LOS CABALLEROS / THE GENTLEMEN

LOS CABALLEROS / THE GENTLEMEN

por - Críticas
07 Mar, 2020 03:21 | comentarios
Una comedia de gángsters multicultural.

HABÍA UNA VEZ EN LONDRES

Tuvo la suerte y la desgracia de haber sido contemporáneo de un cineasta magnífico llamado Quentin Tarantino. Sin este, Guy Ritchie, el ingenioso colega inglés del estadounidense, célebre también por haber sido el esposo de Madonna, quizás hubiera podido eternizar su apellido como el sucedáneo de un estilo. La velocidad del montaje, la proliferación de personajes caricaturescos y un ostensible trabajo sobre el parlamento de estos son magnitudes compartidas de la estética de ambos, orientada a desatender las constricciones del realismo. El artificio no es necesariamente libertad, y Ritchie es una buena prueba: las doscientas vueltas de tuerca del relato en Los caballeros es más una fórmula que la desobediencia de un autor capaz de liberar los resortes de la narración cinematográfica.

Los caballeros / The Gentlemen, EE.UU., 2019

Dirigida por Guy Ritchie. Escrita por Ivan Atkinson, Marn Davies y G. Ritchie.

Los caballeros es algo así como un regreso a las fuentes. Era hora de prescindir de los viejos cuentos para niños, los agentes secretos y las leyendas celtas, y volver a los gánsteres de Londres. El viejo Ritchie de Juegos, trampas y dos armas humeantes retoma entonces ese universo simbólico en el que coexisten los poderosos y los nadie, las mansiones y los barrios proletarios, los londinenses puros y los inmigrantes.

Aquí están los protagonistas: El dueño de un periódico, un investigador, la mafia rusa y la china, los irlandeses y un norteamericano dedicado al negocio mayor de la producción y venta de marihuana; hay otros y muchos, pero menos relevantes. ¿En qué tiempo? El nuestro. En efecto, el siglo XXIvibra en el registro, más allá de que en el inicio se apele a la ya irreconocible textura del cine analógico. Esto no es clasicismo, ni siquiera cine moderno. Es solamente un film de Ritchie, un compendio de géneros acelerado.

Lo que pone en juego el relato es el deseo del norteamericano de desprenderse de su imperio erigido gracias a la plantación de cannabis, un punto de partida del guion que se explica en sí en el propio film a medida que este evoluciona narrativamente. Sucede que un investigador privado opera como un personaje y un vocero lúdico del propio Ritchie en el film. Este hombre, llamado Fletcher, cuenta el relato como si fuera el guion de una película que desea vender a una productora, y así suele explicárselo a Raymond, un aliado del narcotraficante norteamericano, a quién también chantajea. Las derivas son interminables, porque el quid del film es la indetenible mutación narrativa como justificación en sí. Las torsiones infinitas y sus giros impredecibles constituyen el autoconsciente orgullo creativo que el propio film vocifera a través de sus planos y un personaje.

Hasta aquí se podía decir que Ritchie era el mejor remedo de Tarantino; ahora puede agregarse que este film constituye el mejor remedo de sí mismo. El cineasta siente el derecho de probar la dotación de su inteligencia. Nada peor que insistir hasta el fastidio y no poder dar con tal demostración. La presunta virtud consiste en hacer de la prosa cinematográfica un laberinto, un relato inextricable por las perspicaces conexiones de este. Si no fuera que el personaje de Hugh Grant es el emisario que debe vindicar todo esto, su mera presencia justificaría el film, porque este es un comediante notable, demasiado encasillado en roles románticos y en un cierto tipo de comedia. El resto del elenco acompaña, siguiendo al pie de la letra el destino no muy glorioso de ser caricatura y no otra cosa, un poco como el demiurgo que los ha soñado.


*Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de marzo 2020. 

Roger Koza / Copyleft 2020