende del teatro satírico de Molière, su fuerza secular, crítica, libertaria.

Tirard, quien estudió cine en Nueva York, entiende la narración y la composición de planos a imagen y semejanza del planeta Hollywood. Molière bien podría estar hablada en inglés, esa lengua que pretende ser universal.

Pero hay en este Molière una intuición loable y de suma importancia, su única contribución en términos cinematográficos (y literarios): la postulación de la comedia como un género superior, uno capaz de articular la sabiduría en forma de risa. Algo que el autor de Las mujeres sabias supo entender y que la cultura cinematográfica todavía no legitima.

Esta crítica fue publicada por el Diario La Voz del Interior durante el mes de septiembre de 2007.

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