MARTIN BLASZKO III

MARTIN BLASZKO III

por - Críticas
02 Ago, 2013 02:28 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

UNA POÉTICA DEL ESPACIO

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Martin Blaszko III , Argentina, 2011

Escrita y dirigida por de Ignacio Masllorens

*** Hay que verla.

Una película luminosa (y humorística) sobre un artista y el arte como institución.

Para empezar, habría que decir quién es Martin Blaszko III. Ignacio Masllorens no explica: tan sólo muestra al portador de ese nombre y la actividad que lo define. No cae en la tentación didáctica de presentar al personaje, contextualizar su obra y apelar a la poética clásica del documental (material de archivo, entrevistas con conocidos y expertos, voces en off) para delinear la identidad y el valor de una obra artística. Masllorens desobedece, apela a la voluntad de saber de sus espectadores y propone otro juego.

Masllorens espía a Blaszko dos días (domingo y lunes), durante la preparación de la que sería la última muestra del famoso escultor, uno de los fundadores del Movimiento Madí y un representante de la geometría abstracta. Masllorens se limita a filmar al artista y sus actividades: una consulta telefónica, una jornada de trabajo en el taller, el traslado de sus obras al museo y los preparativos de la exhibición. Los 20 planos que conforman Martin Blaszko III (economía formal también reflejada en su escaso metraje, un poco más de una hora) son todos necesarios y el personaje jamás abandona la película.

¿Se trata entonces de una lección introductoria a las artes plásticas? No, pero se aprende muchísimo. Blaszko era un fuerza viviente generosa e inquieta y su gusto por la interacción era evidente. Vestido como un inspector, Blaszko, sabio y pícaro (por momentos parece un pariente lejano de Tati), conversando con sus ayudantes y gente del ambiente cuestiona oblicuamente ciertos lugares comunes e institucionalizados del arte. Verlo trabajar, dialogar con sus ayudantes y discutir amablemente con un curador son escenas que revelan una práctica y una concepción del arte. La lucidez de Blaszko tiene estilo; se ríe de la solemnidad de la alta cultura y señala y cuestiona temas que importan: la construcción y función del consenso en el arte, los sujetos de saber y poder en las instituciones que administran la visibilidad de la obra de arte y la presunta originalidad de cada artista.

El gran tema secreto del filme es el espacio como entidad. Para un escultor, es un elemento determinante. Sea de hierro, piedra o mármol, una estatua ocupará espacio y en relación con éste adquirirá su singularidad. La obra no se define solamente en el lugar consagrado para mostrarla. La misma escultura en un pasillo del museo parece material de utilería, y en el taller o en el balcón de Blaszko pierde su aura y deviene en un objeto indeterminado. Ese dilema del espacio es también el del cine. La construcción del espacio cinematográfico se resuelve y sostiene en la distancia justa para observar al artista en actividad: planos secuencia generales y casi siempre fijos, lo que en ciertos momentos dificulta el encuadre del sonido. Si los personajes secundarios se alejan mucho de Blaszko, la interacción sonora se debilita y en el contexto del filme la pérdida del intercambio verbal sería una ausencia mayor. Esto sugiere, indirectamente, que el espacio en el cine es una entidad visual y sonora, una lección que Masllorens debe haber aprendido a lo largo del rodaje, con un resultado final satisfactorio.

Y llega el final, tan abrupto como inesperado, después de 70 minutos lineales muy placenteros. Tras tantas discusiones y trabajo previo sería lógico encontrarnos con la muestra en sí. Pero apenas se verán algunas fotos de la inauguración cuando los créditos empiecen a correr. Ese gesto transgresor y contra-intuitivo es en el fondo lógico: no estábamos viendo la obra de Blaszko sino al propio Blaszko como una discreta pieza artística viviente.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de agosto 2013.

Roger Koza / Copyleft 2013