LLEGA TARDE: CANNES 2007

LLEGA TARDE: CANNES 2007

por - Festivales
27 Oct, 2007 10:13 | Sin comentarios

Los sesenta años de Cannes: entre la regla y la excepción

Por Roger Alan Koza

En un bellísimo cortometraje, Je Vous Salue Sarajevo , Jean-Luc Godard sostiene: «La cultura es la regla y el arte es la excepción. Todos hablan de la regla: los cigarrillos, las computadoras, las remeras, la TV, el turismo, la guerra. Nadie habla de la excepción. No es hablada. Está escrita: Flaubert, Dostoievski. Está compuesta: Gershwin, Mozart. Esta pintada: Cézanne, Vermeer. Está filmada: Antonioni, Vigo… La regla desea la muerte de la excepción».

La sentencia final es notable, y bien sirve para arrebatar la aureola de santidad progresista y radical que protege a este festival de festivales, Cannes, cuya existencia ya se equipara a la vida de un hombre en su senectud.

No hay duda: la regla y la excepción conviven perversamente en este festival. Alguna vez, el presidente del festival, Gilles Jacob, lo expresó al límite de la grosería moral: «Uno se apresura para ayudar a las minorías oprimidas antes de ir a tomar sol». La versión periodística que condensaba esta paradoja propia del festival circulaba en una de las tantas publicaciones diarias que se editan en Cannes. Se le interrogaba a distintas figuras de la industria a quién debería premiarse si la elección fuera entre dos opciones opuestas, irreconciliables: Tiempos violentos, de Tarantino, o Rosetta, de los hermanos Dardenne. Sí, la regla y la excepción.

En Cannes hay gente que alquila escaleras para ver a las estrellas. Pueden estar horas para contemplar a 15 metros y por dos minutos el semblante de una celebridad. Así, Pitt y Jolie se paseaban por la alfombra roja mientras gastaban 13.000 euros por día, tan solo para dormir. Este año, al menos, no había penitentes suplicando por la suspensión del Código Da Vinci. Pero entre tanta obscenidad y banalidad evidentes Cannes siempre garantiza una línea de fuga, una jurisdicción para la excepción. En este festival todavía se puede ver un film de Pedro Costa o de Sokurov. En efecto, aquí se consagraron Truffaut, Godard, y, recientemente, Gus van Sant, Haneke, Kiarostami, incluso, un realizador argentino, Lisandro Alonso.

Si, Alonso, un cineasta de treinta y pico de años que los espectadores de nuestro país ignoran olímpicamente, y que el INCAA no le declara el destierro porque este festival lo celebra y lo defiende. Entre las cuatro secciones de competición, la Quincena de los Realizadores eligió utilizar dos fotogramas de Los muertos, el segundo film de Alonso, para ilustrar esta edición 2007. Uno caminaba por la calle Antibes o la famosa Croisette, y veía a Vargas, el personaje de aquel film, en un bote paseando por algún rió de Entre Ríos.

¿Una nueva ola rumana? Después del triunfo de la excelente La noche del señor Lazarescu, de Cristi Puiu, en Una Cierta Mirada en el 2005, una victoria que mucho tuvo que ver la defensa radical del argentino Quintín, miembro del jurado en esa edición, la pregunta era si había o no una renovación en esta cinematografía periférica. Después en el 2006, vino Bucarest: 12 08. Y ahora el premio más importante en esta edición 2007 se lo lleva 4 meses, 3 semanas y 2 horas, del rumano Cristian Mungiu, film cuyo tópico principal es el aborto.

Ambientada en 1987, cuando en una crepuscular Rumania comunista el aborto estaba prohibido, el film de Mungiu sigue los pasos prohibidos que dos jóvenes mujeres, hermanas, tienen que seguir para llevar a cabo un aborto, cuyo título indica precisamente el tiempo que lleva de embarazo una de las protagonistas. Esa es la anécdota, aunque el procedimiento revela una sociedad determinada y sus costumbres, y el costo económico y moral de semejante empresa. Algunos pasajes del film son excepcionales. Los planos secuencias le dan un aire de realidad inmediata a las escenas mientras que la luz elegida es siempre sombría. El humanismo raso del filme quizás postule en su conjunto el derecho de las mujeres a decidir su destino, pero 4 meses, 3 semanas y 2 horas no deja ser ambigua respecto a qué perspectiva elige a la hora de examinar su tópico siempre controversial. Al menos un plano del feto sobre una toalla y una mirada directa de la protagonista hacia la cámara moraliza el conjunto de la trama, que en su esencia implica un debate político y jurídico: las leyes no son una cuestión de moral. El film de Mungiu ganó también el premio de la critica. Era previsible, pues el rumor dominante en la Croisette era que en el 2007 se consagraba el cine realizado en las tierras de Cioran y Eliade.

Uno de los premios sorpresivos fue el de la extraordinaria realizadora japonesa, Noami Kawase, cuya obra maestra Shara había competido en el 2004. La conmovedora El bosque del luto, cuyo lirismo refinado está orientado a contar una historia mínima, el viaje por el bosque de una enfermera y un anciano hacia la tumba de la mujer de este, podrá ser lenta y, acaso para algún ojo muy americanizado, aburrida, pero es una de las películas en la que la belleza es la regla: en un momento los dos personajes juegan a las escondidas en un jardín en las colinas del algún pueblo japonés. La combinación entre planos detalles y planos generales no hacen más que exaltar lo hermoso del mundo, una búsqueda cada vez menos presente en el cine actual. Aunque la maestría de Kawase alcanza su máxima expresión en un pasaje que transcurre en una noche lluviosa en el bosque: el calor del cuerpo humano puede ser el testimonio material más contundente de que significa estar vivo.

La belleza natural que encuentra Kawase en el bosque el mexicano Reygadas parece también hallarla en Chihuaha, en su tercer film, La luz silenciosa: un supuesto plano secuencia de la noche, que alcanza literalmente hasta el alba, casi remite a un universo antes o después de los hombres. Más teológica que cosmológica este drama pasional que acaece en una comunidad menonita obtuvo un premio compartido del jurado, y Reygadas se ha convertido en un director odiado u admirado. Sin duda, tiene talento para confundir, pero La luz silenciosa no es su mejor película, aunque a cierto sector New Age aunque sofisticado, casi un oxímoron, puede llegar abrazar esta excentricidad latina hablada en un dialecto derivado del alemán.

Secreto sol resplandeciente, la cuarta película del ex ministro de cultura de Corea del Sur, Lee Chang Dong, se llevó el premio a la mejor interpretación femenina. Jeon Do-yeon, quien encarna a una madre que decide mudarse al pueblo natal de su marido fallecido en un accidente, descubre luego de establecerse que ya no hay ningún lugar seguro para llevar una vida tranquila. Es un drama sociológico y teológico, pero Jeon es tan convincente que las arbitrariedades impuestas por un guión exigente y sobrescrito quedan en un segundo plano. La curiosidad del film de Lee es que la música pertenece al argentino Christian Basso, bajista de La Portuaria por mucho tiempo y hoy musico solista.

 

El nuevo film de Gus Van Sant, Parque de la paranoia, fue elegido como el más representativo del 60 aniversario del festival. La verdad es que el retrato poético sobre la adolescencia proletaria y moderadamente marginal de Portland, Oregon, era, junto con la maravillosa Alexandria, de Sokurov y el film de Kawase, lo mejor de la competencia oficial. Van Sant es el gran cineasta norteamericano, junto a Lynch y Linklater, los únicos capaces de escabullirse del sistema de producción Hollywoodense. Y unidos a Sokurov, el solitario artista y centinela de la civilización, resistían e insistían en este mayo francés. Sus fotogramas escribían en la pantalla: la excepción es el arte.

2000-2007 Copyleft/Roger Alan Koza

* Una versión modificada fue publicada en la revista Quid, de la ciudad de Buenos Aires, en el mes de junio, 2007.