LOS NIÑOS DE DIOS

LOS NIÑOS DE DIOS

por - Críticas
18 May, 2021 01:15 | Sin comentarios
Un nuevo retrato del cineasta Martín Farina.

Los sobrevivientes

Los personajes, los circunspectos damnificados de esta pieza de cámara delicada y clarividente son dos hermanos y su madre. Viven en una casa agradable con pileta, cantan, pintan, se quieren. María Sol trabaja como vendedora, Francisco se dedica a la danza, Silva, la mamá, cuida de la casa y es profesora de inglés. La figura del padre está elidida, un poco menos que el resto de los miembros de la familia, como se puede observar en una mesa navideña. El retrato, desde el inicio, es lo suficientemente confiable para adivinar que los protagonistas son personas de buena fe. Ningún signo denota sospecha, ni siquiera la exposición temprana de la relación que tienen los hermanos con el inglés, idioma que adoptan sin aviso para comunicarse sin motivo alguno, como si eso respondiera a un viejo hábito.

Todo parece relativamente normal, hasta que varios planos breves introducen recuerdos y desacuerdos entre la pasividad cotidiana y la intermitencia de algunas asociaciones de imágenes y palabras que devuelven erráticamente experiencias dolorosas. Es así como un sobreviviente trabaja su adaptación a un mundo que es el de todos pero que por mucho tiempo no fue el propio. Pues ¿qué puede sentir una mujer o un hombre que entregó su vida a una experiencia religiosa y se vio traicionado? ¿Qué persiste en el recuerdo de un fiel cuando el abuso sexual fue parte de la ascesis?

“Los niños de Dios” fue una agrupación religiosa estadounidense más conocida como “La familia internacional” (que persiste hoy con otro nombre). Silvia sintió unas décadas atrás que sumarse a esa secta dirigida por David Berg en 1968 era un destino providencial y que no había mejor porvenir para sus hijos que ese. Entre las pocas escenas testimoniales que incluye Martín Farina, cineasta especializado en retratos y en experiencias heterodoxas, está aquella en la que la madre se reprocha las decisiones tomadas en aquel entonces. La escena es tan brutal como desgarradora, aunque desprovista de todo sensacionalismo.

A Farina no le interesa escenificar una invectiva contra las sectas; su interés es otro: filmar las consecuencias de haber perdido la fe por motivos perversos. El ultraje es absoluto, porque duelen el cuerpo y el alma, porque el abuso alcanza al deseo sexual y también al deseo de consagrarse a un ideal. El vacío es ubicuo y no se sabe muy bien cómo hablar de todo esto.

Lo extraordinario de la aproximación estética de Farina es que no busca la confesión y el quiebre, sino más bien ejerce una mímesis sobre la imposibilidad de hablar y representar introduciendo ese impedimento a través de un montaje que simula el movimiento entrecortado de la conciencia, en el que a veces se emplean fragmentos del pasado filmados como si fueran desprendimientos de un recuerdo reprimido y otras veces se incluyen situaciones cotidianas en las que se expresa tenuemente el trauma que no consigue enunciarse. Este procedimiento es constante, pero en los últimos diez minutos resulta un admirable triunfo del cine: el montaje exterioriza literalmente el flujo interior de la conciencia de los sobrevivientes; son planos de luz sobre lo ominoso, balbuceos del inconsciente en los que se desprenden los signos que asfixian y por ser así tal vez se puede volver a creer y a vivir. 

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Los niños de Dios, Argentina, 2021.

Escrita y dirigida por Martín Farina.

*Esta texto fue publicado en el diario La Voz del Interior en el mes de mayo 2021

Roger Koza / Copyleft 2021

*Entrevista radial con Martín Farina sobre Los niños de Dios. (Escuchar aquí)