LOS HIJOS DE TRUMAN: 272 PALABRAS SOBRE LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS

LOS HIJOS DE TRUMAN: 272 PALABRAS SOBRE LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS

por - Ensayos, Varios
09 Dic, 2013 10:30 | comentarios

catchingfire11122000127

Por Roger Koza

Sublevarse es un acto hermoso, un movimiento del espíritu que siempre tendrá resonancias. ¿No es justamente ese indefinido aire de emancipación lo que lleva a miles de jóvenes a llenar las salas donde se proyecta Los juegos del hambre: en llamas? Una declaración a su favor: las dos películas basadas en la trilogía literaria de Suzanne Collins están muy por encima de la saga Crepúsculo. Menos narcisismo, más indignación.

¿Cuál es entonces el problema del filme de Francis Lawrence? Su protagonista, Jennifer Lawrence, y sus compañeros de supervivencia transmiten una dignidad incuestionable. El personaje de Stanley Tucci, como el presentador de los famosos juegos que remiten a la crueldad imperial romana, es fabuloso, y no menos se puede decir del dictador encarnado por Donald Sutherland. ¿Es entonces un problema estrictamente cinematográfico? En parte sí. El relato tarda en ponerse en marcha y los lugares comunes atentan contra el espíritu de rebeldía.

La primera película que advirtió en nuestras coordenadas simbólicas el problema de la vida como espectáculo fue The Truman Show. El filme de Lawrence retoma ese tópico pero le agrega una capa política (moderna): la revolución. Sucede que para el espectador ideal de esta saga la revolución y la esperanza son una abstracción, signos ahistóricos que representan los valores de estos personajes arquetípicos. La película se centra en los vínculos familiares y la estructura injusta de la sociedad retratada es mero reflejo de una lucha entre buenos y malos. La total ausencia de una cultura literaria es un síntoma de que a los hijos de Truman les falta recuperar el poder del intelecto para ordenar un sentimiento de descontento demasiado impreciso.

Este texto fue publicado por el diario La voz del interior en el mes de diciembre 2013

Roger Koza / Copyleft 2013