LOS JÓVENES VIVOS: UN DIÁLOGO CON LEANDRO NARANJO, DIRECTOR DE EL ÚLTIMO VERANO

LOS JÓVENES VIVOS: UN DIÁLOGO CON LEANDRO NARANJO, DIRECTOR DE EL ÚLTIMO VERANO

por - Entrevistas
30 Jul, 2014 08:39 | comentarios
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Leandro Naranjo

Por Roger Koza

La juventud es probablemente la edad más sobrevaluada de nuestra cultura. Frente a la evidencia del vigor físico se suma una iconografía del joven en la que este reúne cualidades insólitas. La utopía, lo novedoso, la flexibilidad del espíritu dependen de ellos. ¿Cómo filmar entonces la experiencia de ser joven en cierto momento y en un lugar específico? ¿Cómo sacarse de encima el estereotipo que obliga a una forma de representación?

La solidez de El último verano, la ópera prima de Leandro Naranjo, reside en su sosegada mirada sobre los jóvenes que la protagonizan. No son zombis, tampoco consumidores hedonistas o nuevos revolucionarios, apenas chicos que están a punto de atravesar la línea que separa una forma de vivir en el tiempo sin fines precisos y otra en la que este se define por su productividad. En ese tiempo todavía libre, la amistad, cuyo ejercicio depende del ocio, es una regla de oro. Enamorarse también.

Naranjo circunscribe su historia a una fiesta, una charla entre amigos y el posible romance entre dos jóvenes. Parece ser bastante poco, pero no lo es porque la sensibilidad del director extrae lo mejor de esa cotidianidad sin grandes responsabilidades, y de esos materiales nobles construye un retrato de la juventud cordobesa de clase media en el que se percibe una forma de estar en el mundo. Estos jóvenes no son los chicos de la década del ´90. No están tristes, ni desorientados. Por ahora miran el mundo, a veces lo discuten y, fundamentalmente, se cuidan.

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Roger Koza: El último verano es una película que tiene ostensibles elementos autorreferenciales, como así también generacionales. Es evidente el punto de partida elegido. Aún así, la película consigue eludir el eventual peligro de quedar cerrada en sí misma. ¿Qué tenías en mente al empezar a filmar y qué creés que ha sucedido y has conseguido, en la medida en que se trata de un filme que ha alcanzado cierto grado de universalidad en su resultado final?

Leandro Naranjo: Empecé a filmar con más dudas que certezas. Con la necesidad de contar una historia y la urgencia de filmar el primer largo, pero con la incertidumbre de cómo resultaría la película. No estaba preocupado por la universalidad del relato, pero creo que es algo que finalmente se logra por la honestidad a partir de la cual se escribió la película. Ese punto de partida es elemental; el carácter íntimo de la historia (y de su modo de producción) pudo haber encerrado a la película en sí misma, pero creo que su autenticidad y su simpleza terminan por hacerla trascender el universo personal, al generar la idea de que es una historia que pudo haberle ocurrido a cualquiera.

RK: Los primeros signos de la experiencia amorosa y el tiempo compartido entre amigos son los dos elementos simbólicos fundamentales de la película. ¿Por qué te has circunscripto a estos dos temas específicos?

LN: El amor y la amistad son dos tópicos tan universales como inagotables, y forman parte de mi universo de preocupaciones habituales. Para la época en que decidí filmar El último verano, casi no podía pensar en otra cosa. Primero tuve la urgencia de filmar, luego la historia apareció sin necesidad de forzarla; estaba ahí y necesitaba ser contada. Los amores y los amigos forman parte de ella tanto en el plano narrativo (ficcional) como en el modo de producción. Es una película surgida de la energía de los romances y las amistades y que manifiesta algo de la complejidad de esos dos mundos.

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El último verano

RK: Hay una decisión muy concreta de dejar en fuera de campo los exteriores. Excepto por el principio en el que los dos amigos se encuentran viajando en un auto para ir a sus respectivas casas, el filme transcurre en espacios cerrados. El tiempo de la ciudad parece elidido, aunque se recupera indirectamente el exterior a partir de algunos diálogos. ¿Esto tiene alguna explicación?

LN: Es algo que responde a la voluntad de comunicar un universo privado, íntimo y subjetivo en que el espacio público no juega un papel fundamental. Hay una suerte de abstracción personal, un encierro que enfatiza la complejidad de las relaciones interpersonales y que pone el foco en las individualidades. Poco importa el tiempo objetivo de la ciudad, dadas las circunstancias en que los personajes se cruzan y deciden acompañarse. En algún momento Santi y Juli hablan de horarios y obligaciones, pero rápidamente deciden dejar de prestarle atención. De algún modo, ellos están viviendo una historia pasada. El tiempo no los acompaña objetivamente, el ritmo de su reencuentro no responde a fechas y horarios regulares.

RK: Los adultos, prácticamente, están destinados a un fuera de campo radical. ¿Por qué esta decisión?

LN: Esto es algo que ocurre en línea con la idea de la abstracción. El relato se reduce a un universo simbólico propio de la juventud, de situaciones, espacios físicos y momentos del día habitualmente ajenos al universo adulto convencional. No hay nada en la historia que precise de la intervención de un adulto para ocurrir o resolverse. Quizás se trata también de un fuera de campo que habla de los protagonistas; la adultez es una ausencia que los describe, un fuera de campo cerca de incorporarse a la acción pero todavía ajeno a ella.

RK: El naturalismo de los diálogos lleva a pensar que los parlamentos de los personajes son todos improvisados. ¿De qué forma trabajaste con tus actores y cómo se pensaron los diálogos, que distan de estar circunscriptos a la pavada y la banalidad?

LN: El naturalismo de los diálogos es, más bien, producto de un guionado muy atento a las particularidades del lenguaje de cierta generación y ciertas condiciones socio-culturales. Estaba todo muy pautado de antemano y el trabajo con los actores fue fundamental para lograr que se apropiaran de las palabras y conversaran con convicción y soltura. Hay cierto espacio para la pavada y la banalidad, pero también para la política y algún que otro tema que podríamos considerar «serio». No hay ningún secreto: todo aquello de lo que hablan forma parte de un universo simbólico compartido por todos aquellos que participamos en la película, delante y detrás de cámara. Creo que esa es la clave para que todo aquello de lo que se habla suene con naturalidad, más allá del grado de seriedad que conlleve. La búsqueda, precisamente, era tratar esa multiplicidad de temas de conversación con la misma relevancia y la misma frescura; de ahí que se hable, por ejemplo, acerca del marxismo y los videojuegos simultáneamente.

RK: Hay una escena preciosa en donde se discute de fútbol y política. ¿Por qué está esa escena en el filme? La impresión es que a través de esa escena se entromete la fuerza social del presente, pero a su vez sin la violencia simbólica con la que el presente suele alcanzar los discursos de la vida cotidiana de una sociedad.

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El último verano

LN: Tuve, desde un comienzo, la intención de integrar la política a la película de una manera simple y cotidiana. Incluir la política pero no tematizarla es una suerte de manifiesto ideológico. Incorporarla en la vida cotidiana habla acerca de un modo particular de asumir el compromiso político y de ejercer, a su vez, una especie de militancia. Escenas como esa, aunque más caóticas y ridículas, tienen lugar muy regularmente en mi grupo de amigos. Aparece la política naturalizada como un tópico más de la vida habitual en la juventud. Para mí eso es algo común, pero entiendo que pueda parecer inusual, casi utópico.

RK: Hay ciertas decisiones formales que no pueden pasar desapercibidas, sobre todo para un cineasta de tu generación: el filme es en blanco y negro, una decisión que puede alejar del film a jóvenes de tu generación. Por otro lado, los planos son simétricos y fijos y predomina el plano general, mientras que el primer plano y el plano-contraplano no están en la gramática del filme. Es un film a contramano de la representación televisiva y de cierto paradigma del cine contemporáneo destinado a tu generación. Tampoco hay música extradiegética, pero sí existen algunos pasajes musicales muy precisos que bien remiten a tu tiempo. ¿A qué se deben estas opciones poéticas?

LN: Las condiciones de producción de la película motivaron un trabajo narrativo y formal bastante intuitivo; las decisiones se tomaban de manera apresurada y sin mucha premeditación. Supongo que, dadas esas circunstancias, surgieron con mucha fuerza todas las influencias cinematográficas propias del ejercicio de ver, escribir y filmar que sostengo desde hace ya varios años. El blanco y negro surge de una serie de referencias muy presentes durante la etapa de guionado: el primer Jarmusch, la Nueva Ola Francesa y algunos films contemporáneos norteamericanos como Frances Ha (Noah Bambauch) y Mutual Appreciation (Andrew Bujalski) estaban en mi cabeza desde que comencé a idear El último verano. Los planos de conjunto, así como la ausencia del plano-contraplano, se explican por la voluntad de registrar la interacción. Creo que el recurso del plano único y extenso permite construir y expresar la dinámica real de las relaciones interpersonales en toda su complejidad: la acción-reacción, la duda, el silencio incómodo, la copresencia, la simultaneidad. El verdadero pulso de una conversación se pierde cuando el director interviene individualizando a los personajes y sus afirmaciones, respuestas y reacciones.

En definitiva, son decisiones formales propias de un determinado proyecto, que responden a ciertas necesidades narrativas y temáticas específicas. No hay determinaciones a priori. Si hubiese necesitado música extradiegética, quizás la hubiera utilizado, pero la construcción de la película tenía marcaciones musicales precisas que buscaban dibujar una especie de curva dramática paralela a las emociones de los protagonistas. En ese esquema, la música extradiegética no tenía cabida porque me interesaba que los temas acompañaran efectivamente a los personajes. Los climas musicales eran necesarios tanto para el espectador como para ellos.

RK: Además de filmar escribís crítica cinematográfica. Esto te ha llevado a valorar especialmente una corriente del cine independiente americano conocida como mumblecore. ¿Qué tiene tu film de ese universo conceptual y formal?

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En pleno rodaje

LN: Escribir sobre cine es una experiencia que aporta mucho a mi formación como cineasta. En el intento por comprender algo acerca del mumblecore, descubrí que muchos de los cineastas de esa corriente demuestran una sensibilidad especial a la hora de filmar las relaciones humanas cotidianas y habituales. Sus conflictos amorosos y amistosos ordinarios toman una dimensión que pocas veces vemos en la pantalla grande. Por otra parte, la simplicidad con que se producen muchos de esos films me resulta sorprendente y estimulante; Joe Swanberg, entre ellos, es un realizador prolífico como ninguno. Hay algo ahí acerca del modo de producir cine que me interesa y me resulta familiar. El último verano nace como una película íntima, sencilla, rápida y despreocupada, y eso es algo que comparte con buena parte del mumblecore. Por lo demás, hay cierta continuidad temática y algunas similitudes estéticas: la cámara en mano y el blanco y negro, por ejemplo. Pero hay una distancia significativa en términos gramaticales; el mumblecore, generalmente, suele dar la sensación de filmarse en automático y bajo una lógica puramente pragmática, poco conceptual. Nuestras referencias, en ese ámbito, surgen de otros autores y otras latitudes.  

RK: En la película hay dos citas explícitas a dos cineastas argentinos de una generación reciente que no es la tuya: Gabriel Medina por un lado (se ve un pasaje importante de Los paranoicos), y por el otro Ezequiel Acuña (se ve un videoclip que él realizó). ¿Por qué estos directores, cuyo cine pareciera pertenecer a una línea “menor” del cine local?

LN: Los paranoicos y Excursiones (por nombrar alguno de los largometrajes de Acuña) son películas eternas para mí. Jamás me canso de verlas; eventualmente, reproduzco algunas de sus escenas más memorables en Youtube y las disfruto como si fuera la primera vez. La autenticidad y la simpleza es algo que valoro muchísimo en el cine, y también la sensibilidad, la capacidad de construir ambientes emocionales densos. Esto es algo que Medina y, especialmente, Acuña, manejan con una facilidad admirable. Coincido en el hecho de que pertenecen a una línea “menor” del cine local: Los paranoicos casi pasó desapercibida frente a su contemporánea Historias extraordinarias, por ejemplo. El maximalismo, los relatos grandiosos, los hitos y los héroes suelen opacar a los films sencillos y menos pretenciosos. Mi caso es otro, yo los disfruto mucho y me siento, como realizador, mucho más cercano a esas propuestas. Homenajear a esas películas es una forma de legitimarlas y, claro, sentar posición al respecto: tal vez habría que problematizar la idea de las películas “menores” y las “obras maestras”.

RK: Entiendo que ya estás pensando en una nueva película, y que en este caso parece responder dialécticamente a El último verano: tal vez se trate de un policial y todo suceda arriba de un tren. ¿Estarías haciendo una película en contra de El último verano? ¿Por qué?

LN: Tal vez se trate de un policial, sí. Por el momento existe un primer guión, pero es una apuesta de producción de una magnitud bastante mayor a la de mi ópera prima. Quizás haya otras películas en el camino, mientras se dan los tiempos necesarios para producirlo. Podría pensarse como una película en contra de esta primera, no está nada mal. Incluso podría pensarse como una película en contra de la idea convencional del estilo y, ¿por qué no?, del autor. Creo que un segundo film que nada tenga que ver con el primero habilitaría a futuro una mayor libertad realizativa. Entiendo que, a veces, no es fácil lidiar con las expectativas ajenas; muchos cineastas iniciáticos han tenido que superar ese problema para poder seguir produciendo y haciendo circular sus películas. Imagino un futuro de permanente transformación y eclecticismo. Me gustaría ser un cineasta con la confianza y el valor necesarios para evitar la comodidad de las fórmulas comprobadas.

Esta entrevista fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior durante el mes de julio de 2014

Roger Koza / Copyleft 2014