MI GRAN OPORTUNIDAD / ONE CHANCE

MI GRAN OPORTUNIDAD / ONE CHANCE

por - Críticas
04 Jul, 2014 11:20 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

NUESTRO VALOR SUPREMO

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Mi gran oportunidad  Boys / One chance, Reino Unido-Estados Unidos, 2013

Dirigida por David Frankel. Escrita por Justin Zackham. 

*Tiene un rasgo redimible

La simpatía de los personajes principales constituye la única razón para ver este panegírico del éxito y defensa elemental al esfuerzo por sostener una vocación.

Los primeros minutos de Mi gran oportunidad son alentadores: una linda canción tradicional, un buen chiste que involucra el nombre de un dictador oriental y un imponente conjunto de travellings aéreos sobre Puerto Talbot, una pequeña ciudad de Gales, vienen acompañados por la voz en off del protagonista, dispuesto a contar su historia. Es uno de nosotros, un ignoto átomo viviente de la gran masa silenciosa que habita el mundo. La moraleja de su historia es una fantasía de muchos: la perseverancia lleva al éxito.

Paul Potts, nacido en una familia inglesa de clase trabajadora, se volvió internacionalmente conocido por su participación en el programa televisivo “Britain’s Got Talent” (nuestra versión vernácula es “Talento argentino”). El video de su primera aparición en el programa circulaba por la web hasta hace unos años como un motivo inspiracional. “Todos podemos” era el mensaje inequívoco; este biopic perfecciona la ilusión mientras sedimenta una filosofía indiscutible de época: el triunfo como una virtud pública.

Si bien el paisaje físico y cultural puede remitir a un filme de Ken Loach, Mike Leigh e incluso del mayor cineasta inglés de todos los tiempos, Terence Davies, el modelo inmediato de este filme de David Frankel es Billy Elliot, de Stephen Daldry, en la que un chico de origen proletario quería ser bailarín de ballet. Paul, desde muy chico, quería cantar ópera. A sus compañeros de escuela y barrio, más proclives a patotear, les resultaba inusual, no menos que al propio padre de Paul. En una secuencia bastante elegante, mientras Paul cruza una calle, en un falso raccord lo vemos como niño, adolescente y adulto, siempre escapando de sus compañeros.

¿Cómo pudo este empleado de un negocio de teléfonos celulares convertirse en un gran cantante? Como le cuenta a su novia Julz, que conoció primero por vía virtual, supo que amaba la ópera cuando, muy chico, escuchó a Pavarotti interpretando “Turandot” de Puccini. Cuando está por conocer en persona a su enamorada, Paul consigue reunir el dinero y viajar a una famosa escuela de ópera en Venecia. Allí se encontrará con Pavarotti. ¿Será entonces el gran momento de Paul?

La consagración mediática de Paul llega, literalmente, al final de la película, porque lo que le interesa a Frankel es más cómo se constituye y defiende una vocación que el momento en el que la fama parece ser la recompensa de una obstinación. Como es de esperar, el valor supremo del éxito no es examinado críticamente. Nadie sospecha ni de los aplausos ni del cheque, límite ostensible de este cuento de hadas destinado tanto a emocionar como a desvanecer cualquier inquietud frente a la cara siniestra de estos concursos televisivos.

Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de julio 2014

Roger Koza / Copyleft 2014