
LOCO CORAZÓN
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
LA CANCIÓN ES LA MISMA
Loco corazón / Crazy Heart, EE.UU, 2009.
Escrita y dirigida por Scott Cooper.
**Válida de ver Una de las grandes películas de la década y uno de los directos más promisorios de su generación.
Las majestuosas panorámicas en la apertura de Loco corazón remiten a un western, género estadounidense por antonomasia. Quizás exista un secreto hilo conductor, un sonido en común entre los pretéritos pistoleros y los músicos del género country. No empuñan rifles sino guitarras, pero se visten parecido y en sus giras musicales van de cantina en cantina.
Loco corazón parece un cover cinematográfico. La canción la conocemos de memoria, y lo que vale (sobre todo en este caso) son las interpretaciones y algunas variaciones del tema. Ya lo sabemos: Hollywood ama los relatos de fracasos y redenciones. Sea un cantante, un hombre de negocios, un policía, lo que importa es corroborar un imaginario: la voluntad de un individuo es lo que hace la diferencia. En efecto, el héroe americano es antes que nada aquel que conquista sus zonas erróneas y se supera.
Bad Blake es el caso en cuestión. Una leyenda del country sumido en la decadencia, la soledad, el alcohol. Hace tiempo que no compone melodías nuevas: acordes y rimas que, según él, traducen su propia experiencia de vida. Sus presentaciones en bares de mala muerte contrastan con la carrera de un protegido suyo, Tommy Sweet, y este contraste parece ser el símbolo de dos épocas de la música, antes de devenir todo en puro negocio. El pasaje en el que Bad y Sweet tocan juntos en un estadio colmado es como un diagrama de Benn: se yuxtaponen dos estadios históricos y estilos de concebir la música y el espectáculo.
Lo que cambiará la vida de Bad será el encuentro con una periodista, uno que excede cuestiones laborales y que precipita paulatinamente un deseo de vivir. Bad, por otra parte, en sus peores momentos, jamás se transforma en una bestia caucásica: ni golpea a sus mujeres, ni maltrata a quien esté cerca. Su máximo pecado es no haber conocido a su único hijo. Autodestruirse es su especialidad.
Basada en una novela de Thomas Cobb, Loco corazón no sólo reivindica a su personaje, sino que oblicuamente también reivindica a su intérprete, Jeff Bridges, un gran actor por mucho tiempo relegado, quien compone aquí un personaje que sintetiza sus mejores trabajos. Además de encontrar el lenguaje corporal y la expresión facial precisos para su criatura alicaída, Bridges interpreta todas las canciones que se ven en el filme. Que haya ganado un Oscar por este papel es lo de menos.
La ópera prima de Scott Cooper, actor devenido en director, se sostiene en sus intérpretes, aunque la película destila un sorprendente sentido del timing en todas sus escenas y una búsqueda discreta de un estilo cinematográfico. La escena en que Robert Duvall y Bridges están pescando compendia una inquietud estética. Cooper, por otra parte, se desmarca, felizmente, del montaje frenético, un imperativo de nuestro tiempo para registrar conciertos y eventos musicales.
La virtud de Loco corazón reside en su reserva dramática y en su elección de no enfatizar catarsis de todo tipo. Cada vez que el filme puede adoptar un tono trágico, elige la parsimonia, extraña elección cuando se trata de borrachos y estrellas caídas. La canción es la misma, pero el modo de interpretarla es su mayor diferencia, su imperceptible victoria.
Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La Voz del Interior en el mes de abril 2010.
Roger Alan Koza / Copyleft 2010
Una pelicula pequenia y muy disfrutable. El copete de Aquel querido mes de agosto que aparecio en esta por accidente puede hacer que alguno se asome por aca puteando…
Entiendo. De todos modos, la crítica sobre Aquel está un poco más abajo, y además se puede leer una larga entrevista a Gomes en este mismo sitio. JC: sí es un film pequeño y disfrutable, el de Cooper, lógicamente. RK
Estimado Roger:
Me gustó su crítica, coincido con Ud. que la película gana por su sencillez y mesura, sin por eso renunciar a la intensidad emocional (antes bien, quizás sea precisamente allí donde la encuentra).
Pero creí notar, corrijame si me equivoco, cierto sarcasmo en algunas líneas, que creo la película no merece. Dice Ud. «Hollywood ama los relatos de fracasos y redenciones …lo que importa es corroborar un imaginario: la voluntad de un individuo es lo que hace la diferencia. El héroe americano es antes que nada aquel que conquista sus zonas erróneas y se supera».
Digo sarcasmo, pues la referencia a Hollywood suele leerse inequívocamente como disvaliosa, y las «zonas erróneas», bueno …
Y el caso es que de fracasos y redenciones estan hechas muchisimas películas memorables, no sólo de hollywood (origen en el cual, por lo pronto, no veo ningún estigma apriorístico); y no ha de ser esta la única que corrobora un imaginario (cuya crítica en todo caso su nota no explicita). En fin, el héroe – en este imaginario y creo que en casi todos – siempre es simbólicamente la superación de sí mismo ¿o no?
En una palabra, se dan por sobreentendidas categorías de valor que quizás sería mejor exponer, para pemitir su análisis, creo yo. Y en cualquier supuesto, siempre es mejor renunciar al sarcasmo: recuerdo una hermosa película de Bogdanovich («una cosa llamada amor») donde el personaje de Mulroney le decía a Samantha Mathis que en su familia siempre el sarcasmo había sido muy importante, y que precisamente por eso amaba la música country; simple, directa, sincera, honesta. Como esta película.
Un abrazo.