LOS  OLVIDADOS (09): JOSEPH H. LEWIS

LOS OLVIDADOS (09): JOSEPH H. LEWIS

por - Columnas
29 Sep, 2020 02:20 | comentarios
Llamarse Lewis en Estados Unidos es como portar el apellido Pérez en España o Gomes en Portugal. En la siempre injusta historia del cine algunos nombres pasan al olvido o no cuentan con la merecida resonancia que deberían tener. He aquí un cineasta con toques propios y maestro de la serie B, un célebre más para la lista de los olvidados.

A unos cuantos directores se les ha atribuido el rol de ser exponentes del cine de clase B pero ninguno se ajusta mejor a esas características que Joseph H. Lewis. 

Nacido, según algunas fuentes en 1900, y de acuerdo a otras en 1907, en Nueva York e hijo de un oculista, al morir su padre se dirigió a California, entrando a trabajar en la MGM -donde su hermano Ben fue editor mucho tiempo- como asistente de montaje. Ya fuera de la Metro, desempeñó ese mismo trabajo en la Republic, debutando como director en 1937. 

A partir de allí, realizó numerosos trabajos en los más diversos géneros, como se señaló, dentro de la llamada clase B (esto es, producciones de muy bajo presupuesto, rodadas en pocos días y muchas veces con actores desconocidos). En ese terreno llamó las atención por su facilidad para lograr interesantes efectos formales, muchas veces por encima de los mediocres argumentos. 

La gran oportunidad se le presentó en 1945, cuando Harry Cohn, el mandamás de la Columbia, lo requirió para rodar un film, My Name es Julia Ross, que hoy es un título de culto para muchos cinéfilos. Desde allí hasta su retiro en 1958 está el núcleo más importante de su obra (y también las películas a las que es posible acceder), sin dejar de lado un importante aporte que realizó en 1946 para The Al Jolson Story, en la que dirigió los números musicales. La docena de títulos de esos años incluyen varios notables exponentes del film noir, un par de títulos de aventuras, una película de guerra y en  sus últimos trabajos varios westerns, algunos de ellos excelentes. 

Entre 1959 y 1966 desarrolló un abundante trabajo en la televisión, principalmente en las series Los investigadores, de la que dirigió trece capítulos El hombre del rifle, de la que fue responsable nada menos que de 51 episodios. Retirado de las pantallas, Joseph Lewis vivió todavía muchos años, en los que su obra logró reconocimiento en algunos sectores de la crítica y, sobre todo, de la cinefilia, falleciendo en California en el año 2000, para algunos con 93 años y para otros con un siglo de vida.

Vivir para matar

Dentro de esta pléyade de directores poco recordados que aparecen en esta sección, Joseph Lewis es uno de los pocos a los que se lo puede catalogar como dueño de un estilo propio, que ya se atisbaba en sus primeras y baratas producciones pero que se desarrolló de manera más clara en su período de madurez. Es que hay en su obra numerosas ideas argumentales (Lewis participaba, sin acreditar, como Alfred Hitchcock y algunos otros, en todos los guiones de sus películas), la caracterización de personajes –tanto protagónicos como secundarios- es siempre vívida y vigorosa y también aparecen en sus films memorables villanos, pero es, sobre todo, el refinamiento visual que se puede apreciar en sus obras, los climas que consigue crear por medio de un gran trabajo de cámara, con originales angulaciones, a lo que se suma su capacidad para utilizar tanto el fuera de campo como la profundidad de campo y el inteligente uso dramático, tanto de los primeros planos como del close-up, los que le dan un toque marcadamente personal a sus films. 

Es a partir de esos presupuestos que algunos argumentos que, contados, parecen no exceder lo convencional, se transforman en relatos de una auténtica originalidad. Además como se señaló, Lewis ha logrado que algunas películas suyas se transformen en auténticos films de culto; así, a la ya mencionada My Name is Julia Ross, se debe agregar la formidable Gun Crazy, un film notablemente influyente sobre películas posteriores. Y otro elemento que no se debería soslayar al referirse a su obra, son algunos aspectos políticos, apreciables sobre todo en sus dos últimos westerns, que pueden verse como veladas referencias al macartismo. Por otra parte, no es casual que el actor Ned Young, que integrara las nefastas listas negras de Hollywood, haya participado en varias de sus películas y que Dalton Trumbo, otro prohibido, sea el responsable, sin acreditar, del guion de su última película, Terror in Texas Town. Joseph Lewis es para muchos cinéfilos, sobre todo jóvenes, un director a descubrir. Pasemos entonces a recomendar varias de sus películas.

Prisionera del destino

Prisionera del destino (My Name Is Julia Ross, 1945), es la primera película realizada por Lewis para una gran compañía (la Columbia) y hoy es un auténtico título de culto. En solo 65 minutos y rodando casi todo el film en interiores, el director consigue un notable ejercicio de suspenso en el que a una mujer se la fuerza a suplantar su identidad para ocultar un crimen. Gran trabajo de iluminación de Burnett Guffey y un retorcido villano a cargo de George MacReady.

Noche trágica (So Dark the Night, 1946) es uno de los más curiosos títulos del realizador, con la recreación de un poblado francés de provincia al que llega a descansar un detective que se ve sorprendido por dos inesperados crímenes (de la chica de la que se había enamorado y de su pretendiente). Una repentina vuelta de tuerca del relato propone un final absolutamente imprevisto y sorpresivo.

Destino de fuego (The Undercover Man, 1949) narra en un estilo semidocumental, característico del cine negro americano de esos años, la investigación que desarrolla un policía sobre las actividades de un jefe mafioso, claramente inspirado en Al Capone y siempre fuera de campo. Excelentes personajes secundarios y una notable secuencia de la persecución de un hombre por las calles atestadas de gente.

Vivir para matar (Gun Crazy, 1949) es una gran película del director y otro trabajo que ha logrado el status de film de culto. Un muchacho enamorado de las armas conoce a una chica que trabaja en un circo ambulante y tiene esa misma característica y comienzan un periplo delictivo que se vuelve progresivamente trágico. Película amoral, casi subversiva, con un personaje femenino inolvidable y una secuencia final para figurar en la más estricta antología cinematográfica.

Mujer sin pasaporte ( A Lady Without Passport, 1950). Algunos lejanos ecos de Casablancase perciben en este film en el que una mujer (la siempre misteriosa Hedy Lamarr) necesita conseguir un pasaporte para viajar a los Estados Unidos. La acción transcurre en La Habana, donde el policía de ambiguos rasgos que oscila entre encarcelarla o ayudarla, termina inevitablemente fascinado por los encantos de Hedy.

El rastro del perseguido 

El rastro del perseguido (Cry of the Hunged, 1953) es la menos conocida de las películas de Lewis de su última etapa y es, a priori, una historia convencional sobre la persecución que desarrolla un policía detrás de un convicto que se ha escapado de la cárcel (¡Vittorio Gassman!). Sin embargo, el director enfrenta a dos personajes que se parecen mucho más de lo que ellos mismos creen y el film alcanza su clímax en el final en los pantanos de Louisiana.

Gángsters en fuga (The Big Combo, 1955) es otro excelente trabajo de Lewis, centrado en el enfrentamiento entre un policía y un gángster que se convierte en su obsesión (otro gran villano, a cargo de Richard Conte) y para complicar más las cosas, a los dos les interesa la misma mujer. Una muy lograda atmósfera (gentileza de la extraordinaria iluminación de John Alton) y un par de infrecuentes escenas de tortura en un film que alcanza su climax en el final, con puntos de contacto con el de Gun Crazy.

La calle sin ley (A Lawless Street, 1955) es uno de los varios westerns protagonizados por Randolph Scott que el actor produjo, Si bien la historia del sheriff que trata de imponer el orden en una ciudad dominada por un par de rufianes no es demasiado novedosa, la solidez de la narración, las vibrantes escenas de acción y una notable galería de personajes secundarios, colocan el film por encima del promedio.

Odio contra odio (The Halliday Brand, 1957) es otro western, en este caso notable, que narra el enfrentamiento entre un patriarca autoritario y racista (gran trabajo de Ward Bond) y su hijo que se rebela contra él después del linchamiento de un mestizo. Sombrío, por momentos trágico, el film tiene cierto aire “shakesperiano” y no se pueden soslayar en él ciertas oblicuas referencias al macartismo.

El vengador de su padre (Terror in a Texas Town, 1958) es la última película de Lewis y otro excelente western en el que un inmigrante sueco cuando llega a visitar a su padre encuentra que este ha sido asesinado. Enfrentando el silencio del poblado, aterrorizado por un viscoso terrateniente y el temible pistolero que trabaja para él (otro gran personaje de la galería de villanos del director), se encuentra solo en su investigación. El final, con Sterling Hayden enfrentando al asesino se su padre armado solo con un arpón es memorable y aquí también hay ecos políticos, potenciados por la presencia en el guion (sin acreditar), de Dalton Trumbo.

*Fotogramas de portada: 1) Gángsters en fuga; 2) Destino de fuego; 3) Odio contra odio; 4) El vengador de su padre

Jorge García / Copyleft 2020