METRÓPOLIS VISITA CÓRDOBA

METRÓPOLIS VISITA CÓRDOBA

por - Críticas
20 Mar, 2012 11:57 | Sin comentarios

 Por Roger Koza

Justo ahora, después que el vaticano de las estrellas decretara como mejor filme un supuesto homenaje al cine silente y habilitara así en toda la faz de la Tierra un nuevo romance entre el público globalizado del siglo XXI y el cine mudo, llega a nuestra ciudad una película única, tan compleja como popular, tan actual como intempestiva: Metrópolis, de Fritz Lang, en su última versión restaurada con 25 minutos inéditos.

Decía Fritz Lang en un artículo de 1926: “El internacionalismo del lenguaje cinematográfico se convertirá en el instrumento más poderoso para que sea posible el entendimiento mutuo entre los pueblos, ya que de otro modo la diversidad de lenguajes dificulta el entendimiento”. Probablemente, cualquier espectador podrá identificar en el núcleo narrativo de Metrópolis una experiencia universal: la mecanización del mundo, la división del trabajo, la lucha de clases, los viejos mitos occidentales palpitan en el relato del extraordinario filme de Lang.

Hay una gran cantidad de películas deudoras de esta obra monumental, fracaso de taquilla cuando se estrenó en enero de 1927 en Berlín. Desde 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick (1968), pasando por Blade Runner (1982), de Ridley Scott, hasta Inteligencia artificial (2001), de Steven Spielberg, incluso en un miserable video de Madonna, “Express Yourself”, dirigido por el sobrevalorado David Fincher, se puede verificar aún el poder e influencia de una película en el imaginario del siglo XX y aun hoy en el inicio de otro milenio.

Pero Metrópolis no fue sólo una inspiración para ficciones venideras: su relato anticipaba realidades más sombrías. ¿No hay pasajes premonitorios de lo que vendría una década y media después en Europa? La arquitectura moderna y las ciudades del futuro ya se veían en el filme de Lang, pero también anticipaba otra arquitectura, que el horror planificado racionalmente dio a conocer como campo de concentración. Todo eso está en Metrópolis, para bien y para mal.

El leitmotiv filosófico que articula el relato, “el mediador entre la cabeza y las manos debe ser el corazón”, de Thea von Harbou (guionista y en ese entonces esposa de Lang), demasiado reduccionista para la inteligencia de Lang, no consigue ensombrecer ni neutralizar el conjunto de conflictos y situaciones que el filme devela. Su final kitsch y tranquilizador, la concertación entre la patronal y los obreros gracias a la imposición de los buenos sentimientos, es un mero pie de página en una obra que condensa las coordenadas simbólicas y económicas de la vida humana después de la Revolución Industrial a escala planetaria. El drama que vive el hijo del soberano de Metrópolis, cuya madre murió al darle vida y que se enamorará de una predicadora que ejerce como tal entre los proletarios, súbditos de su padre, alcanza para poner en movimiento un relato utópico y sombrío. Lo que vemos es alucinatorio, lo que aprendemos tal vez ya lo sabíamos, pero seguro no de este modo. Es que el misterio de Metrópolis, un clásico del cine y del siglo XX, es su vigencia y su pertinencia actual.

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Arqueología cinéfila nacional

Si bien en el 2001 se hizo una restauración del filme de Fritz Lang, las ocho bobinas utilizadas en aquella ocasión correspondían al montaje de la Paramount, realizado por Channing Pollock, que no respetaba el corte del director.

Gracias a una intuición del lúcido y obstinado Fernando Martín Peña, la versión actual de Metrópolis es la más cercana al filme original. Una copia de la primera versión había llegado a nuestro país tras su estreno en Berlín. En alguna ocasión, Peña había escuchado a uno de sus maestros, Salvador Sanmaritano, decir: “Me paré dos horas y media sujetando la ventanilla del proyector con un dedo”. Se trataba de una función de 1959, y la duración del filme no coincidía con el metraje “oficial”, que tenía por aquel entonces unos 90 minutos menos.

En el 2008, en el Museo del Cine, que funciona simbólicamente en una fábrica, Peña y otra notable historiadora y crítica de cine, Paula Félix Didier, encontraron la única copia casi completa de la película, que pertenecía a Manuel Peña Rodríguez. Peña y Félix Didier avisaron a Alemania. Después de cierto escepticismo, la Fundación Friedrich Wilhelm Murnau comprobó y validó el hallazgo. Esos 25 minutos “nuevos” modificaron una vez más la película, y a partir de las precisas anotaciones de la partitura original del músico Gottfried Huppertz se pudo restablecer con mayor fidelidad el montaje de Lang. Peña y Félix Didier, nobles amantes del cine, reescribieron así parte de una historia apasionante de la que nosotros hoy podemos ser testigos.

Metrópolis se podrá ver mañana el miércoles 21 a las 20.00hs. en el Pabellón Argentina de Ciudad Universitaria. 

El texto fue publicado por La voz del interior durante el mes de marzo 2012

Roger Koza / Copyleft 2012